Hace 25 años Kathy Bates fue injustamente sustituida por Michelle Pfeiffer para interpretar un papel al que ella ya había dado vida en el teatro. Aquí te contamos la historia.
Dos amantes comparten confesiones de madrugada. Ambos saben que acabarán en la cama, pero parecen querer retrasar ese momento. Hace mucho que no sienten esa intimidad con nadie, han sufrido demasiado por amor, hasta el punto de asumir que nunca lo encontrarán. Ninguno de los dos atrae las miradas de la gente por la calle. Cuando llega el momento de quitarse la ropa, la mujer le pide a su amante que apague la luz. No quiere que la vea desnuda.Este vulnerable encuentro es el clímax emocional de Frankie y Johnny en el claro de luna, una obra de teatro protagonizada por F. Murray Abraham (Amadeus) y Kathy Bates. Frankie es una mujer invisible, que está tan acostumbrada a que el mundo no se fije en ella que tiembla de miedo cuando tiene los ojos de Johnny clavados en su cuerpo. Para la adaptación cinematográfica (titulada Frankie y Johnny), que cumple ahora 25 años, a Hollywood le pareció una idea estupenda que esta camarera marginada y desencantada con el amor tuviera la cara y el cuerpo de la mujer más bella del planeta, Michelle Pfeiffer.La belleza de Pfeiffer no sólo era objeto de estudio, en análisis que concluían que sus facciones eran las más armoniosas del cine junto con las de Catherine Deneuve, sino que resultaba magnéticamente sexual y llena de vida. Michelle tenía 33 años cuando interpretó a esta mujer desencantada con el amor hasta el punto de haber renunciado a tener citas. En los 90, seguir soltera pasados los 30 era todavía considerado un fracaso. No olvidemos que el detonante de La boda de mi mejor amigo (1997) era un pacto según el cual los protagonistas acordaban que se casarían si no encontraban el amor a los 28. Lo surrealista de Frankie y Johnny es que intenten convencernos de que una mujer con la cara de Michelle Pfeiffer puede pasar desapercibida. En su obsesión por poblar las películas de gente sobrehumanamente hermosa, Hollywood consiguió que una historia tan delicada como la de Frankie y Johnny fuese imposible de entender. ¿Es que nadie le ha dicho nunca a Frankie lo increíblemente guapa que es?«En muchas ocasiones rodábamos escenas y me daba cuenta de que [Michelle Pfeiffer] salía demasiado guapa» recuerda el director Garry Marshall (Pretty Woman), «así que teníamos que cambiar la iluminación y el peinado». Como si Michelle Pfeiffer pudiera parecer fea con sólo cambiar la bombilla y ponerle un pelo fosco. Michelle Pfeiffer podría revolcarse en una pocilga durante horas y al salir seguiría provocando síndrome de Stendhal a los que la miran.Y para rematar el bochorno, ficharon a Al Pacino como Johnny. Pacino tenía 20 años más que Pfeiffer, y era mucho menos atractivo que ella. Pero eso no les importó a los productores, que consideraron que Kathy Bates era demasiado fea y gorda para aparecer en su película, pero que Al Pacino era un «actor de carácter» que aportaría prestigio.A Kathy Bates la noticia de que había sido reemplazada por Pfeiffer le pilló en Río de Janeiro, y le dio un ataque de risa cuando se enteró. «Frankie es una mujer que no tiene ninguna motivación para el futuro, y no creo que cuando miras a Michelle Pfeiffer piensas que es una mujer sin futuro», reflexionó Bates. «Cuando empecé a conceder entrevistas, la gente me decía cosas como «no es que seas Michelle Pfeiffer, precisamente». Y no entendía a qué venía eso. Pues claro que no lo soy. Tampoco soy Sean Connery. Asumen que mediante esa comparación entiendes cómo te ven ellos».
Actrices como Charlize Theron, Halle Berry o Scarlett Johansson se han quejado en alguna ocasión de que pierden grandes papeles por ser demasiado guapas. Pobres. Se olvidan de todas las ventajas que sí disfrutan, que seguro que al hacer balance compensan esos papeles frustrados. Una actriz guapa puede afearse (Michelle Pfeiffer fue elogiada por su valentía al aparecer desmaquillada en Frankie y Johnny, como si necesitase maquillaje), y hacer el ridículo sin dejar de resultar hermosa. Una actriz fea sólo es, a ojos de Hollywood, una actriz fea. Y no puede ser otra cosa.
La mayor desventaja de las actrices guapas es, en realidad, que el tiempo juega en su contra. No en el caso de Charlize o Halle, que claramente son inmortales, pero sí en el de otras estrellas. A los 43 años, la carrera de Kathy Bates estaba a punto de despegar. A los 33, la de Michelle Pfeiffer estaba empezando a morir. En los últimos 25 años, Bates no ha dejado de trabajar, y lleva varias temporadas fascinándonos en American Horror Story. «Todo el mundo tiene una imagen preconcebida del aspecto que debes tener si eres actriz» cuenta Bates, «así que yo siento que he superado muchos obstáculos, y he tenido una carrera que jamás me habría podido imaginar en aquel momento. La gente de la calle se siente identificada conmigo de forma cariñosa. Me dicen cosas bonitas. Me hace sentir como si viviera en un gran vecindario».
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A Michelle Pfeiffer le ha costado más encontrar trabajo. Su físico no encaja en el perfil de mujer normal y corriente, y su edad no le permite interpretar a «la chica de la película». No es su culpa, como tampoco lo fue que Hollywood la fichase a ella para Frankie y Johnny. Al Pacino, por su parte, sigue trabajando sin que nadie le exija que sea guapo o que parezca joven. No mucha gente recuerda Frankie y Johnny. La película fracasó en su estreno, al coincidir con el veredicto televisado del juicio de Anita Hill, una profesora de universidad que denunció al candidato al Tribunal Supremo de Estados Unidos por agresión sexual. Seguro que Kathy Bates sí se acuerda de Frankie y Johnny. Entre los meses que separaron el rodaje y el estreno de la película, Kathy Bates pasó de «imponente actriz teatral no apta para el cine» a mito generacional del terror. Ganó el Oscar por Misery, y se forjó una de las carreras más prestigiosas de Hollywood. Tras 25 años años de ser rechazada por no ser como las demás, Kathy Bates consiguió triunfar, precisamente, gracias a ser una actriz única.
Fuente: revistavanityfair.es