El circo de Nerón

Daniel A. Pasquier Rivero*

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Llama la atención que la Iglesia de San Pedro, en el Vaticano, se asiente sobre los restos de los que fuera en su momento centro de vida social y política de Roma. Recurrir al carnaval para distraer a las masas no es idea nueva, ni lo era entonces. Pan y circo es la intención y acción de todos los que utilizan al pueblo para sus propios fines, generalmente lejos de los intereses del mismo pueblo. El boato superficial de la fiesta popular sirve de máscara para cubrir los verdaderos intereses de los poderosos, que no es otro que mantener el control del poder y gozar de sus ventajas, placer, riqueza, engreimiento, culto a la vanidad y la soberbia. Nerón cantó, bailó, bebió sobre la arena cubierta de mártires que confesaron su fe en Cristo. Creyó que podía acabar con ellos y hoy, después de dos mil años, su figura es sólo un esperpento que espanta y cuenta entre lo peor que ha parido la humanidad, mientras que el mensaje cristiano se ha expandido por toda la tierra, fiel al mandato de su fundador.

A lo largo de veinte siglos la doctrina cristiana se ha manifestado en mil formas distintas, influido notoriamente en hombres de bien sin ser cristianos, porque encontraron en ella alimento para sus inquietudes espirituales. Los cristianos, como ciudadanos, han cimentando el desarrollo de la sociedad moderna. No es comprensible el siglo XXI sin reconocer el papel principal jugado por el pensamiento cristiano, ora como impulso o como guía en tantos éxitos de las comunidad humana por mejorar institucionalmente el reconocimiento de los derechos fundamentales del hombre. Juzgado según su tiempo, desde la llegada de Constantino al cristianismo hasta hoy, no hay documento que no sea trasunto de una visión más cristiana del hombre, del mundo y sus relaciones. La Iglesia ha estado siempre comprometida con el proceso liberador del hombre, no sólo desde el punto de vista espiritual si no también en su condición temporal. Además de Europa, centro de la cultura occidental y moderna, donde el papel de la Iglesia Católica y cristiana en general ha sido determinante, en la América colonial y republicana ha jugado a favor de los desposeídos, de los marginados, la “opción por los pobres” ha estado presente siempre, y detrás de los monumentos religiosos se esconden millones de obras también materiales en servicio de los humildes.

Pero el movimiento eclesiástico se lleva la flor en demostrar como institución la voluntad de dejar claro ante cualquier poder, en cualquier lugar, encarando cualquier situación, que su poder es estrictamente de orden espiritual; su influencia procede de la formación de conciencia en la sociedad, la creación de vínculos y exigencias morales al cumplimiento en el mundo de los mandatos religiosos: por amar a Dios por sobre todas las cosas está la obligación de ser honestos, sinceros, trabajadores, respetuosos de los bienes ajenos, entre los cuales quizás el principal sea, la honra ajena. Esto ha sido así más allá que la decisión o actuación personal de algunos cristianos. El Estado de Carlomagno hace siglos pasó a ser historia y la Iglesia ha portado el estandarte en marcar la separación entre el poder civil y el poder espiritual, proceso largo y complejo para concretar el “dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.

El mes pasado, en el Foro Social Mundial realizado en Brasil (cualquiera que tiene la plata puede organizar un foro con esta convocatoria), el presidente Morales se despachó con una de sus típicas declaraciones, “los jerarcas de la Iglesia –parecía referirse sólo a la Católica-, enemigos de las transformaciones pacíficas” en Bolivia. Decía que “estaba un poco reflexionando”, menos mal, porque definitivamente había muy poca reflexión, porque si no, habría concluido que la Iglesia siempre estorbó a los pretendientes a nuevos mesías, salvadores de la patria o, como es cada vez más frecuente en él, salvadores del mundo. Con detalles, pero la misma idea de los señores feudales, emperadores como Napoleón o dictadores sanguinarios del grupo jacobino de Robespierre, Stalin, Hitler y toda la caterva de asesinos que han pretendido pasar por jefes de estado en los cinco continentes, cuando en realidad, como demostró después la historia en cada uno, no eran más que gente llena de frustraciones, complejos o limitaciones morales.

Evo convertido en pastor aseguró que "otra fe, otra religión, otra iglesia también es posible hermanas y hermanos”, seguramente refiriéndose a una que de una vez predique que es malo –para no mencionar el pecado mortal-, esconder contratos, robarle al Estado, exigir coimas aprovechando el cargo público, utilizar tropas para matar a hermanas y hermanos, recurrir a la mentira, a la violencia, utilizar cualquier medio para doblegar al que opina distinto, prometer una cosa y hacer otra, atropellar lo ajeno, no llorar ni sentir pena ni lástima por los que sufren, se enferman y hasta se mueren por la falta de con cosas tan elementales como es el acceso a una consulta médica o un espacio para que lo atiendan, permitir que en un villorrio de 50 casas se encuentren 115 fábricas de cocaína, facilitar la destrucción física, psicológica y vital de millones de seres humanos convertidos en adictos a la droga. La cúpula de la iglesia naciente en el “narcoforo” estaba allí presente. Quizás el dirigente campesino Román Loaiza, alto dirigente y fundador del MAS, resume la situación al referirse al c. Santos Ramírez “Le conocía como un buen dirigente, su discurso era una maravilla, además si su discurso respetaba no estaría en este problema en la que está, pero a veces somos sólo de discursos y de conciencia somos podridos”.

La Iglesia no compite por el poder con el MAS, ni el Cardenal con Evo, y lo que corresponde, como reconoció hace mucho Bismark, el Canciller de Hierro y promotor de la “kulturkampf”, frente a León XIII, es trabajar cada uno desde su ámbito a favor del progreso material y espiritual del pueblo de Bolivia, pues al final el circo pasa y una mejor sociedad puede construirse sobre sus escombros.

*CEO del ICEES, Santa Cruz (Bolivia)

**S.E. Cardenal Julio Terrazas

Publicado en www.el-nuevodia.com 20090205