Carlos Langa, hice de mi vida algo lindo


Venció la polio que lo afectó a sus ocho meses. vivió 16 años en un centro de rehabilitación en Buenos Aires y hoy es la voz del Chaco

junto a su socio Juan Carlos Sahonero, inaugurarán en octubre la peña chaco y punto, en el canal isuto y  tercer anillo
Junto a su socio Juan Carlos Sahonero, inaugurarán en octubre la Peña chaco y punto, en el canal Isuto y tercer anillo
El lado bueno. A pesar de los contratiempos que enfrentó en su vida, Carlos siempre ve lo bueno que puede sacar de estos tropiezos. Tiene un humor que contagia a todos.
El lado bueno.A pesar de los contratiempos que enfrentó en su vida, Carlos siempre ve lo bueno que puede sacar de estos tropiezos. Tiene un humor que contagia a todos.
Desde hace 20 años que anima las noches de concierto en la Feria Exposición de Santa Cruz. Además, asiste a todos los eventos que lo invitan para animar.
Desde hace 20 años que anima las noches de concierto en la Feria Exposición de Santa Cruz. Además, asiste a todos los eventos que lo invitan para animar.
Hoy lo  escuchan en todo el país Hace más de 40 años que Carlos decidió probar con la radio y nunca solo el micrófono. Hoy se lo escucha en la radio Santa Cruz los sábados.
Hoy lo escuchan en todo el paísHace más de 40 años que Carlos decidió probar con la radio y nunca solo el micrófono. Hoy se lo escucha en la radio Santa Cruz los sábados.
Escena   campestre  Carlos ha  recorrido parte del Chaco a lomo de caballo.
Escena campestre Carlos ha recorrido parte del Chaco a lomo de caballo.

Todos los días de sus primeros 16 años de vida fueron malos. Al menos así los recuerda Carlos Rubén Langa Sosa, el animador de espectáculos, conductor del programa Chaco y punto y radialista con más de 40 años de experiencia. Carlos logró vencer la poliomielitis y tuvo que aprender a buscar el lado bueno de la vida.
Todos esos días en los que era preso de su enfermedad le dieron motivos para buscar la manera de sobrellevarla. Se dio cuenta que, frente a todo lo malo que él vivía, otras cosas buenas y lindas se le desvelaban y sintió que había que disfrutarlas.
“Quizás he tomado como una necesidad permanente el sentirme bien, había que ponerle cabeza para ponerse mejor, motivos no habían (risas), así que tenía que nacer de uno, por eso tengo la facilidad para hacer bromas, de ser tan amiguero… Creo que fue por la necesidad de hacer de mi vida algo lindo”, cuenta intimista y entre risas.



A pocos días de inaugurar su propia peña (después de tres intentos fallidos), Carlos abre las puertas del lugar que acogerá al folclore y que se llamará La peña Chaco y punto, pero el popular animador también abre su corazón para contarnos su historia.

Carlos es un hombre bastante ocupado, que a pesar del impedimento que pueda tener porque no poder mover una de sus piernas, no se detiene. Desde afuera de su futura peña, habla con los encargados de instalarle el agua. Su voz, esa que desde hace 12 años se escucha los sábados en radio Santa Cruz, suena imponente, fuerte, como el chaqueño que es y de lo que se siente orgulloso.
Entra al lugar y muestra satisfecho el espacio que albergará, a ojo de buen cubero, a unas 200 personas sentadas.
No ha sido fácil, pero se nota que es un hombre de coraje, aunque en algún momento acepta ser miedoso con lo que ha conseguido hasta ahora, tener un nombre dentro del espectáculo boliviano y argentino.

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Primeros años
Carlos (59), si bien nació en Yacuiba, pasó sus primeros meses de vida en el puesto ganadero de su familia, Cañón Oculto, cerca de esta población. Sus padres eran Salomón Langa y Luisa Sosa. Tiene tres hermanos: Héctor Eduardo, José Luis y Raúl Casto.

A los ocho meses de vida, Carlos es atacado por la polio. Sus padres inmediatamente lo llevaron al médico, quien sugirió que lo coloquen en un horno especial para ver si recuperaba la movilidad de sus huesos. Su madre, al ver que no pasaba nada, decidió llevarlo a Buenos Aires y gracias al trabajo de su padre en la estatal petrolera argentina es que el bebé ingresó a uno de los primeros Institutos de Rehabilitación de América para la Polio.

El tratamiento era bastante doloroso, no solo físicamente, sino que lo alejó de los suyos por algunos años. Los médicos prohibieron el contacto con el bebé hasta que cumplió los tres años, pues sus padres solo podían verlo a través de un vidrio.
Allí, el pequeño Carlos aprendió a caminar y a hablar. No conocía a su familia, porque el tratamiento era duro y exigente, lo que hoy él agradece.
“Te trataban la cabeza y no la enfermedad. Te sacaban los complejos, te volvían independiente, querendón de tus cosas, de amar tu vida, de no precisar tener apoyo, ya de grande me di cuenta de cuál era la razón”, rememora el presentador.

