La visionaria película que solo hemos podido entender 20 años después


‘El quinto elemento’ resulta hoy todavía más fluorescente y más pop que cuando se estrenó en Cannes hace dos décadas. Pero sobre todo, más necesaria.

Gary Oldman, Bruce Willis y Milla Jovovich, en el cartel de la película.

Bruce Willis fumando, vestuario diseñado por Jean-Paul Gaultier, Gary Oldman en una de esas interpretaciones que no recuerda haber hecho, una modelo metida a actriz, un aria de ópera electrónica new age, dirección artística de Moebius… ¡Hasta Luke Perry!

Todo lo que aparece en El quinto elemento –y aparecen muchas cosas– grita años 90. Sin embargo, esta película no representa nada a su década. De hecho, solo se representa a sí misma. Por eso veinte años después El quinto elemento sigue polarizando, quizá aún más radicalmente que en su estreno, hacia dos opiniones extremas. ¿Es una genialidad visionaria o una payasada histérica?

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No siempre es lo que cuentas, sino cómo lo cuentas. El argumento fue esbozado por su director Luc Besson cuando tenía 16 años. Y se nota. El malo es malo porque sí. El héroe es un tipo duro que dice cosas como «mira guapa, yo solo hablo dos idiomas: normal, y con tacos». La chica es «perfecta» y corretea semidesnuda durante todo el primer acto. Y el secundario gracioso resulta gracioso porque todo lo grita una octava por encima del resto de humanos, haciendo su voz audible casi exclusivamente para los perros. Y eso mismo es lo que se propone El quinto elemento. Toca una melodía que está tan arriba que no todos los espectadores son capaces de disfrutarla. Porque insistimos, no es lo que hace sino cómo lo hace.

Al margen de su sencillo argumento de partida, El quinto elemento quiere sorprender en cada escena, en cada plano y en cada diálogo. Los personajes tienen nombres de esos que solo existen en las películas o en una competición de Rupaul’s Drag Race como Korben Dallas, Jean-Baptiste Emmanuele Zorg, Ruby Rhod, Vito Cornelius o Leeloo Minaï Lekarariba-laminaï-tchaï Ekbat de Seba.

Y colores en el viento descubrir.

El esta cinta nadie lleva tampoco el pelo normal, sino rubio pollo, naranja o recogido en moños. El director quería una estética «alegre y loca», y los colores efectivamente son muchos y muy luminosos. ¿Sú mayor mérito? Que no cansa. Y no es fácil cuando hablamos de un filme que juega con todos los colores posibles de la naturaleza.

En la reciente Guardianes de la galaxia vol. 2, por ejemplo, la paleta de colores es igual de viva pero también repetitiva. Tanto que parece querer abrasar las córneas del espectador. En El quinto elemento nunca pasa. La película es una experiencia directa a los sentidos sin pasar por el cerebro. Lo más parecido a un pinball hecho película que nadie ha rodado jamás donde el espectador, en este caso, es la bola.

El humor también resulta coherente con esa estética vanguardista. La película es, además de una fantasía de ciencia-ficción, una comedia de enredo. Todos los personajes acaban recalando casi accidentalmente en el resort vacacional Fhloston Paradise, tras una confusión en el aeropuerto en la que varias personas intentan hacerse pasar por Korben Dallas. El montaje funciona como un artilugio narrativo en todos los géneros que El quinto elemento utiliza: su acción es trepidante, su comedia es hilarante, su erotismo es sensual y su drama es descorazonador.

Cuando Leeloo descubre los horrores cometidos por la raza humana, y como consecuencia se replantea si merece ser salvada, la revelación resulta genuinamente trágica. Mientras Hollywood nos empaquetaba aquel 1997 blockbusters de manual como Air Force One o Un pueblo llamado Dante’s Peak, Luc Besson se atrevió a meter todos los géneros posibles en una batidora y añadir Red Bull –el 80% de las frases de Ruby Rhod son «zzzzzz» o «¡superverde!»– para crear una extravagancia plástica que fascinó a algunos pero desde luego  irritó profundamente a otros.

Bruce Willis, el héroe del filme.

Gary Oldman pertence al segundo grupo. Asegura que no puede soportar la película, y que no sabe cómo reaccionar cuando los fans le felicitan por ella. «Supongo que no debería quejarme» contaba el actor. «He aprendido, con el paso de los años, que la gente se disgusta cuando te dicen que es su película favorita y yo les respondo ‘¿en serio? ¿Te gustó ese pedazo de mierda?’. Así que ahora me limito a decir ‘gracias, qué bien’. Y sigo a lo mío».El director Luc Besson, quien durante el rodaje dejó a su mujer –Maïwenn Le Besco, que interpreta a la cantante de ópera alienígena Diva Plavalaguna– por la protagonista Milla Jovovich, no se arrepiente de El quinto elemento pero sí lamenta no haber esperado más. «Resulta frustrante, porque la hice justo antes de que todos los nuevos efectos llegasen» recuerda. «Así que cuando hice esta película todo eran pantallas azules, preparativos de seis horas, puntos en la pared y esperas eternas para rodar un plano. Ahora, básicamente, te pones la cámara en el hombro, y a correr. Luego añades un par de dinosaurios y naves espaciales». Este año Besson regresa a la ciencia-ficción y disfruta de una segunda oportunidad de crear universos exuberantes con toda la hipertrofia digital que siempre soñó gracias a Valerian, con Dane Dehaan y Cara Delevingne.Jean-Paul Gaultier, que revisaba personalmente a diario los 900 trajes que diseñó para la película, contó que en 1992, cuando el proyecto se puso en marcha con Mel Gibson y Julia Roberts, Prince rechazó interpretar a Ruby Rhod porque sus vestidos le parecían demasiado afeminados. Prince fue el primer detractor de El quinto elemento, incluso cuando la película todavía no existía.

¡Superverde!

En dos décadas, el mundo no se ha puesto de acuerdo sobre si es un placer culpable, una obra maestra o una chorrada. Lo cierto es que, en cualquier caso, ha envejecido asombrosamente bien: Leeloo sigue resultando una extraterrestre tan ajena como como entrañable, como E. T., pero también abrumadoramente sexual, a diferencia del amigo de Elliot.  Además el Nueva York que retrata, inevitablemente saturado de atascos aunque los coches sean voladores, no se parece a otra ciudad que hayamos visto en el cine comercial. Y el tramo final resulta tan grandilocuente que se nos sigue olvidando que el héroe Korben Dallas y el villano Zorg nunca comparten el mismo espacio. Así de rara es esta película.En 1999 Hollywood decidió que sería Matrix, y no El quinto elemento, la película que influiría en todas las aventuras de ciencia-ficción posteriores. De este modo, el siglo arrancó con las películas más verde metálico, gris marengo y azul gasolina que se han rodado jamás. Por eso El quinto elemento resulta, por contraste, más fluorescente y más pop todavía que cuando se estrenó en Cannes hace veinte años y nadie supo qué pensar de ella.Ahora ya lo sabemos: la adores o la detestes, no puedes negar que es extraordinaria. Porque, y esto se puede decir de muy pocas, no existe otra película igual que El quinto elemento.Fuente: revistavanityfair.es