Charaña


Recientemente, los viceministros de relaciones exteriores de Bolivia y Chile se reunieron para considerar la agenda de 13 puntos concertada en la gestión de la presidente Bachelet. Uno de esos puntos es el de la mediterraneidad de Bolivia. Al término de la reunión, el acta recogió los resultados, pero sobre la mediterraneidad, sólo se incluyeron dos párrafos anodinos, que reflejan la ausencia de avances y, por supuesto, de acuerdos.

MarceloOstriaTrigo Marcelo Ostria Trigo

Luego, se conoció la opinión del ex comandante del ejército de Chile y actual director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, General Juan Emilio Cheyre, en sentido de que sería viable una solución de la mediterraneidad de Bolivia que se base en la formula de Charaña en 1975,  que se centró en la transferencia a Bolivia de una faja de territorio chileno que la vincule con el océano Pacífico. Para Chile, esto tenía, como elemento esencial, la cesión recíproca de territorios, o sea un  trueque.



El presidente de Chile, Sebastián Piñera, en su campaña electoral, dio a conocer las líneas de su política exterior y, sobre la mediterraneidad de Bolivia, dijo: "A Bolivia hay que darle todas las facilidades del mundo para que acceda a nuestros puertos, pero jamás le vamos a entregar ni tierra, ni mar, ni soberanía porque nos pertenecen legítimamente” (ERBOL 10.11.2009).

Hace tiempo, un diplomático chileno decía: “No nos echemos tierra a los ojos, no incurramos en la simpleza, la ilusión de creer que Bolivia a la larga se olvidará del litoral perdido. El país del altiplano continuará clamando por el mar. No es capricho suyo. Es cuestión de identidad, de patria, inolvidable, insoslayable, inmodificable” (Oscar Pinochet de la Barra. “¿Puerto para Bolivia?”). Y si ese es el sentimiento general en Bolivia, una negociación que se oriente a una pretendida solución de la mediterraneidad, sin transferencia de soberanía, no tendrá futuro.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Es recurrente el argumento chileno de que los tratados son intangibles, sagrados, inmodificables, eternos y que, por tanto, el tratado de 1904 por el que Bolivia cedió su litoral a Chile, impide una transferencia de un territorio para la salida al mar de Bolivia. No hay tal. Si se tratara de un acuerdo que se base en una franja territorial como la prevista en la negociación de 1975, la objeción carece de rigor jurídico, ya que el tratado de 1904 no sería alterado, pues éste sólo se aplica al territorio que perteneció a Bolivia antes de la Guerra de 1879. Esto -se reitera- promueve un falso debate.

Se ve, entonces, que subsisten las diferencias que se creía superadas en Charaña. Los dos gobiernos apuntan a diferentes soluciones y estarían nuevamente separados por el tema de la soberanía -inmodificable según el presidente Piñera.

Por ahora, volver al espíritu de Charaña, tendría escasos partidarios. En Bolivia, el canje territorial ha sido “satanizado”, pese a que aparecía como una fórmula práctica y posible. En Chile, se matiza la cuestión. Dos ministros entusiasmados afirman que éste es el mejor momento para negociar la mediterraneidad de Bolivia, añadiendo –acaso con letra menuda- que en un eventual acuerdo no se podría incluir la cesión soberana de un territorio; sólo facilidades, y esto ya es repetido desde hace más de un siglo.

Bolivia y Chile estuvieron cerca de una solución en 1950 y aún más en 1975. Nuevamente, sin embargo, habrá que armarse de coraje para reemprender el camino hacia la solución, despojándonos de prejuicios y abandonando la soberbia y el resentimiento. El asunto sigue siendo complicado. Pero las complicaciones deberían constituir un reto para avanzar y resolver un  problema que ya tiene mucho tiempo de desencuentros y divergencias.