
Por eso haría falta conocer de antemano la susceptibilidad de cada individuo, algo que parecía imposible hasta que Hall descubrió el placeboma, un conjunto de genes implicados en esas respuestas.
Según un estudio publicado el pasado mayo, identificar mediante cribados genéticos a las personas más adecuadas para integrar los ensayos clínicos aumentaría su fiabilidad, ahorrando tiempo y dinero. Pero mientras esto no sea posible, y si sabemos que las vías neuronales del placebo pueden cambiar el resultado, “debemos incluir un tercer grupo, sin ningún tipo de tratamiento, que permita detectar sus consecuencias”, sugiere la científica. Esta técnica podría revolucionar la forma en la que se llevan a cabo las pruebas de nuevos fármacos.
Fuente: www.muyinteresante.es
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