Un culebrón puede ser esclarecedor


ECHALAR2Agustín Echalar AscarrunzLa última semana la discusión política boliviana ha descendido a niveles muy bajos, a chismes de alcoba y eso no es ni bello ni edificante; sin embargo, es posible que sea necesario.  En algunos medios de comunicación y en las redes sociales se lee el deseo de dejar de lado el culebrón, los aspectos de la vida privada del Presidente y de la mujer con la que tuvo un hijo, y se clama por concentrarse en «lo que verdaderamente importa”, vale decir, el tráfico de influencias.Es una gran ingenuidad el querer separar lo uno de lo otro. Y es  que para empezar  sólo se puede hablar precisamente en este caso de un tráfico de influencias, si es que se tiene bien claro el tipo de relación que existió y existe  entre el señor Presidente y la ciudadana Zapata. Es más, por lo menos hasta ahora, lo único que de alguna manera certifica que ambas personas tuvieron alguna relación es que engendraron un hijo. De no existir ese documento no se podría saber nada respecto a la relación que tuvo el Primer Mandatario con la gerente comercial de la empresa china que tantos buenos negocios está haciendo con el Estado boliviano.Para buscar la verdad se tiene que saber qué clase de relación y durante qué tiempo tuvo el Presidente con Zapata. No es un detalle sin importancia, sólo la enorme diferencia de edad entre el Primer Mandatario y la joven, sino el que ella estuviera al borde de la minoría de edad cuando interactuaron inicialmente.  (Claro que los actuales 29 años es posible que sean, lo que en publicidad se llama, referenciales).La investigación no puede separarse de los detalles del que llaman  culebrón, porque puede ser que ahí estén las pistas. Aclaremos que una investigación que se concentre solamente en los contratos, difícilmente encontrará irregularidades. No se encontrará  la cláusula que diga el porcentaje de la coima, si ésta la hubiera, menos el nombre del destinatario. El problema con la corrupción es que si ésta es hecha con inteligencia puede no ser descubierta jamás. Salvo que de pronto alguien comience a vivir muy por encima de sus posibilidades.Es importante no olvidar que hay prácticas que llevan a la corrupción o que la facilitan. Una de ellas es la compra directa de bienes y servicios. Por ejemplo, la compra de un avión de 38 millones de dólares. Este tipo de negocio ha sido consolidado por el actual Gobierno y los ciudadanos tenemos derecho de sospechar.  Los gobernantes, por su parte, tienen la obligación de despejar todas nuestras dudas.No han hecho un buen trabajo los del Gobierno en esto de despejar las dudas. Están, por un lado, las contradicciones entre el Ministro de la Presidencia,  victimizando a un niño de ocho años, atacado supuestamente por la prensa,  cuando el Presidente, un par de días después, informa que el niño murió el mismo año de su nacimiento. Hay demasiados cabos sueltos y es posible que éstos sean sólo eso, pero tienen que ser revisados. Gabriela Zapata va a sufrir fuertes atropellos a su privacidad, pero es importante saber el verdadero sentido de su relación con el Presidente. De eso depende no sólo el buen nombre de Su Excelencia, sino su futuro político.Hay algo que llama la atención: en el mundo real, si un gerente comercial causa un escándalo de las dimensiones del caso Zapata, sea voluntaria o involuntariamente, esa persona es retirada de la compañía. A fin de cuentas, una empresa seria no tiene por qué verse involucrada en los líos de sus empleados,  peor si son de sábanas.  Pero el apoyo que la funcionaria ha recibido de la empresa puede ser leído de manera que invita a mayores especulaciones.Evidentemente este es terreno fangoso y hediondo, pero lo democrático y lo justo es pasar él. Si el Gobierno y Zapata pudieran dar una versión convincente de su inocencia seguro que se les creería. El miércoles pasado hicieron exactamente lo contrario, por un programa de noticias mercenario.Página Siete – La Paz