Maggy TalaveraOtra vez la muerte de inocentes minando la vida. Otra vez El Alto poniendo los muertos. Otra vez la matraca oficial activada para camuflar los hechos. Otra vez nosotros, todos, en la espera inerte del paso del cortejo fúnebre que se lleva todo a la tumba: los huesos, la carne, las historias de risa y llanto de los que se van sin haber querido irse. Y con ellos, las pruebas necesarias para desvelar la verdad. Ya nada parece ser capaz de llevarnos más allá del lamento coyuntural que le sigue a los anuncios de saldos trágicos registrados en hechos relacionados con el Estado.Es como si de tanto oír estallar la misma bomba, nuestros tímpanos se hubiesen atrofiado, al igual que pupilas y corazones, llevándonos a actuar como máquinas registradoras que se limitan a contabilizar, automáticamente, el stock de muertos. Tal vez por eso las muertes quedan en nada. Sus autores lo saben y gozan su impunidad.Solo considerando las muertes políticas registradas en Bolivia en los primeros 25 años de recuperación de la democracia (1982-2007), esas suman 240, según un informe elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos y presentado a Acnur y a la OEA en julio de 2009. Lejos de ir reduciendo hasta alcanzar al menos solo dos dígitos, esas muertes políticas van sumando cruces en el cementerio de la democracia boliviana, al que tanto contribuyen los excesos del poder de turno. Excesos como el visto nuevamente en El Alto el miércoles, cuando una turba tomó por asalto la Alcaldía y le prendió fuego, sofocando a sus ocupantes hasta provocar seis muertes y alrededor de 20 heridos.La cronología de los hechos, las pruebas físicas y documentales, así como las probadas contradicciones en las versiones oficiales, llevan a inferir que hubo una premeditada provocación y negligencia desde el Gobierno. No es la primera vez. Recuerdo a Carlos Valverde identificando, hace 4 años, una constante de violencia de Estado alentada por el Gobierno a cada cierto tiempo. “La gran mayoría de los muertos -afirmó entonces- tiene relación con el espacio político ganado por Evo, no quedan dudas.Es el MAS, a través de su Gobierno, el que decide matar”. Era enero de 2012 y ya sumaban 63 las muertes políticas en la gestión de Morales. A fines de 2009 llegaron a 74. ¿Cuántas sumarán a la fecha? ¿El conteo seguirá hasta 2019?El Deber – Santa Cruz