Así es como Rihanna acabó en Coachella de un plumazo con el postureo festivalero


El extravagante estilismo de la cantante es toda una declaración de intenciones que muchas deberían seguir a rajatabla. Y no miramos a nadie, Kendall Jenner.

Rihanna, con su total look de Gucci para Coachella.

Hubo un tiempo en el que ir de festival era solo una actividad lúdica pensada única y exclusivamente para escuchar música. En concreto, para escuchar la mayor cantidad posible de música concentrada en el menor número de días y al mejor precio. Lo único que importaba a la hora de comprar un abono era amortizarlo. Y eso solo lo conseguías si el precio medio por concierto –el resultado que obtenía de dividir lo que habíamos pagado por la entrada entre el número de artistas que íbamos a ver– era inferior a cinco euros.

Pero un buen día, conscientes del negocio detrás de este tipo de eventos –en los tickets de bebida está el secreto–, los promotores empezaron a programar festivales casi en cada pueblo. Y el público, por supuesto, encantado.

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Claro que para hacer rentable tanta oferta era necesario atraer también a aquellos a los que la música se la traía al pairo siempre y cuando hubiera un entorno cuqui donde hacerse fotos presumiendo. La experiencia ante todo. Por eso la música pasó a un segundo plano y los carteles pasaron a ser clónicos. Digamos que fue el postureo, y no el exceso de citas, lo que mató el verdadero espíritu festivalero.

Y ojo que no hay que echar la culpa a las redes sociales. Varios años antes de que Instagram entrara en nuestras vidas ya existía la costumbre de que las revistas de tendencias fotografiaran los looks más extravagantes de cada cita. Imágenes en las que los individuos posaban, eso sí, dando siempre la espalda al escenario. “¿Que qué escucho?”, parecían decirnos los elegidos. “Pregúntame mejor qué llevo puesto”.

Definitivamente lo único que han cambiado las redes sociales respecto al postureo festivalero es el formato. Eso y también las probabilidades de convertirse en el nuevo protegido del aspirante a Scott Schuman de turno. En un entorno donde cualquiera es susceptible de ser fotografiado y compartido, nada puede dejarse al azar. Especialmente tu estilismo.

phresh out.

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Por eso hay quien planifica la ropa que mete en su maleta con la misma precisión y antelación con la que antes se planificaban los horarios de los conciertos que querías ver. Y por eso es tan importante que Rihanna haya dado el golpe definitivo sobre la mesa para acabar de una vez por todas con esta tendencia gracias a su último estilismo en Coachella. Un mensaje en forma de puñetazo para todos esos VIPS que se gastan miles de euros en un par de días. La lucha de clases era esto.

“No me puedo ir todavía a casa porque todavía no hay suficiente gente que haya visto qué llevo puesto”, escribía la cantante en su Instagram junto a una foto en la que aparecía vestida con un total look de Gucci compuesto de un mono enterizo de brillantes y una camiseta de algodón rota con el logo de firma.

» I can’t go home yet, cuz enough people ain’t seen my outfit «

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Una elección completamente fuera del alcance del 99,9 por ciento de la población primero por precio pero, sobre todo, por atrevimiento. Que una cosa es ponerse una corona de flores en la cabeza que nos haga salir guapos y bellos en las fotos, y otra gastarse un dineral para parecer el líder de una de esas despedidas de soltero celebradas con litros de alcohol en Benicàssim. Solo la de Barbados podría salir indemne de semejante experimento.

Que Rihanna haya decidido poner en evidencia a los que se toman los festivales como una pasarela de modelos usando sus mismas armas es el primer paso. Ahora solo falta que el resto del público –tanto los VIPS que no hacen cola para ponerse en primera fila como los se compran la colección Coachella que cada año lanza H&M–, sigan su ejemplo. Deja de mirarate a ti mismo y mira al escenario. Ahí es donde está el verdadero espectáculo.

Fuente: revistavanityfair.es