Una permisiva política empuja a los campesinos pobres a sumarse a la gran industria del polvo blanco que es la única en franca expansión en el país.
No es necesario ser demasiado acucioso para darse cuenta que en los últimos cuatro años, el narcotráfico ha incrementado sus actividades en el territorio nacional. Esto queda demostrado con las crecientes incautaciones de cocaína, pero, por sobre todo, por el incremento de la violencia que como se sabe, siempre acompaña a esta actividad ilegal.
Hasta el momento las autoridades gubernamentales prefieren mirar hacia otro lado y mostrar casos como los de San Ramón como hechos aislados. Sin embargo la fuerza de los hechos los están sobrepasando y la realidad se está mostrando con toda su crudeza. Todo indica que Bolivia está en camino o ya se ha convertido en santuario del narcotráfico, una condición que cualquier país del mundo se cuidaría mucho de tener.
Hace unos días el candidato a la presidencia del Brasil, José Serra hizo una declaración que no puede ser menos que preocupante: El gobierno de Bolivia es cómplice en el tráfico del 90 por ciento de la cocaína que ingresa al vecino país. No lo dijo el canillita de la esquina; lo dijo alguien que seguramente se habrá informado antes de lanzar una afirmación de esa magnitud.
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Las autoridades bolivianas apenas si atinaron a responder una acusación de tal calibre. Como sucede siempre que no tienen argumentos se limitaron a decir que se trata de una afirmación política.
Sin embargo hay indicios que corroboran la afirmación del candidato brasileño. En Bolivia desde hace tiempo estarían operando el Primer Comando Capital y el Comando Vermelho, bandas rivales que conjuntamente controlarían casi todo el tráfico masivo y al menudeo de drogas en el Brasil, además de caracterizarse por sus métodos cerrilmente violentos.
A esto se acompaña la presencia de narcos colombianos, que se dice son los más numerosos en el país, además de paraguayos, mexicanos, libaneses, serbios y de otras nacionalidades que estarían operando en el territorio al amparo del nulo trabajo de inteligencia que se realiza luego de que el gobierno del MAS, en un alarde de bravuconada determinó la expulsión de la agencia antidrogas norteamericana (DEA).
Algún malpensado podría suponer, y con muchos elementos, que se trataba de facilitar el trabajo de los narcos ya que así ha ocurrido efectivamente. Las bandas de narcotraficantes se asientan en países donde tienen ciertas ventajas para operar que es precisamente lo que está ocurriendo en la Bolivia que tiene de Presidente al dirigente cocalero Evo Morales.
De hecho, si comparamos con lo que ocurría hace unos cuatro años, los organismos de lucha antidroga se han debilitado ostensiblemente y solo cuentan con tres helicópteros que de buena gana dejaron los gringos para que la lucha contra el narcotráfico no se paralizará totalmente. Los dos helicópteros que se adquirió para la Fuerza Aérea hace unos cinco meses son para uso exclusivo de Evo Morales que cuando no esta de turista gastando recursos en el exterior lo hace en el país, yendo de un lado para otro, para inaugurar «proyectos», canchitas de futbol o asistir a eventos políticos de sus afines, en tanto los policías de la FELCN andan rompiendo monte a pie ¿será por eso que no logran detener a ningún capo mafioso?.
De esta forma nos vamos deslizando por una peligrosa pendiente que podría conducir a que Bolivia sea declarado un país interdicto o un narco-Estado debido a lo poco que hace el gobierno para luchar contra el narcotráfico y que, por el contrario, permite el incremento de los cultivos de coca. Con esto se ha creado una casta narco-cocalera en el trópico de Cochabamba y otras regiones del país, cuya bonanza económica ya quisieran los verdaderos indígenas y agricultores de otros pueblos paupérrimos, a quienes en un odio enfermizo contra el «imperio» todavía Evo les está por quitar hasta el apoyo de USAID.
Y si esto sigue así que no venga el gobierno a hablar de lucha contra el delito, porque en realidad esta empujando al resto de campesinos e indígenas pobres del país a sumarse a la gran industria del polvo blanco -como lamentablemente ya lo están haciendo los ayllus potosinos-, puesto que es la única empresa en franca expansión en el país.