Manfredo Kempff Suárez
Este título melodramático parecería el de alguna novela de amor o de guerra; de la desventurada amante que se envenena cuando al amanecer descubre la traición de su amado o del soldado herido y desangrado que con las primeras luces se sacrificará por sus compañeros defendiendo el paso de un puente. Ni lo uno ni lo otro; el título obedece a la agonía de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), ostentoso nombre digno de su inspirador, el elocuente comandante Hugo Chavez Frías.
El ALBA se creó para lucimiento y gloria de Chávez y para palestra de los autócratas socialistas del siglo XXI y del Foro de San Pablo. Se hizo con dinero venezolano, por supuesto, exprimiendo el petróleo de PDVSA, con la intención de azuzar una curia política contra Estados Unidos y en especial contra todo gobierno que fuera tachado de neoliberal, aun cuando por aquellos años de la creación del ALBA, eran escasos neoliberales los que todavía quedaban con vida.
S.E. tuvo una tribuna magnífica en el ALBA donde se entrenó para lanzar vibrantes discursos antiimperialistas, en los que fue adquiriendo bastante dominio idiomático, aunque sin cambiar, ni en un ápice, el libreto que previamente había dictado Chávez. A tal extremo ha llegado la lealtad de S.E. a la memoria de Chávez y correspondientemente a la desventurada gestión de Maduro, que estando en La Habana aquejado por su enigmática dolencia en la garganta, no dudó en montarse en el veloz y devorador Falcon para trasladarse hasta Caracas y asistir a la XIV Cumbre del ALBA y sobre todo recordar los 4 años de la muerte de Chávez.
Saber que S.E. estaba en Caracas fue un alivio para sus seguidores bolivianos porque significaba que no estaba tan enfermo como el ALBA, que sí demostró su paulatino decaimiento cuando esta vez sólo tres jefes de Estado, de doce países miembros, llegaron a la Cumbre: Castro, Ortega y S.E. Fuera de los homenajes a la memoria del «Gigante de América», no hubo mayores novedades que los ataques contra el imperialismo norteamericano, la reiterada solidaridad por el exterminio, esclavitud y colonización de los pueblos caribeños, la confirmación de un creciente odio hacia la OEA y su secretario general, las consabidas exhortaciones al fortalecimiento de los movimientos sociales en el mundo y los justos reclamos por la indiferencia con que se está encarando el cambio climático en el planeta.
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El ALBA agoniza, como pronto les llegará el turno a Petrocaribe, la UNASUR y la CELAC, a medida que el retroceso del populismo sea más evidente así como la falta de recursos. Ante un organismo tan enfermo como el ALBA, se ha presentado su nuevo médico de cabecera que, no obstante, puede precipitar su deceso en medio de espantosos dolores: es el ex canciller del Estado Plurinacional, David Choquehuanca. El señor Choquehuanca, que durante 11 años deambuló por los pasillos de la Cancillería sin mayor suceso, resulta ahora, como secretario general, quien tendrá en sus manos el bisturí para hacer las incisiones, amputaciones, extirpaciones que requiera el ALBA, que deben ser muchas. Claro que el paciente ha pasado de una clínica privada carísima, costeada con petrodólares, al más barato y riesgoso de los seguros de salud.
No creemos que el sucesor de Choquehuanca en la Cancillería, el embajador Huanacuni, vaya a cambiar nada de la política exterior masista. Es obvio que un canciller no puede darle un golpe de timón a la política exterior sin que se entere el Jefe de Estado. Pero así como desde hace años se le dijo a Choquehuanca que lo del ALBA era un supremo disparate, para morboso solaz de sus inspiradores, ahora que inicia su gestión Huanacuni es bueno hacerle notar que el ALBA está en plena agonía y que, con Petrocaribe, serán los primeros en ser sepultados. Luego vendrán la UNASUR y la CELAC que ya no gozan de la simpatía de Brasil, ni de Argentina, Perú, Paraguay, Colombia y seguramente que ni de Chile.