Sean Connery, el último rey de Escocia

connery kilt Después de intervenir en cerca de 90 películas, Sean Connery ha sido algo más que otro James Bond. Ha encarnado a un aventuro que estuvo a punto de reinar, a un crepuscular Robin Hood, a uno de los cabecillas de Eliot Ness, a un sagaz monje o al simpático padre de Indiana Jones. Su primer trabajo fue de lechero y llegó al cine de casualidad. Ahora cumple 80 rotundos años.

Quienes le han conocido dicen que prefiere pasar desapercibido. Que logra lo que quiere con una sonrisa, quizá con un imperceptible arqueo de cejas. Tal vez, en estos 80 años que ahora cumple, sólo haya querido salir de su anonimato en contadas ocasiones por una causa concreta: su incondicional defensa de la independencia escocesa.

Oriundo de una familia de pocos recursos de Edimburgo, su primer trabajo fue de lechero. Llegó al cine de casualidad, tras acudir a un concurso de Míster Universo donde alguien le sugirió un posible trabajo de actor en una producción musical.



La primera secuencia famosa que el cine recuerda de él se produjo en 1962, en una playa, aguardando la salida del agua de una sugerente Ursula Andrés, en la película "Dr. No", la primera de las siete entregas que el actor rodó interpretando el papel de James Bond, el agente del servicio secreto inglés creado por Ian Fleming.

Siete filmes de James Bond que le valieron para alcanzar fama mundial. Un hombre apuesto, muy "british", valiente, elegante. A aquel personaje le debe mucho, y también el haber sido encasillado durante lustros en la memoria colectiva de millones de espectadores.

¿Vuelve a ver sus películas como Bond?-, le preguntaron en una entrevista publicada en el diario argentino "Clarín" en junio de 2001. "No, prefiero ver a los otros antes que a mí" -respondió-, a pesar de reconocer acto seguido que no le molestaba que le siguieran interrogando sobre el personaje de Fleming.

Sin embargo, el apuesto Connery perdía pelo desde muy joven. Tuvo que usar postizos para ocultar su incipiente calvicie en varias películas de Bond. Luego, cuando quiso salir del encasillamiento del agente secreto, este problema le vino bien. Cambió de imagen: se dejó bigote y comenzó a usar postizos, lo que le hacía parecer mayor. Casi siempre ha interpretado personajes con más edad que la suya.

Después de aquellas cintas, su talento fue creciendo película a película. En "El hombre que pudo reinar" (John Huston, 1975), daba vida al aventurero trotamundos Danny Dravo, que junto a Peachy Carnehan (Michael Caine), en la India de 1880, se encaminan para hacer fortuna hacia el legendario reino de Kafiristán y, después de un duro viaje a través del Himalaya, alcanzan su meta.

El mismo año, en la preciosa "El viento y el león" (John Milius), encarnó a El Raisuni, jefe de los bereberes, secuestrador de una bella viuda estadounidense (Candice Bergen) y sus hijos, que se encuentran en Tánger, para pedir una fuerte recompensa por su rescate.

Y así siguen otras inolvidables películas salpicando la filmografía del actor escocés: en "Robin y Marian" (Richard Lester, 1976), Robin Hood (Connery) vuelve a Sherwood, desilusionado por los años que ha perdido luchando como cruzado en Tierra Santa, para encontrarse con su amada Marian (Audrey Hepburn).

En "El nombre de la rosa" (Jean-Jacques Annaud, 1986) se mete, durante el siglo XIII, en la piel de Fray Guillermo de Baskerville, un monje franciscano y antiguo inquisidor, que, con su inseparable discípulo, el novicio Adso de Melk (Christian Slater), acude a una abadía benedictina situada en el norte de la península italiana para intentar esclarecer la muerte del joven miniaturista Adelmo da Otranto.

Tal vez, la interpretación que más premios le ha dado a Connery -entre ellos, el Oscar y el Globo de Oro- ha sido la que hizo en "Los intocables de Eliot Ness" (Brian de Palma, 1987), dando vida a Jim Malone, un sencillo policía metropolitano que decide apoyar al idealista agente federal Eliot Ness (Kevin Costner) y su implacable persecución del gángster Al Capone (Robert de Niro), el famoso mafioso que asesinaba, extorsionaba y comerciaba ilegalmente con alcohol en plena Ley Seca.

Queda también en el recuerdo la tercera entrega de la famosa saga Indiana Jones ("Indiana Jones y la última cruzada", (Steven Spielberg, 1989), donde Connery interpreta al arqueólogo Henry Jones, padre del intrépido Indiana (Harrison Ford), y donde es secuestrado cuando buscaba el Santo Grial. "Indi" tendrá que ir a rescatarlo y, de paso, intentar hacerse con la preciada reliquia, que también ambicionan los nazis.

Connery ha trabajado con los directores antes citados y con otros de tanto nombre como Terence Young, Sydney Lumet, Alfred Hitchcock, Irvin Kershner, Richard Attenborough, John McTiernan o Gus Van Sant.

Tuvo que aprender a jugar al golf rodando "Goldfinger" (1964). Desde entonces, reconocía en una entrevista: "el golf me atrapó". "Debo decir que ha sido una de las cosas más importantes de mi vida. Creo que debería estar en todas las escuelas, pero se debería enseñar bien", añadía en declaraciones recogidas por varios periódicos de los años sesenta.

Gran aficionado también al fútbol, Connery reconoce que desde pequeño fue seguidor del club escocés Celtic de Glasgow, equipo que apoyaba su padre, pero con el tiempo se inclinó por los rivales, el Glasgow Rangers.

Actualmente, reside en Bahamas con la pintora francesa de origen tunecino Micheline Roquebrune, con la que contrajo matrimonio en 1975.

Entre 1962 y 1974 estuvo casado con la actriz australiana Diane Cilento, madre de su hijo Jason, también actor. Cilento, durante su separación, tras once años de convivencia, le acusó de poseer un carácter violento.

El actor y su esposa fueron imputados recientemente por un juzgado de Marbella (sur de España, su antiguo lugar de residencia habitual), debido a su presunto delito de blanqueo de capitales en el sector inmobiliario.

Connery está convencido, como reconocía hace unos años, que verá una Escocia, su tierra natal, independiente antes de morir. El primer paso, según aseguraba, se dio en 1997, cuando se restauró el Parlamento escocés para su autogobierno. El actor dijo que sólo regresaría a su tierra si se separaba del Reino Unido: "Creo que tenemos lo que hace falta (…) y estoy convencido de que ocurrirá durante mi vida". Y eso que, en 2000, fue nombrado Caballero (Sir) por Isabel II y acudió a la ceremonia con un "kilt" (falda típica escocesa), para dejar constancia de su devoción por Escocia.

Millones de mujeres aún sueñan con él, uno de los actores más atractivos, uno de esos que mejoran con los años. Al fin y al cabo, quién diría que acaba de cumplir 80.

EFE Reportajes