A partir de los 5 años le dieron permiso para que las vacaciones las pasara con su familia en el puesto ganadero.
Cuando se le pregunta sobre sus estudios, Carlos es tajante en decir que uno de sus grandes valores es la ignorancia. Como pasó sus primeros 16 años de vida en el centro de rehabilitación, los maestros iban a pasar clases a los pacientes.
“Nos ponían en la pizarra 1+1, y si nosotros decíamos cinco, nos ponían bien, porque muchos de los enfermos de polio se morían, así que no había problemas (risas)”, recuerda.

El dilema se les presentaba a los que superaban esa etapa y salían del instituto para enfrentar la vida. Cuando Carlos salió de allí, a sus 16 años, se encontró con una realidad tremendamente diferente de lo que había vivido, y sintió que se encontraba al frente de algo que no sabía cómo era.

Un giro en la vida
Cuando salió del instituto, Carlos se dirigió, como siempre, a Cañón Oculto y allí se encontró con un primo que lo animó a viajar con él a Santa Cruz.

Para el animador, salir del instituto, ir al campo y que luego lo inviten a visitar Santa Cruz fue como regalarle una nueva vida.
“Me he enamorado de Santa Cruz, que en 1974 no era ni la sombra de lo que es ahora”, cuenta con ese típico acento de los hombres y mujeres del sur.

Cuando llegaron a la capital cruceña, como traían muchos discos de vinil con música que casi no llegaba a la ciudad, lo que hacían,entre los dos, era grabar esas canciones en casetes y los vendían. Carlos empezó a grabar su voz en esos casetes y en una de esas, decidió visitar la radio donde trabajaban dos amigos suyos, Estación Camba, de Carlos Ribera. Cuando el dueño escuchó su voz, le propuso que se haga cargo de un programa y le dio un horario para conducirlo.

Eran tiempos difíciles, los primeros tres meses de trabajo vivió en la misma emisora. “Mi amigo Juan cerraba la radio y yo me quedaba a dormir adentro tapado con papel de diario sobre un escritorio y su hermano David abría la radio al día siguiente, me daba una bicicleta y yo me iba a su casa a lavarme la cara. No necesitaba nada porque la radio era todo para mí”.

El gran paso
En 1976, Juan Francisco Flores, propietario de la radio Marítima, lo invitó a formar parte del staff. Estando allí, ‘Coty’ y ‘Ñango’ Banegas, propietarios de Acuario, la única discoteca de esa época, lo invitaron para que presente a un grupo musical de renombre.

Carlos tuvo un curso acelerado de animación porque cuando esa noche subió al escenario, lo único que atinó a decir fue: señores, buenas noches, aquí están Los Dislocados de Chile. Luego, se bajó del escenario y al día siguiente en la radio, Flores lo llamó y le dijo que el animador es parte del espectáculo. “Ese fue mi curso de animador (risas), así que para qué me dijo que era parte del espectáculo, me he metido y le puse todo lo mío”, relata.

Allí, Carlos se codeó con los grandes de la canción. Entre su repertorio menciona a Los Viscontis, Gladys Moreno, fue el primer animador en presentar a Los Kjarkas en Santa Cruz, entre otras muchas anécdotas que se le vienen a la mente.
“De ahí tengo los recuerdos más bellos porque ahí fue mi oportunidad de enfrentarme con el público”, enfatiza Carlos.

Un alto por dos años
A inicios de los 80, Carlos decidió viajar a Río de Janeiro (Brasil) para visitar por dos semanas a su hermano y a su madre que se encontraba allá, pero esas dos semanas se convirtieron en dos años y el radialista no quería volver porque la pasaba bien.

Los medios de comunicación quedaron a un lado y él, junto con su amigo Jorginho, se dedicaban, a elaborar y vender unos bolsos que si se los doblaba quedaban como carteras.

El brasileño los elaboraba en la noche y Carlos pasaba por la mañana a recogerlos, iba a dejárselos en consignación a las peluqueras de la avenida Río Branco y luego se cruzaba a la playa hasta las 17:00, hora en la que volvía por el dinero, con eso compraba el material y se lo dejaba a Jorginho. “Por eso es que no me quería volver de Brasil (risas)”.
Solo regresaba a la frontera para sellar su pasaporte y en uno de esos viajes decidió visitar a los amigos en Santa Cruz. Eran mediados de 1981 y se le ocurrió visitar a su familia en Yacuiba.
Unos amigos suyos habían formado su grupo folclórico, Los Iluntas, (que en lengua de weenhayek significa Los Caminantes) que un año antes habían ganado como grupo revelación en el Festival de Cosquín. Fue con ellos que conoció todo el territorio argentino en sus giras, donde trabajaba como su presentador.

