Winston EstremadoiroMi madre era una sabia mujer. No sé si para deshacerse de un “pelao” travieso, o para inculcar una pizca de solidaridad, me despachaba en el receso de invierno a Santa Cruz, a la casa de unos parientes humildes.Vivían por El Trompillo, en tiempos en que tal barrio, bullente ahora, era un monte y las pocas moradas tenían cercas de alambre de púas y espinoso “cuguchi”. Seis guríes, amontonados como gatitos, dormíamos en una cama enorme. Armábamos un circo para ganar monedas, y yo era el cantor. Desde entonces recuerdo la canción “Sombras nada más” que cantaba Javier Solís y que yo trataba de imitar ‘a capella’ y sin bigote. Me inspiró un suplemento de Los Tiempos, con la nota “Luces y sombras del desarrollo en Bolivia” de Enid López Camacho, llamado in extenso “Avances y traspiés del desarrollo en Bolivia en los últimos 25 años”.Su fuente es el estudio de la Fundación INESAD “El ABC del desarrollo en Bolivia”, que aborda 30 temas económicos, sociales y medioambientales entre 1993 y 2012. El artículo merece mayor análisis y menos fotografía. En mi opinión pecan de incompletos sus 7 cuadros sobre la evolución de la economía y sus comentarios. Develan avances en cobro de impuestos, generación de energía eléctrica y conducta de las exportaciones; encuentra trabas en los sectores de la agricultura, el trabajo infantil, la construcción de carreteras y producción de hidrocarburos, en especial gas natural. De cualquier suerte, la letra fina de un sector de la economía –la energía- tiene más sombras que luces, por no decir sombras nada más. Peor si comparada con otro sector: la relación Reservas/Producción de Gas Natural en Bolivia.Luminosa sería la estadística del porcentaje de población boliviana con acceso a energía eléctrica. Mientras los avances latinoamericanos en la materia se mantenían relativamente estables, en Bolivia el año 2000, seis años antes de la era de Evo, marca un repunte sostenido. Sin embargo, aparte del crecimiento económico de países de Asia y Oriente Medio, que en el mundo tiene la generación de energía como su abanderada, cabría preguntarse por qué creció el sector en medio del desbarajuste social de la época Pre-Evo: la ingobernabilidad. Apunto a la eficiencia de la única entidad estatal sin o con muy poca injerencia política: ENDE, la Empresa Nacional de Electricidad.Hoy vivimos una mezcolanza de luz ensombrecida por la noche de megalómana demagogia. Al quieto avance en la ampliación de usinas hidroeléctricas y su interconexión, se añaden emprendimientos pioneros en aprovechar el viento y el calor de las profundidades terráqueas: la generación eólica y la geotérmica. Pero se acoplan proyectos que aparte de costosos, mucho tienen que ver con la megalomanía: la propensión a grandes proyectos ligados a la imagen del gobernante de turno, quizá “soplados” al oído de poderosos por países o empresas interesados en construir, o en intermediarios ávidos de “coimisiones”. El caso más relevante del sector es la planta nuclear. ¿Para qué energía atómica si hay mucho por desarrollar en formas más económicas y menos peligrosas? Ejemplo es Costa Rica, cerca de reemplazar su sector energético con energías renovables. Quizá porque cuando la visité hace décadas tenía menos de 3 por ciento de analfabetos –y los que sabían escribir firmaban sin letra trabajosa. Tal vez no eran depósitos bancarios de dinero para indígenas, como en Bolivia. Mientras en el mundo la relación reservas/producción de gas natural se mantenía estable, en América Latina tenía una leve tendencia a la baja. En Bolivia a partir de 1998 hasta 2000, las reservas se incrementaron nueve veces desatando una ola facilona de optimismo. Quizá por la “nacionalización de hidrocarburos” y la subsiguiente migración de transnacionales petroleras, la tendencia a la baja alcanzó niveles alarmantes, al punto de que se tienen reservas para el futuro menores al promedio de los países de América Latina, e ínfimas al nivel que tienen otros países del mundo. Tanto más pertinente el cambio a fuentes renovables de energía en el país.En el estudio de marras, quizá deberían añadir tres o cuatro años más, de 1993 hasta 2015 o 2016: ¿no hay indicadores, o a lo menos proyecciones, de los últimos años? Porque un real punto de inflexión en la historia económica boliviana son los años pre-Evo y pos-Evo. Graficar los años pobres en que se vivía de la limosna externa y el despelote interno: la modalidad de golpe de Estado que hiciera difícil gobernar el país y permitió el ascenso del jefazo cocalero. La segunda parte de 2006 hasta 2016, echa luces sobre la pregunta que algún analista hiciera hace poco: ¿qué pasó con los 31.000 millones de dólares de las vacas gordas de la década de precios altos de minerales e hidrocarburos? Los tuvo el gobierno de Evo Morales, que en la sabiduría popular quizá “tiene más culo que espalda” al disponer de semejante cantidad de dinero. Hoy cachañea la inconstitucional prórroga el año 2019, aun cuando la mayoría de los bolivianos le dijera ¡No! en un referendo. Bueno, a menos que “el pueblo” sean los “movimientos sociales”, versión moderna de “la Mazorca” de los gamberros sumisos al tirano Rosas en la Argentina del siglo 19.El Día – Santa Cruz