“¿Entendido….has escuchado?”


Vocifera el Jefe de Estado a una periodista, delatando una personalidad intolerante y autoritaria que se solaza haciendo sentir a otros su poder.

image El presidente Evo Morales en una reunión con corresponsales extranjeros a quienes trata en forma deferente. La intimidación y las humillaciones las reserva para los periodistas de medios bolivianos. (foto de Abi)

Alguien podría opinar que ya debiéramos estar acostumbrados a los permanentes exabruptos del presidente Morales contra la prensa y tomarlos como una parte de su contradictoria y folklórica personalidad. Sin embargo no podemos hacerlo ya que eso significaría avalar una conducta más que reprochable y que muestra a las claras su talante autoritario.



Evo no deja pasar una oportunidad para agredir a los periodistas (preferentemente a las mujeres) y ante la falta de argumentos para responder a preguntas que le resultan incómodas, recurre al fácil expediente de identificarlos con la oposición “neoliberal” o pretender darles normas para que desarrollen su trabajo.

Para su poco entendimiento, cualquier pregunta que ponga en evidencia las fallas de su gestión es un producto de una oscura conspiración del “neoliberalismo”, al cual sindica ser la causa de todos sus desvelos aunque difícilmente podría describir cuales son los fundamentos de este sistema político y económico.

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En una de sus recurrentes reacciones primarias le vociferó a la periodista: “¿entendido… has escuchado?” al ordenarle que publique textualmente su declaración y añadió que ¡cuidado! "voy a controlar". Ciertamente son expresiones que cualquier persona de mínima educación (no estamos hablando en este caso de cultura) evitaría utilizar al dirigirse a otra, así sea su dependiente o subordinado.

Delatan una personalidad intolerante y autoritaria, que surge del resentimiento y que se solaza haciendo sentir a otros su poder. El caso de Evo podría aportar importantes insumos para el estudio de los psiquiatras que estarían interesados en determinar bajo que circunstancia personas que podrían haber sido anodinas, por el ejercicio del mando terminan creyéndose infalibles y depositarios de todas la virtudes.

Esas personas se muestran humildes y sumisas cuando se dirigen hacia los poderosos (no hay más que ver como Evo se dirige al venezolano Hugo Chávez) pero se muestran prepotentes, intolerantes y soberbias cuando se dirigen hacia otros que saben no tienen posibilidad alguna de réplica o de defensa como ocurre en este caso con la mayoría de periodistas (incluidos los pobres comunicadores de los medios estatales) que deben soportar a Evo porque tienen que ganarse el salario y cumplir con la cobertura de la fuente asignada por la empresa.

Estas reacciones no pueden ser atribuidas solo a la escasa formación intelectual o humanística del presidente del Estado Plurinacional. Pareciera que las raíces o causas tienen algo que ver con una patología que en la terminología psiquiátrica se conoce como paranoia.

Esta patología no resulta muy peligrosa cuando se presenta en personas comunes pero se torna preocupante cuando el que la padece es quien conduce los destinos de todo un país.

Evo Morales es genio y figura. Si bien en el exterior gusta mostrarse como ferviente demócrata obligado a luchar de manera permanente contra las conspiraciones de una derecha que solo existe en su imaginación, en los hechos se comporta como lo que es: un déspota, cuya misoginia disimula poniendo en su gabinete a varias mujeres que en su mayoría cumplen el rol de floreros.

Evo debiera preocuparse por sus modales por cuanto lo indígena no es un argumento para justificar la ignorancia o la simple grosería, si no que se lo digan unos cuantos de su entorno como el canciller Choquehuanca que es indígena pero educado. Por otra parte es claro que el presidente no práctica una virtud que atribuye a los campesinos que es la del respeto a los demás y, por el contrario, muestra actitudes que algunos escritores atribuyeron al cholo desclasado y resentido.