En 1983 regresó a Santa Cruz pero en su paso por Tartagal, la radio Géminis lo invitó a conducir un programa.
Un anécdota que recuerda de esta época fue que, como el programa se emitía en las noches, los maestros y directores de los colegios nocturnos les llevaban las listas de los alumnos que no habían asistido a clases. Cierta vez que vieron a uno de ellos ‘chuñearse’, nombraron a los faltones al aire, lo que ocasionó que a la salida, todos los esperaran en las puertas de la radio muy enojados. “Nunca más nombramos a los faltones (risas)”.

Probando la TV
En 1985, estando en Yacuiba, surgió la idea de crear el primer canal de televisión. La gente anhelaba ver el Mundial de fútbol del 86 en su propio canal, incluso, los pobladores donaban dinero para cumplir ese sueño.
Algunos de los muchachos que estaban interesados en incursionar en este medio viajaron a Santa Cruz para practicar en el canal 5 de Oliver Richards.
“Me quedé a trabajar allí, en Yatel, que ahora es Cotelya. Muchos de los que ahora son comunicadores han tenido que ver con ese canal. Allí me quedé y en 1989 me casé y también falleció mi padre”, relata.
Con las ganas de seguir creciendo viaja a la capital tarijeña a principios de los años 90, donde consigue su espacio en una radio para transmitir Langamanía, además comenzó con la organización de algunas peñas folclóricas. Paralelamente trabajó en un programa de televisión al vivo, Abrazo en domingo, que tenían un restaurante como set.

Una nueva etapa
Santa Cruz nuevamente le guiñó el ojo y Carlos se viene con su familia. En 1995, es invitado para reemplazar a ‘Pepe’ Gutiérrez en la animación de las noches de conciertos en la Expocruz, Gustó y se quedó, y ya son 20 años que sigue sobre el escenario principal de la muestra ferial más grande del país.
“Allí presenté a Paulina Rubio, Julio Zabala, Garibaldi, Los Nocheros, Soledad, Chaqueño Palavecino, Los Kjarkas, el orgullo de presentar a Azul Azul, era para mí un amor tan grande por este grupo, porque hacía poco que los presentaba en Palladium, eran grandes en lugares pequeños”.

En 1997 nació su programa de televisión Chaco y punto y las invitaciones comenzaron a llegar. En 2003 inicia su versión radial en radio Santa Cruz y dos años después se animó a organizar La Chaqueñada en Sonilum hasta 2012.

Con el programa de televisión se animó a presentar un demo a Argentinísima Satelital, un canal de cable, con la idea de grabar un programa similar pero mostrando el chaco Argentino.
“A los 16 programas nos premiaron los artistas argentinos y el Ministerio de Cultura en una actividad que se hace en Salta con todos los programas culturales que se hacen en el país. Nos dieron el premio Martín de Güemes”, recuerda orgulloso, aunque lamenta que tuvieran que dejar de lado el proyecto porque no podían abastecer con la producción para dos países.

El no a la política
Ha recibido invitaciones de políticos para que se una a sus partidos, pero Carlos no cree que sea de la raza de ellos “Tienen la piel aceitosa porque todos los insultos que reciben, les resbala”., bromea y agrega que “El político es una raza a la que yo no pertenezco. Los respeto a todos pero tengo miedo que me haga daño cuando me insulten”, comenta.
Para la reciente elección que hubo este año, Carlos acompañó a un amigo suyo en las campañas, pero grabándole sus spots y sus jingles. “Lo hice porque lo conozco, porque sé lo bueno y honrado que es”.

Agradecido con la vida
Carlos agradece también averse mantenido alejado de los vicios del espectáculo que tanto mal han hecho a mucha gente que conoció.
Si bien en su juventud fue difícil, cuando se casó y tuvo a sus hijos Diego, Graciela y Carlos, fue más fácil porque estaba enfocado en otras cosas, admite.
“Los vicios no son buena compañía, no te llevan a ningún lado, te muestran caminos horrendos, difíciles, se te dificulta todo y caés en la mentira”.
Recuerda que al principio cuando bajaba del escenario y encontraba a los amigos en las mesas, le invitaban de todo, hoy, para evitar esto, baja con su propio vaso.

Carlos se confiesa creyente de Dios, pero no cree en las religiones porque consiera que hay mucha confusión con palabras distintas. Él agarra lo que cree que es bueno de cada cosa, pero además cree que lo mejor para comunicarse con Dios es comportándose bien.
“Hay un sol adentro nuestro que brilla mucho más fuerte que ese sol que vemos y si le das bola, ese es el representante de Dios, ese es el que lo representa en tu ser y si vos lo alimentas no vas a precisar molestarlo. Ahora, cuando estoy mal de la columna lo molesto, le digo hermano dame una mano (risas)”.

Así es Carlos Langa, la voz del chaco, un hombre sencillo, que va por los rincones de Bolivia haciendo conocer su cultura, aquella la de la chacarera, la del bombo y la del violín

Fuente: eldeber.com.bo