Daniel A. Pasquier Rivero
Cualquier proyecto de cambio promete un mejor futuro, traducido en mejores condiciones que hacen a la calidad de vida, así como a un mayor respeto a los derechos y deberes de los ciudadanos. El futuro se convierte siempre en el receptáculo de aspiraciones, esperanzas y también de ilusiones tanto para las personas como para los pueblos. Pero así, el presente no es más que el futuro alcanzado por la acción del hombre y de la historia, que registra lo que se consiguió o lo que se desaprovechó; saltan las oportunidades perdidas que nunca más volverán. Hablar de segundas oportunidades es una falacia, no existen, las oportunidades son únicas. Así marchan los pueblos y así se construyen naciones y estados.
La política prebendal o electoralista es una inconsecuencia con el proyecto de cambio, porque en esa práctica se pueden resolver problemas coyunturales, repartiendo chequesitos, pero no se resuelven los problemas fundamentales. No hay cambio. Ejemplo, se inician la construcción del aeropuerto de Oruro a sólo diez días de la promesa presidencial: firma de contrato, se realizan los primeros desembolsos (más de 3 millones de dólares, 3MD) y se inaugura con entrega y movimiento de maquinaria. Es que para el gobierno era inaceptable políticamente la amenaza de un levantamiento en Oruro tras la experiencia de Potosí. Suerte para los orureños, pero ¿es lo correcto? Costará 24 MD y se entregará en 600 días. Todo casi tan rápido como la compra del Force One en 38.7 MD y el plazo parece estar ligado a la presencia de Evo en el famoso Carnaval del 2012.
¿Por qué no se atiende con la misma celeridad la entrega de tierras al Proyecto Mutún? Los porteños están cansados que les “emborrachen la perdiz”; al retrasar el desarrollo del polo sureste se está retrasando, y con riesgo de liquidarlo, el proyecto de industrialización del país. ¿O será por esperar al gobernador sin cartera encargado de fronteras? ¿Por qué no se prioriza la reconstrucción, equipamiento, dotación de insumos y de personal a todos los hospitales del país? Se atiende en condiciones calamitosas al “privilegiado” 30% de la población que tiene acceso a un centro médico, el resto recurre al “agüita de palta” y “baños en salmuera” nomás. Acaso, ¿no es mucho más importante ordenar la distribución de medicamentos genéricos para los millones de escasos recursos? Casi nadie puede realizar un tratamiento correcto, por los costos, y se recurre al “deme dos” en vez de los 10 recetados.
Si hay honestidad en un plan de desarrollo nacional, se tiene que dar prioridad a la inversión en educación, que no acaba con un plan de alfabetización, y menos con resultados inflados. En Santa Cruz capital se están haciendo importantes inversiones en infraestructura escolar, pero no hay señales de algo parecido en el campo ni en otros departamentos. Los únicos que se benefician con todo son los chapareños, con canchas polifuncionales y coliseo con partidito del presidente. Siguen los colegios sin directores, con profesores improvisados o contratados con fondos recaudados por los padres de familia, sin presupuesto para el mantenimiento y el personal auxiliar ausente o improvisado, un elemento más que promueve el desorden, la indisciplina, el acoso escolar y la violencia entre la niñez y juventud boliviana. Así no hay mejor futuro.
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Si se predica el cambio, hay que ser consecuentes. ¿Está todo en apronte frente a la anunciada escases de alimentos generada ahora aparentemente por la sequía y los incendios incontrolados por chaqueo y quema? Ya hay escases de alimentos, algunos precios se han disparado con impacto grave en el gasto familiar (el maíz subió el 400% y arrastra al del pollo, componente básico en la mesa de estratos con escasos recursos económicos). Y como todo tiende a compensarse, el mayor costo de la canasta familiar presiona sobre el costo de la mano de obra, de por sí ya escasa y encarecida por la migración al exterior. La espiral es difícil de seguir, pero fácilmente detectables las consecuencias sobre la calidad de vida de las mayorías, fruto de la improvisación y la falta de planificación. Esto no se va a resolver prohibiendo a los ricos que coman. Si no hay alimentación, salud y educación de calidad para todos, seguiremos dando vueltas a la misma noria, aunque se dicten nuevas leyes.
Para promover el desarrollo nacional no basta con aumentar los ingresos del Estado, ni tampoco hablar que el futuro es el litio, la nueva quimera. Los altos precios del gas y los hidrocarburos, la readecuación de los contratos del Estado con las petroleras, eran suficientes. Desde el 2006 lo que corresponde es administrar con transparencia y visión integral a futuro esos extraordinarios ingresos. Pero, al contrario, se ha sembrado la duda permanente sobre el destino de esos recursos y, sobre todo, de la eficiencia en su administración. ¿Cómo ha ido a parar el Estado Plurinacional el año 2010 a la cola en la calificación del Índice del Clima Económico (ICE) de la región Latinoamericana? No lo dice la oposición sino un estudio de la Fundación Getulio Vargas y el instituto alemán IFO, que además publican en medios internacionales su diagnóstico.
No hay inversiones, no hay empleo digno, donde no hay seguridad jurídica, algo tan simple como lógico. El proyecto oficial ha deteriorado el respeto a los Derechos Fundamentales reconocidos por la CPE, independiente de la violación a tratados internacionales de los cuales es signatario el Estado. La caracterización de la disidencia, de la oposición, del tráfico libre de ideas y de expresión, como algo dañino o peligroso no sólo para el partido en gobierno sino para el Estado, significa un tremendo cambio, pero hacia atrás, que hace revivir experiencias dolorosas cuando la democracia fue aniquilada. Raro designio el nuestro, el futuro se nos escurre, y se ha convertido en un permanente huraño.