Paradojas narcotizadoras


Hace unas semanas, el director de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico se quejaba de estar librando una guerra en condiciones desiguales a las que gozan los que se enriquecen con el negocio ilícito. Cómo no creerle al coronel Félix Molina, si hasta dio un par de ejemplos para demostrar que no se quejaba en vano.

maggy_talavera Maggy Talavera / Periodista – Columna Urupesa urbana / Página 7

“Mientras los narcotraficantes tienen avionetas para operar, la Felcn no tiene ni una propia”, dijo con una voz de lamento que lo llevó hasta a extrañar a la satanizada DEA. “¡Vaya –me dije- cómo será de grave el asunto para que se atreva a nombrar siquiera a uno de los enemigos principales del Gobierno central!” En realidad, el tema no es apenas grave, sino gravísimo. La Felcn no sólo carece de avionetas propias, sino también de otros equipos y uniformes imprescindibles para enfrentar a semejante lacra mundial.



Pero si bien sus carencias son tantas que no alcanza este espacio para detallarlas, creo de urgencia no dejar pasar de largo un dato que no me parece menor. Cuando Molina dijo “…ni una avioneta propia”, no pude sino pensar en los casi 39 millones de dólares que el Estado pagará (o sea, todos nosotros) por el avión presidencial que el mismo Gobierno central decidió comprarle al Presidente Evo Morales. ¿Sabe usted cuántas avionetas se podrían comprar con esos 39 millones de dólares? Ya, digamos que ni tantas, bastaría nomás la primer cuota de siete millones de dólares pagada en abril pasado a los franceses por el Dassault Falcon 900Ex Easy, para que la Felcn hubiera logrado comprar al menos veintiocho avionetas (¡buena flota), considerando incluso un precio promedio no modesto de 250 mil dólares por aeronave.

Cualquiera puede comprobar el ejercicio que acabamos de hacer. En base a ése, vemos que todavía sobran nada menos que treinta millones de dólares de libre disponibilidad, como a tantos les agrada repetir cuando hablan de dinero y presupuesto. Daba para comprar todos los equipos modernos que necesita la Felcn, si de verdad quiere dar batalla a los narcotraficantes que se campean felices y contentos por todo el territorio nacional. Porque por mucho que haya quienes opinan lo contrario, la compra de un avión presidencial no era una demanda de primera necesidad. No sólo estaban antes en la lista las avionetas que necesita la Felcn, sino también los helicópteros, aptos para la lucha antinarcóticos y para operaciones de salvamento que se demanda en el país, cada vez con mayor frecuencia y urgencia.

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Para mí, más claro el agua. No me quedan dudas de que la lucha contra el narcotráfico no es una prioridad para el actual Gobierno central, al que más bien parece molestarle que ciertos mecanismos o autoridades funcionen más o menos de manera eficiente en este combate. El ejemplo vuelve a darlo el coronel Molina, al que el ministro de Gobierno, Sacha Llorenti, acaba de destituir alegando “razones de servicios”. No puedo poner las manos al fuego por Molina, al que apenas pudimos ver en la dirección de la Felcn, pero a estas alturas del partido ya no da para creer que estos cambios obedecen apenas a “razones de servicio”. A no ser que por “razones de servicio” el ministro entienda otras que no son las que están enmarcadas en las leyes. Habría que averiguar detalles sobre “servicio a quién” pues deben prestar los funcionarios de la Felcn.

Lo digo haciéndome eco de un recuento breve hecho sobre las actuaciones de Molina en los siete meses que duró en el cargo. No sólo que se quejó por la falta de avionetas propias, casi coincidiendo con el mes en el que el Gobierno central pagó los primeros siete de casi 39 millones de dólares por el avión presidencial. También se quejó por la falta de recursos necesarios en la lucha (recursos que antes sí había gracias a la DEA). Y lo que parece haber sido aún más grave: en su corta gestión se incautaron alrededor de 20 toneladas de cocaína, equivalente a lo logrado durante todo 2009, incluidos ahí los más de trescientos kilos de cocaína líquida incautada nada menos que a Valentín Mejillones, el “amauta aymara” que le entregó el mando a Evo Morales en el acto que el MAS organizó en Tiawanacu en enero de 2006. ¿Pura coincidencia?

Santa Cruz, 28 de agosto 2010