Roberto Méndez*El dicho que la esperanza es lo último que muere surge de la mitología griega, cuando Pandora, una mujer a la que Zeus le había entregado una caja, dejara escapar todos los demonios, pero que al final, en el fondo, encontró al último viento que no había escapado. Era Elphis y se llamaba el espíritu de la esperanza.A ese espíritu tenemos que apelar ahora en esta crisis que ha tocado fondo en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno.Y todo por la búsqueda del poder político, en un sistema de elección, que ha quedado demostrado es la causa de todo.Porque es precisamente por la politización, por la búsqueda del voto, del manejo de los recursos económicos y del poder que los candidatos importan desde afuera, el prebendalismo y populismo expresado en un derroche increíble de regalos de poleras, pintado de uñas, futbolines, churrascos y fiestones al estilo de Viña del Mar en Santa Cruz.Pero tanto va el cántaro al agua que terminar por romperse, dice un viejo refrán que los estudiantes dieron un voto castigo y marcaron en la casilla del más modesto de los candidatos, tal vez no con la intención que sea rector, si no para dar un mensaje de cansancio por ese tipo de prácticas de los candidatos.Y entonces quedaron en evidencia las fallas de la Corte Electoral permanente que decide enfrentar el claustro con cuatro de los cinco vocales, dos estudiantes y dos docentes, reflejando debilidad desde el principio, desde la inhabilitación y habilitación de algunos candidatos y el cierre de los módulos universitarios en dos oportunidades, antes del 8 de julio.Poco después todo fue de tumbo en tumbo. Papeletas, ánforas que no llegaron a tres facultades, lista de jurados en las que figuraban los propios candidatos y mesas que empezaron a funcionar después del mediodía, formaron parte de ese coctel amargo que se ha bebido.El otro componente, el peor, fue la violencia desatada inicialmente el 8 de julio malvivientes que se incrustaron apoyando a algunos candidatos y que fueron utilizados como grupos de choque para asaltar las ánforas o arrebatar las actas en lugares donde estaban perdiendo.Hasta que estalló la violencia luego de la supuesta anulación de las actas en las que dejaban al candidato modesto afuera de la segunda vuelta.A partir de ahí las corrientes de expresión han sido para llevar agua a su molino hasta el pedido de anular las elecciones para rector y resultado de ello tenemos una universidad cerrada y con estudiantes atrincherados, sin agua y comida adentro y con otros alumnos en la incertidumbre queriendo pasar clases, dar examen y salvar el semestre.Y vivimos situaciones parecidas a las de las universidades de Cochabamba, Tarija y el Alto, en la que aún persiste el caos generado por la politiquería barata.En limpio queda que el sistema de elección de autoridades en el sistema público no es el adecuado y que en un congreso se debiera estudiar otra modalidad, como fortalecer un escalafón docente y en que se privilegien los méritos académicos para ser autoridades. De ese modo los profesores tendríamos que preocuparnos por escribir más libros, realizar más investigaciones y tener más títulos para aspirar a los cargos.Esa modalidad quitaría del mapa esa anarquía que ahora existe de autoridades que quieren recuperar lo que han invertido en su campaña realizando manejos oscuros y de alumnos que en vez de preocuparse por aprender, quieren ser políticos de profesión, y ahora mismo están recolectando firmas para buscar el voto igualitario, mientras se levantan voces de los candidatos perdedores en la primera vuelta, que exigen la nulidad total de las elecciones.En ese escenario sesionará el Ilustre Consejo Universitario, la máxima instancia universitaria para decidir el rumbo a seguir y en el que de nuevo, una vez salidos todos los demonios de la caja de Pandora, queda la esperanza de reencausar todo por el sendero que dice la misión de la UAGRM: formar profesionales con conocimientos y valores y promotores del desarrollo social.*Periodista y docente de la UAGRMEl Día – Santa Cruz