
Entre todas las empresas del Estado se llevan la mitad de la plata que debería servir para mejorar la situación social de los bolivianos, generar productividad y construir obras de infraestructura de calidad. A estas alturas no vamos a extrañarnos por la descendencia del presidente y tampoco asombra el hecho de que en Bolivia ya no existan licitaciones.
Los sobreprecios y otras irregularidades no asustan a nadie y hace mucho que se sabe que esos proyectos manejados por los chinos están atrasados, mal manejados y todos dudan que algún día los puedan terminar para producir algo, aún cuando sea con pérdidas, como está pronosticado. Así ha pasado a lo largo de nuestra historia con el estatismo, pero al menos un ovillo de hilo salió de la famosa hilandería, por citar uno de los tantos ejemplos. Con estos cuentos y cuentas chinas la cosa tiende a empeorar.
Fuente: El Día
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