El Nuevo Día. Editorial. Borges decía que la democracia es el abuso de la estadística y seguramente hubiera reforzado su opinión si viera lo que está ocurriendo en Bolivia, donde un presidente quiere imponerse sobre todo un país con el 80 por ciento de votos obtenidos en menos de la mitad del territorio.
Con la arrogancia que le da un único cómputo nacional en el Referéndum Revocatorio, Evo Morales se dio el lujo de burlarse de los prefectos el miércoles, a quienes llevó a las apuradas hasta La Paz y devolvió al día siguiente con las manos vacías y el sabor amargo que han lamido siempre las regiones que han renegado del centralismo.
Mientras que el MAS sobrevalúa los votos del domingo, obtenidos a fuerza de fraude y un oprobioso prebendalismo, en las regiones donde ganó la autonomía por cuarta vez no pueden malgastar el apoyo de la gente. Los cinco departamentos del oriente y sur del país concentran el 60 por ciento de los votos por el No a Evo Morales de todo el país, pese a que los votantes de estas regiones suman el 34 por ciento del total nacional. En las cuatro jurisdicciones de la Media Luna, más del 65 por ciento de la gente respaldó a sus prefectos y en consecuencia al proceso autonómico que llevan adelante.
El MAS sabe que puede perpetuarse con esta ecuación, siempre y cuando los departamentos de la Media Luna sigan siendo pacíficos rehenes del modelo andinocentrista, al que Evo Morales le ha agregado el componente hegemónico aymara, un comunitarismo que sólo existe en la mente de los operadores del Gobierno y un socialismo que desapareció de la faz de la tierra.
¿Se puede hacer un gran pacto nacional en estas circunstancias? Obviamente que sí, pero el MAS tendría que renunciar a la Constitución que perpetró el Oruro a fuerza de sangre. En los hechos, lo que trata es de compatibilizar ese texto con los Estatutos Autonómicos aprobados en cuatro departamentos, algo que más parece una trampa que una opción viable para propiciar el entendimiento entre dos visiones de país que están a punto de desatar un quebrantamiento de la unidad territorial.
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La ventaja del escenario actual es que por primera hay dos grandes interlocutores que pueden hablar claro sobre un tabú llamado crisis de Estado. En términos concretos, esta crisis convoca a resolver la convivencia entre dos naciones dentro de un mismo territorio, un problema que ha sido resuelto de manera violenta en muchos casos, pero que también puede seguir un camino pacífico. Ejemplos sobran en el mundo.
El grave problema de Bolivia no se va a resolver con un desempate en las urnas. Evo Morales, uno de los líderes más votados en la historia electoral boliviana, no podrá imponerse en todo el país –como pretende- por más votaciones que convoque. Lo que conviene es buscar la sinceridad y pensar en una salida definitiva, por más escozor que provoque esta idea en los megalómanos que rodean al Palacio Quemado.
La ventaja del escenario actual es que por primera vez en la historia hay dos grandes interlocutores que pueden hablar claro sobre un tabú llamado crisis del Estado boliviano. En términos concretos, esta crisis convoca a resolver la convivencia entre dos naciones dentro de un mismo territorio.