A poco de cumplir dos años de refugio en Brasil, la ex líder cívica suelta su voz para que el país sepa cómo están los 50 bolivianos que viven en Epitaciolandia y Brasilea. Piensa volver, pero no lo hará mientras, según ella, los jueces, fiscales y abogados no den garantías jurídicas
Voz. Ana Melena habló con EL DEBER la noche del pasado martes, en la galería de su casa de Epitaciolandia
Roberto Navia. Epitaciolandia, El Deber
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Ana Melena, la ex presidenta del Comité Cívico de Pando, sale de su fortín de Epitaciolandia, un chalecito de clase media donde está refugiada, y camina hasta la raya limítrofe del Puente de la Amistad. Desde ahí se queda mirando las luces de los faroles que alumbran a su Cobija materna y entonces se da cuenta de que su casa, aquélla que fue alcanzada por bombas militares el 13 de septiembre de 2008, en los peores momentos de la crisis que causó muertes en Porvenir, está más lejos que nunca, a pesar de que a Bolivia y Brasil sólo los divide el arroyo Bahía.
“Cobija está tan cerca pero tan lejos. Puedo verla desde acá y añorarla, pero lamentablemente no puedo ir”, dice desde la galería frontal de la casa que alquila. Es que si pone un pie en suelo boliviano, teme que la detengan y se la culpe por las muertes ocurridas ese 11 de septiembre de hace dos años.
A diferencia de hace algunos meses, cuando se abstenía de hablar por temor a que el Gobierno de Brasil le quite la condición de refugiada por emitir opiniones sobre política, ahora está dispuesta a soltar su voz para que se sepa la situación de los 50 refugiados que hay en Brasilea y Epitaciolandia, las dos poblaciones de la nación vecina que están al frente de la capital pandina.
– ¿Cuál es la situación de los que están aquí?
– Cada una de las 50 personas sobrevive de acuerdo a sus posibilidades. Es una situación bien difícil, hay grupos que están dependiendo de otras personas, no tienen viviendas. Son familias disgregadas. Había un compatriota que por necesidad se fue a Puerto Velho. Aquí vivía en una carpita. En Pando él trabajaba en la Prefectura.
– ¿Qué beneficios les da el estatus de refugiados?
– Seguridad, ciudadanía. No da casa ni comida.
– ¿En qué trabajan aquí?
– Son mano de obra para la construcción, ayudantes en tiendas comerciales, depende de la suerte. Es difícil encontrar trabajo. La mayoría está desempleada. Nos damos la mano, sabemos nuestra situación y un pan lo compartimos entre todos. El problema de uno es de todos, para no pasar hambre. Hay gente que no tiene un techo, viven arrimados a otros, viven hacinados.
– ¿Qué pasó con aquel hombre que escapó cuando su esposa estaba embarazada y no pudo ni conocer a su bebé?
– Se le murió el bebé. Llegó a conocerlo porque su hijito se puso mal y la madre lo trajo a Brasil. Se hizo lo imposible por salvarlo.
– En Bolivia se habla menos de ustedes. ¿No sienten que están siendo olvidados?
– Al Gobierno le interesa eso, es el más interesado en que se acabe y mejor si nos pudiéramos ir mucho más lejos, adentro de Brasil, que desaparezcamos del mapa, le interesa que nadie hable ni diga absolutamente nada porque es un asunto que no le conviene que salga a la luz porque exigimos justicia. Por otra parte, el Gobierno tiene un poco de temor del liderazgo local, por eso tiene tomado el departamento de Pando y ha traído tanta gente y sigue haciendo su show. Las heridas siguen abiertas, es un caso pendiente. Yo tengo fe en que un día se va a realizar un proceso judicial justo.
– El gobernador de Pando me dijo que las heridas se cerrarán haciendo obras y mediante la aplicación de justicia, ¿cree que será así?
– Creo que no, la tarea que tiene el gobernador es trabajar y hacer obras, pero las heridas no se cierran ni con obras ni con trabajo. Las heridas se cierran con el respeto que nos podamos tener todos. Tiene que haber una etapa de convivencia nueva, donde los bolivianos nos reconozcamos y respetemos. Eso va a sanar las heridas.
– ¿No tiene miedo de encontrarse con otra Cobija cuando llegue el día de su retorno?
– Tengo miedo. Tengo noticias de que ya es extraña la ciudad. Me dicen que está desordenada y que en ella está reinando el caos.
– Otro refugiado me dijo que lamentaba que mucha gente haya ido a ver la parada militar del 7 de agosto. Lo atribuye a un problema de falta de memoria sobre el pasado, ¿comparte usted esa opinión?
– Lo que falta es ciudadanía, conocimiento de nuestros derechos y obligaciones.
– El Gobierno dice que si ustedes no tuvieran nada que temer retornarían a Bolivia. ¿Cuándo piensa retornar al país?
– Estamos esperando que retorne el estado de derecho a nuestro país, que haya el respeto por las diferencias. Que no haya injerencia política en las instituciones. Es un capítulo que todavía está pendiente. Exigimos justicia, que se haga una investigación transparente e imparcial. Después de un año ratificamos ese pedido.
Somos los primeros en querer saber la verdad y que se sepa quién es el culpable de las muertes, el pueblo tiene que saberlo.
Apelamos a las autoridades, a los abogados, a los jueces y fiscales para que sean imparciales. Estamos pendientes, no damos el brazo a torcer, yo me ratifico en todo lo que he hecho y he dicho.