Dos hombres y un destino


pedroshimosePedro ShimoseEl neurólogo británico Oliver Sacks (Willesden, Londres, 09.07.1933 – Nueva York, 30.08.2015) escribió libros científicos dignos de ser leídos: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985), Veo una voz: viaje al mundo de los sordos (1989), Un antropólogo en Marte (1995), Musicofilia (2007), Los ojos de la mente (2010), Alucinaciones (2012), entre otros.La gran aportación de Sacks fue su convicción de que todas las rarezas son normales, de modo que serían normales las rarezas del general Melgarejo y sus melgarejadas, las del general carnavalero Hilarión Daza y su retirada de Camarones; las del ministro que un día sostiene que la economía blindada marcha a todo vapor y al otro reconoce que “las exportaciones del país caerán hasta 3.000 millones de dólares”; las del vicepresidente que se creyó Robespierre, el jacobino, y acabó siendo Talleyrand, el príncipe… Todas las rarezas son normales, según Sacks.Por eso no deberíamos censurar las rarezas del único alcalde cruceño que le dio un pico a una reina auténtica y acaba de apoyar la cuarta elección consecutiva de su alma gemela. En la inauguración de la escuela fiscal Elfy Ribera, le dijo al hombre que estaba sentado a su lado: “Esté tranquilo. Usted es un buen presidente, un hermoso ser humano, un buen amigo de la patria. Si puede, ¡quédese!”. Y para que todo el mundo se enterara, se lo repitió en inglés: “Don’t go, please stay here!” (EL DEBER, 24.09.15). En inglés le suplicó, “No se vaya, por favor, ¡quédese!”. En español fue más cauto: “Si puede, ¡quédese!”, le dijo, mientras el de Orinoca sonreía, tranquilo, porque sabe que “está pudiendo quedarse, nomás”… con la ayuda de una oposición dividida.Las rarezas del alcalde son algo normal. No hay que llevarse las manos a la cabeza por lo que hace o dice. Cruceñazo de pura cepa, político corrido en siete plazas, capaz de hacer piruetas, arrodillarse, gatear, cantar la palinodia y aderezar sus discursos con chistes y dichos cambas, cortés y simpático (con los periodistas, sobre todo), un alcalde con vista de lince, aunque a veces se haga el ciego para toquetear a las peladas que le consienten y ríen sus ocurrencias. Es un buen alcalde, un hermoso ser humano, un buen amigo que se sacrifica por servir a su tierra. No tiene angurria de poder. Sigue montado en el machito porque el pueblo se lo pide a gritos y él –como su cumpa del altiplano– obedece al pueblo. Tenés razón, Oliver Sacks, todas las rarezas son normales. Con el tiempo, uno se acostumbra. // Madrid, 09.10.2015El Deber – Santa Cruz