Unasur y su improbable futuro


Son malos los augurios que preceden a la Cumbre de Salvador y el informe Mattarollo puede ser uno de los factores que le dé la estocada final

Los Tiempos

Editorial



Los líderes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se reunirán en Salvador de Bahía, Brasil, la próxima semana en medio de densas sombras que se ciernen sobre el futuro de esa organización regional que hasta ahora no acaba de nacer y al parecer, se encamina hacia el aborto.

Como se recordará, han transcurrido más de cuatro años desde que en la cumbre presidencial de Cusco, Perú, realizada en 2004, se aprobó la creación de este ente regional sin que hasta ahora se haya dado ni siquiera el primer paso para formalizarlo. Sólo los parlamentos de Bolivia y Venezuela han ratificado el Tratado Constitutivo de Unasur, suscrito en Brasilia hace ya siete meses; el Senado chileno lo ha vetado y en todos los demás países el proceso está estancado por múltiples factores.

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Son tantas las discrepancias, que los países integrantes no han logrado ponerse de acuerdo ni en algo tan básico como la designación de su secretario general. La absoluta indiferencia con que se vio la inauguración de las obras para construir la sede del Parlamento Suramericano en Cochabamba, en octubre pasado, es otro indicio de lo mal encaminado que está el proyecto integrador.

Como si esos antecedentes fueran poco motivo para el escepticismo, los factores que parecen condenar a Unasur a ser una frustración más en el proceso integrador sudamericano, lejos de atenuarse no han hecho otra cosa que multiplicarse en cantidad e intensidad durante los últimos meses.

Las disputas entre Uruguay y Argentina por la construcción de una papelera en la frontera; los recientes choques entre Brasil y Ecuador que se niega a pagar deudas y respetar inversiones brasileñas, causa a la que se sumó Paraguay, y los conflictos pendientes entre Venezuela y Colombia, son algunas de las tensiones que, como fuerzas centrífugas, complotan contra el aún no nato organismo.

Y para agravar el panorama, el debut de Unasur en Bolivia como instancia para la solución de conflictos, que concluyó con el informe Mattarollo, será sin duda otra causa de controversia. El tema es uno de los principales en la agenda de la Cumbre de Salvador y no es difícil prever que la manera grotesca como el documento se rebajó a la condición de un panfleto propagandístico al servicio del gobierno de Evo Morales, obviando sin reparos las más elementales normas de objetividad e imparcialidad, será visto como un baldón incompatible con una institución medianamente seria.

Así las cosas, son malos los augurios que preceden a la Cumbre de Salvador y el informe Mattarollo puede ser uno de los factores que le dé la estocada final. Si eso ocurre, Unasur habrá pagado un alto precio por llevar, desde el momento de su gestación, el estigma de su subordinación a proyectos aspirantes a la hegemonía continental.