Era el bichito tenebroso de uno de los primeros juegos electrónicos. Casi redondo, sin llegar a serlo por esa enorme boca desproporcionada dispuesta a comer todo lo que encontrara a su paso. Su velocidad al devorar era el símbolo de una necesidad urgente de terminar con todo lo antes posible, acabar con todos sus obstáculos y consagrarse ganador absoluto. Hoy, lo más parecido a Pacman es el gobierno de Evo Morales.
Entre paréntesis…. Cayetano Llobet T.
En el laberinto -político, no electrónico- de Bolivia, existía una enorme cantidad de dificultades para que Evo lograra su consagración como rey del juego: el poder total. Su primer intento, el más pensado, el más reflexionado, el que aparentemente estaba dotado de mayor legitimidad, la Asamblea Constituyente , resultó el más rotundo de los fracasos. Sucre y su rebelión por la capitalía, le aguaron la fiesta y el intento de crear la “nueva institucionalidad” soñada para el ejercicio sin límites del poder terminó en una caricatura cuartelaria y la imagen de constituyentes y policías escapando de la capital. Pero Pacman es implacable y aplicó la más sabia de las reglas totalitarias: “cuando no puedes cambiar las reglas del juego… cambia el juego”. Tuvo su nueva Constitución parida en “mesa clandestina” en rincones del Congreso. Tuvo su referéndum revocatorio arrancado a Rubén Costas, Gobernador, con el acta de deserción del pacto regional y de la capitulación de Santa Cruz.
Tuvo las elecciones que quería y la mayoría deseada en su nueva Asamblea Legislativa Plurinacional. Con velocidad satelital logró que las órdenes de Palacio se convirtieran en leyes, sin discusión, sin debate, sin observaciones, con el único adorno de una supuesta oposición condenada a escuchar su propio cacareo, carente de imaginación, castrada de iniciativa política.
Dejó en el camino a sus propios amigos: el primero que abría la boca en contra del monstruo comelón era devorado: ya no existía en el juego. Se abrieron, además, en el tablero, pequeñas celdas: alguna ya estaba ocupada y nadie, en el juego podía ocuparse más del ocupante. Las otras celdas quedaban abiertas, por si acaso, a disposición de Pacman. Los muñequitos miedosos (el juego está repleto de ellos) tenían que hacerse a un lado y agachar la cabeza cuando pasaba el devorador.
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Se ha comido a la Corte Suprema de Justicia, se ha comido al Tribunal Constitucional, se ha comido al conjunto de la judicatura y ha seguido con el Ministerio Público. Hace rato se comió a la Contraloría (fue uno de sus primeros bocados) y no logra saciar su apetito. Delante de su inmensa e insaciable panza tiene el menú en el que ha ido marcando todos los platos devorados y está toda la variedad: Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Control Constitucional, administración de justicia, una buena parte de las administraciones regionales -a las otras les está preparando condimento para saborearlas mejor-, y se está tragando la asociación de municipalidades. ¡Ya se comió a cinco alcaldes elegidos por voto popular!
Pero le faltaba el postre. Algo especial, algo digno de satisfacer a tan enorme e insaciable panza: el Tribunal Supremo Electoral. Los otros, la anterior Corte electoral, eran ladrones y robaban diputados del oficialismo, Evo dixit. Y para que no quede duda de que es él, Pacman, el dueño del postre incluye la guinda de adorno: el Presidente del Tribunal Supremo Electoral es el que va en representación de Evo Morales.
Pacman devora todo. Y mientras más come, más hambre tiene… ¿cuál será su próximo antojo?