Lo que deja el Bicentenario


tuffi_are Tuffí Aré Vázquez

Estos días los cruceños estamos contagiados de entusiasmo por la celebración del Bicentenario. Se lo siente en las calles, en las oficinas, en los medios de comunicación. Queda poca gente que no ha comprado un recuerdo de la fecha o izado la verde, blanco y verde. En las empresas hay ambiente de fiesta y las vías del centro están tomadas por estudiantes que bailan a diario danzas para reafirmar la identidad camba. El municipio y el Gobierno entregan algunas obras, pero el protagonismo es del vecino. Las iniciativas ciudadanas disimulan un poco las improvisaciones de las principales instituciones y la casi forzada presencia gubernamental en el festejo.

Sobresalen también los emprendimientos de los gestores culturales. La mayoría de los artistas dedica su talento a la histórica celebración. Destacan la Bienal de Arte, los conciertos musicales, las actuaciones teatrales en colegios y otros espacios, las muestras de fotografías de antaño, los encuentros gastronómicos, las presentaciones de libros y la producción de novedades discográficas. Una atractiva escultura en la Villa Primero de Mayo quedará como uno de los pocos testimonios del festejo. En las horas previas al 24, también abundan los discursos y las plaquetas. Seguramente la serenata a Santa Cruz brillará más que otros años y el aniversario 200 del grito libertario será recibido con más euforia que en anteriores celebraciones.



¿Y después de la fiesta qué?, es la pregunta. Los más críticos creen que el Bicentenario dejará poco o nada a Santa Cruz. Sienten que la celebración está vacía de contenido, sobre todo por la dejadez dirigencial. También dicen que la región perdió otra oportunidad para replantear su rumbo y redefinir su agenda. Cuestionan que se haya gastado más tiempo y recursos en frivolidades que en una reflexión sobre el estado de la libertad conquistada por los que abrieron la lucha en 1810.

Algo de razón tienen en la crítica, pero también hay mucho negativismo cuando concluyen que la fecha no deja nada. Ciertamente, los principales líderes siguen cediendo la iniciativa y están más ocupados en atender las urgencias de la coyuntura que en delinear el rumbo de las próximas décadas. No obstante, estos días han servido para que las generaciones emergentes reafirmen su orgullo de pertenencia a una cultura viva. Hay falencias, pero también el espíritu festivo refleja la voluntad de mantener de pie a Santa Cruz.

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Lo que se espera es que ese entusiasmo no se diluya después del 24 de septiembre y que la tarea de planificar el futuro de los cruceños y reorganizar sus recursos sea encarada cuanto antes. De lo contrario, vivir sólo el momento es siempre un riesgo.

Fuente: El Deber