[vid url=http://cd1.eju.tv/video/1406/PB1604060700.mp4]Masters Augusta 2016Este año jugará los cuatro ‘major’
Circular por Magnolia Lane, la avenida que da acceso a la casa club del Augusta National, escenario esta semana del primer Grand Slam del año y el más exclusivo, ha terminado de dar sentido definitivo a la vida de Rafa Cabrera-Bello (Las Palmas, 1984).
«Jugar el Masters es la principal razón por la que me hice golfista», dice sin ambages.Conserva la cara de crío que tenía en 2002 cuando fue cuarto en un Open de España que ganó Sergio García con el que ha compartido casa y confidencias la semana pasada en Houston, en un torneo del PGA Tour, circuito al que no tenía acceso porque estaba fuera de esa guagua que es la locomotora del golf mundial: los 50 primeros del ránking.
Hoy ya es el 33 después de haber sido cuarto en Texas.Su trayectoria iniciática -ganó todos los Nacionales amateurs de su edad desde que tenía 7 años hasta los 18- y ese abril mencionado en Maspalomas hizo que se le designase como el cuarto eslabón de la gran cadena del golf español, tras Seve, Olazábal y Sergio, casi coetáneo. Admiró a los dos primeros. De José María dijo cuando le corrigió el putter que no era lo mismo «que te diera la misa el párroco de tu pueblo que el Papa» y fueron sus dos victorias en Augusta, las que más le marcaron.
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«Yo tenía nueve años cuando ganó la primera y verle ganar esta y la de 1999 fue lo que más me impactó por encima de otros acontecimientos», cuenta por teléfono antes de salir a entrenarse.
El día de los 60 golpesCriado en una familia de golfistas enormemente unida -su apellido no es compuesto sino que ha añadido el guión al paterno y al materno, un lazo indivisible-, donde su hermana Emma llegó al Circuito Europeo y Miguel, tras acabar la universidad, ha probado en el circuito alemán, Rafa atravesó un camino de rosas y espinas. Fue capaz de tirar 60 golpes la última jornada en el Open de Austria de 2009 para ganar su primer torneo importante y, antes, haber tenido que batirse en la segunda división en 2008, como castigo a un 2007 donde las cosas no salieron rodadas.
Jugar el Masters es la principal razón por la que me hice golfista»»Dudaba mucho de mí. No tenía paciencia. No tenía una rutina de defensa y todo eran preocupaciones», recuerda. Pero ese paso por el Challenge provocó un cambio radical. Fue su graduación.Su camino hacia este punto ha sido progresivo. Desde los comienzos tuvo como gran maestro a David Leadbetter, un instructor que alcanzó gran reputación con los talentos de los 80 y los 90 como Faldo, Price, Norman y Els.
Ha sido su gran mentor con las pequeñas ayudas en el putt que le proporciona Olazábal ocasionalmente. «El putt ha sido mi talón de Aquiles. Ahora son más regulares. Es verdad que como me pasó en las semifinales del Mundial match play (acabó tercero), pues a veces fallo. Pero ahora soy capaz de recuperarme después de una mala jornada con ese palo».Por fin ha llegado su momento. Jugará los cuatro grandes y los Juegos Olímpicos. Aspira también a estar en el equipo europeo de la Ryder en septiembre en Minnesota. «Es un objetivo, por eso tenía tantas ganas de hacerlo bien en Houston. Mi corazón estaba ya aquí, pero mi cabeza estuvo siempre en ese torneo».Ver a Olazábal con las dos chaquetas es el acontecimiento que más me marcó»
Aún le quedan dos días para aprender un campo, del que saldrá a final de semana sin haberlo comprendido del todo. «No he estado nunca, aunque me conozco los hoyos de haberlo visto tantas veces por la tele. Pero también sé que se necesita mucha experiencia para entenderlo, que un golpe muy bueno si te vas un palmo termina siendo una birria. Intentaré aprovechar los entrenamientos al máximo y preguntaré mucho a Olazábal», aunque tendrá que ser por teléfono porque no acude este año por una lesión.
Confiesa que sus expectativas son altas, pero sabe que no colman lo que supone estar en el jardín más bello del deporte mundial que diseñaron al alimón Bobby Jones y Alister Mackenzie a comienzos de los años 30. «Sólo espero que cuando pegue el primer golpe el jueves, ya no sienta que estoy en el paraíso y que sólo piense en jugar al golf de la mejor manera que sé».Igual que el surfComo canario tuvo fácil el contacto con el surf obviamente. Ahora en Bali, donde pasa largas temporadas, lo practica en los periodos de descanso.
«Es mi válvula de escape mental», revela. «Me recuerda al golf porque es un deporte en el que estás en contacto con la naturaleza y se asemeja. Cuando ves llegar la ola hay que ir a por ella porque si se va, ya no vuelve. Habrá otra, pero no esa. El golpe en el golf es lo mismo. Si te sale mal, no puedes pensar en eso, sino en que tendrás una ocasión para intentar remediarlo».170 kg en sentadillasCabrera-Bello siempre dispuso de un físico privilegiado. Rondando el 1,90 responde al estereotipo de golfista del siglo XXI.
Pero además no ha escatimado esfuerzos en el gimnasio, especialmente desde que contrató los servicios de Emilio Pereira, el preparador que trajo Jiménez al golf. «Este año he aumentado algo de pegada, pero con un plan específico dedicado a este deporte. Han sido 16 semanas distribuidas en diferentes fases: una de peso corporal, otra de ejercicios de movilidad para prevenir lesiones y luego cargas muy muy altas, pero de pocas repeticiones. He llegado a levantar 170 kg en sentadillas (lo que promedia un equipo de rugby). Pero sólo en repeticiones de dos», matiza.
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