Ivan Arias Durán«Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Rubén Costas, Luis Revilla, Ernesto Suarez y otros en vez de mantenerse en silencio deberían, en un solo coro, unir sus voces y voluntades dejando de apostar a eso de “a mí no me va tocar”
El gobierno ha iniciado una estrategia de descabezamiento de líderes de la oposición que no tiene visos de detenerse sino de profundizarse hasta acallar las voces disidentes. El modelo venezolano, no solo está madurando en Bolivia, sino que ya se lo está ensayando. La máquina del Estado se ha puesto en marcha para triturar a cualquiera que se atreva a poner piedras en el camino de la eternización en el poder. La cúpula gobernante ha decidido cortar cabezas: “cuanto más nos acerquemos al 2018, será más difícil encarcelarlos o inhabilitarlos, éste es el tiempo” pareciera ser el razonamiento de los estrategas del poder absoluto.
Los principales líderes de la oposición tienen sobre su cabeza decenas de juicios por supuestos actos de corrupción que el gobierno se encarga, a través de sus medios paraestatales y de una cada vez mayor prensa en genuflexión, de posicionarlos como verdaderos. “El que nada tiene, nada teme”, dicen, con aires de sabiduría milenaria, los defensores del régimen y, sin chistar, como si viviéramos en un país con estado de derecho, comunicadores sociales repiten el aserto en clara posición cómplice. La anterior semana el Presidente dijo que eso de la separación de los poderes públicos, es descuartizar el gobierno y que no está bien. Los profundos comunicadores que ocupan micrófonos y pantallas, ante semejante desvarío antidemocrático, optaron por la sonrisa o la ignorancia cómplice. Son cada vez menos los periodistas y conductores que se animan a cuestionar al régimen. Un aplauso a éstos hombres y mujeres que poniendo en riesgo su zona de confort deciden defender la libertad y justicia que juraron defender al momento de optar por esta digna profesión.
Los juicios que emprende el gobierno contra los opositores son políticos y en ningún momento buscan instaurar en Bolivia un país con justicia plena. Jueces y fiscales son ciegos para los delitos que cometen miembros o lambiscones del régimen y muy despiertos, rápidos e implacablemente injustos con los que los poderosos de turno deciden perseguir, acallar y hundir. Los cientos de exiliados que tenemos no es porque en Bolivia prime la justicia, son porque en Bolivia domina la persecución política. En las cárceles bolivianas tenemos decenas políticos que purgan penas sin juicios transparentes y que llevan años sin gozar de libertad, a menos que inculpen a otros o se auto inculpen y acepten “su delito”. Leopoldo Fernández, Gary Prado, los del supuesto caso terrorismo, Dennis Rodas, Damián Condori, Eduardo León son una pequeña muestra de que los que no se someten y deciden luchar por su verdad, terminando entre rejas.
A menor popularidad, mayores niveles de persecución y represión es la norma política de gobiernos antidemocráticos que buscan aferrarse al poder. Ahí, las formulas cubanas, chinas rusas, iraníes de controlar el poder entran en aplicación. Sin embargo, la libertad es terca, y a pesar del control que el gobierno ejerce hacia la opinión pública, es indudable que las derrotas para el régimen han comenzado. El 21F es la mayor demostración del desgaste que está sufriendo el gobierno. La victoria del NO fue épica porque no solo se enfrentó al gobierno, sino a todo el aparato estatal que se puso y usó para derrotar al NO. La derrota del SI, es la prueba que algo se está moviendo en Bolivia y el régimen lo quiere detener y cuanto antes mejor. Las inversiones megalomanícas a través de las empresas estatales cada vez se desnudan en su corrupción e insostenibilidad. De la máscara popular e indígena ya les queda muy poco y la verdadera cara de impostura se evidencia más. Los gobernantes no son tontos, lo saben y se sienten descubiertos. Si el liderazgo democrático fuera su principio, aceptarían que ya cumplieron su rol y que lo que les queda es dejar el paso para renovarse. Pero, para desgracia propia y de la patria, es el liderazgo autoritario el que los domina y por ello, harán todo con tal de no perder el poder.
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Samuel Doria Medina (SDM) está en el ojo de la tormenta, porque después de intentar decenas de juicios en su contra han decidido agarrarse de un supuesto delito que data de hace 26 años atrás para encarcelarlo. Podemos estar a favor o en contra del liderazgo de SDM, pero no podemos negar que, siendo un empresario exitoso, escogió el camino de apostar por Bolivia; que pudiendo estar disfrutando de sus millones en las playas del caribe, o engordando aún más su fortuna con su silencio cómplice como lo hacen la mayoría de los empresarios bolivianos, decidió quedarse, cuestionar, invertir y proponer una Bolivia más justa, moderna y democrática. Podemos estar o no estar de acuerdo con él, pero es uno de los pocos que invierte su dinero en desarrollo, investigación y propuestas para que construyamos una Bolivia que se ubique en el contexto mundial.
Rompiendo normas nacionales e internacionales y solo obedeciendo al objetivo de allanar la eternización en el poder, SDM es la punta de lanza para lo que les espera a los líderes opositores. Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Rubén Costas, Luis Revilla, Ernesto Suárez y otros en vez de mantenerse en silencio deberían, en un solo coro, unir sus voces y voluntades dejando de apostar a eso de “a mí no me va tocar”. No es bueno jugar a la mezquina premisa de “menos bulto más claridad” para mi liderazgo. El silencio de hoy será tu condena de mañana. Urge que dejemos esa práctica política que se basa en el principio de que “el otro es el malo, yo el bueno”. La envidia siempre es la mejor compañera de la indiferencia y desprecio por el rival. Eso de que “no es bueno que me vean al lado de fulano porque mancha y perjudica mi liderazgo”, no es el mejor consejo para líderes que pregonan principios de un estado de derecho. El régimen no diferencia enemigos, nos tiene a todos en la misma bolsa y la abulia de hoy, es el primer pilar de nuestras rejas de mañana.
Ciudadano de la República Plurinacional de Bolivia