Francia teme un estallido social

image LA CRISIS EN EUROPA

Inquietud ante el riesgo de que la radicalización de las protestas derive en violencia

LA ALERTA "Hay un riesgo revolucionario en Francia", advierte Dominique de Villepin



LA ESCALADA Los directivos de una decena de empresas en crisis han sufrido secuestros

LLUÍS URÍA  – París. Corresponsal LA VANGUARDIA

"Hay un riesgo revolucionario en Francia". Lo ha dicho esta semana todo un ex primer ministro, Dominique de Villepin, alertando de que la cólera que se extiende por todo el país con el cierre de fábricas y los despidos masivos puede acabar adoptando "formas violentas".

La alarmista afirmación del último jefe de Gobierno de Jacques Chirac, recibida con escepticismo cuando no con ásperas críticas – "No es una actitud responsable", le ha reprochado su sucesor, François Fillon-,podría desdeñarse como una exageración de quien busca por todos los medios atacar a su jefe de filas – y sin embargo rival personal-Nicolas Sarkozy, cuya política económica y social no pierde ocasión de criticar. Pero detrás de la hipérbole – nadie imagina hoy una nueva toma de la Bastilla-,la inquietud de Villepin sobre un posible estallido de violencia social es compartida por numerosos analistas.

Con un índice de paro del 8,5% – según los últimos datos oficiales-, la situación económica en Francia es bastante menos dramática que en España. Y, sin embargo, el grado de crispación de la sociedad francesa está alcanzado niveles muy importantes. Las multitudinarias protestas en la calle contra el Gobierno han dado paso en las últimas semanas a acciones de fuerza en las fábricas afectadas por planes de reducción de empleo. Sony, 3M Santé, PPR (Pinault), Caterpillar, Scapa, Faurecia, FM Logistic, Molex, France Télécom… En poco más de un mes, directivos de una decena de empresas han sido retenidos – legalmente, secuestrados-por trabajadores airados, ya sea para forzar la negociación, ya sea por mera desesperación, o por ambas cosas a la vez. Trabajadores de EDF han efectuado cortes salvajes del suministro eléctrico y asalariados de Continental arrasaron el pasado martes la subprefectura de Compiègne. Las primeras denuncias han llegado ya a los tribunales, amenazando con enturbiar todavía más los actuales conflictos laborales.

La situación se asemeja, aunque de momento no ha alcanzado la misma gravedad, a la registrada en la crisis de los años 70, y ha empezado a preocupar seriamente al Gobierno, que ha movilizado a todos los prefectos para evitar una peligrosa deriva. El primer ministro, François Fillon, ha advertido seriamente que el Ejecutivo no tolerará la violencia.

El debate ha alcanzado una gran viveza en Francia, donde expertos y analistas escrutan a diario los síntomas de la última erupción de un fenómeno típicamente francés: la inclinación a abordar los conflictos desde la confrontación de fuerzas. Los especialistas en relaciones laborales – como Bernard Vivier, del Instituto Superior del Trabajo; Claude-Emmanuel Triomphe, de la asociación Astress, o Hubert Landier, de Management Social-coinciden en apuntar que este radicalismo, una particularidad francesa poco homologable con otros países europeos, se alimenta de la debilidad y atomización sindical en el sector privado. Los sindicatos se ven a menudo desbordados por la cólera de las bases, convenientemente azuzada, por otra parte, por las organizaciones de extrema izquierda, con el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de Olivier Besancenot a la cabeza. Una acción de zapa que han constatado desde los servicios de información de la policía hasta los propios dirigentes sindicales, que los califican de "rapaces".

Quien más quien menos, todos los expertos coinciden en que la situación, a la vista de la evolución de la crisis, puede agravarse. "Vista la destrucción de empleos en los próximos meses, hay el riesgo de que la situación empeore", advierte Guy Groux, director de investigación del CNRS y especialista en conflictos sociales.

En este estado de efervescencia general, empiezan a hacerse audibles en la izquierda radical algunas voces que justifican la violencia desde un razonamiento intelectual. Un ejemplo de anteayer mismo: François Galichet, profesor de filosofía en la Universidad de Estrasburgo, mantenía en Le Monde que el secuestro de directivos de empresas aparece como "un acto que no es legal ni moral, pero sin embargo legítimo", un modo "pedagógico" de recordar al patrón que "todo el mundo está en el mismo barco".

El filósofo Luc Ferry y el periodista Jacques Julliard, que cada semana protagonizan – desde el centroderecha y el centroizquierda-un elevado debate en las pantallas del canal informativo LCI, alertaban de forma coincidente días atrás de la reaparición en Francia de una corriente de pensamiento que justifica la violencia y deploraban, de nuevo de acuerdo, la ambigüedad de la izquierda socialdemócrata… En efecto, los dirigentes del Partido Socialista – con excepciones como Manuel Valls, convicto de leso sarkozismo-se han mostrado hasta ahora más bien comprensivos. La líder del PS, Martine Aubry, dio el tono ayer en un mitin en Toulouse: "Yo no acepto la violencia, pero frente al desprecio, puede comprenderse".

Plan para los jóvenes

Nicolas Sarkozy puso ayer sobre la mesa un nuevo plan, dotado con 1.300 millones de euros, para combatir el paro juvenil. El plan del Gobierno es favorecer, de aquí al verano del 2010, la contratación de 500.000 jóvenes por el sector privado. Las medidas consisten básicamente en subvenciones, beneficios fiscales y rebajas de cargas sociales para las empresas que contraten a jóvenes. "Francia tiene una de las tasas de empleo de jóvenes más débiles de la OCDE, un joven de cada dos está sin empleo", admitió el presidente francés, consciente de que el paro juvenil es un peligroso foco de desestabilización social. La organización patronal Medef celebró las medidas anunciadas por Sarkozy, pero el Partido Socialista criticó que se haya limitado a recuperar viejas recetas abandonadas.

"¿Lamentarlo?…, usted bromea"

Sucedió el martes por la noche. El conductor del informativo de France 2, David Pujadas, preguntó a un líder sindical de Continental, Xavier Mathieu, si no habían ido demasiado lejos al saquear la subprefectura de Compiègne. "¿Lamenta esta violencia?", inquirió. Y su interlocutor respondió: "Usted bromea, espero… ¿Qué quiere que lamentemos?”.