Vivir 100 años y quedarse 50 en el poder


Es el sueño del actual presidente de la república y no se trata de uno más de sus  frecuentes dislates sino de un plan muy concreto que está siendo diseñado en el palacio de Gobierno y que contempla el avasallamiento y control absoluto de las instituciones, particularmente de los poderes legislativo y judicial, ahora llamados capciosamente “órganos”, además de la Corte Electoral.

image El símbolo del poder: el Palacio de Gobierno. En la foto uno de los tantos actos oficiales del actual presidente.

Otro de los elementos de este plan que tiene como “coordinador” (¡cuándo no!) al ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, es la anulación de cualquier atisbo opositor y en esto se sabe que no se repararía aun en la eliminación física del eventual contrincante.



La primera fase de este plan ya está siendo aplicado y consiste en el control del Senado que en estos años frenó algo la concreción de los planes autoritarios de Evo Morales. El traslado de cocaleros chapareños a Pando tiene ese único objetivo; conseguir por lo menos tres senadores en ese departamento, a pesar de que se quiere disfrazar este propósito con burdas declaraciones sobre la necesidad de “garantizar la soberanía nacional”.

El sistemático desmantelamiento del poder judicial es otro de los componentes de este plan y hay que reconocer que en este ámbito, el MAS ha avanzado bastante con la liquidación del Tribunal Constitucional y el debilitamiento de la Corte Suprema de Justicia. Pero no se trata tan solo del permanente hostigamiento con cualquier pretexto de los miembros del Poder Judicial, sino que en los hechos, el gobierno se ha arrogado la potestad de decidir que es justo y que no, quien es culpable y quien es inocente.

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De esta forma, desconoce cualquier decisión judicial que vaya contra sus dictados. Tenemos una prueba reciente: la Corte Suprema de Justicia dictaminó que el caso de “terrorismo” sea tratado en la Corte Superior de Santa Cruz que tiene legítima competencia para hacerlo, pero el gobierno ya ha anunciado que la instrucción judicial no será acatada por cuanto se trataría de un “prevaricato” y mas bien ha amenazado con enjuiciar a los miembros del Tribunal Supremo.

Es decir, para el poder ejecutivo el cumplimiento de las decisiones judiciales no es obligatoria sino que ello depende de si estas le son favorables o no. Es claro que para el gobierno este entorpecimiento de sus planes políticos resulta inadmisible y por ello ha decidido cortar de raíz el problema y controlar todas las instancias judiciales, como ya lo hace en el distrito de La Paz.

Quintana está dispuesto a aplicar también todo lo que le enseñaron en la Escuela de las Américas a donde fue enviado en el pasado por su protector Hugo Banzer. En consecuencia se efectuará un sistemático amedrentamiento de los dirigentes opositores para que estos se inhiban de cualquier actividad política para que esta sea exclusiva del partido gobernante.

Recordemos que las “organizaciones sociales” que controla el MAS usurparon la vivienda del ex vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas, la que ahora es utilizada como “casa de campaña” para movilizar a la gente de la región lacustre en apoyo a la candidatura de Evo.

Es conocido también que los dirigentes opositores y sus allegados son objeto de permanentes amenazas realizadas vía telefónica para que se abstengan de denunciar y criticar y sus desplazamientos son seguidos, filmados y grabados, al igual que de varios periodistas considerados críticos al régimen de Evo.

Otro tanto ocurre con los prefectos de la “media luna” que son también víctimas de un permanente boicot de sus gestiones mediante el recorte presupuestario y de la persecución de la ministra de «Transparencia», que no muestra el mismo empeño en investigar a los corruptos de su gobierno.

En suma, si alguien considera que Evo Morales es un demócrata ya es hora de que despierte del sueño y vea las señales de nuestra realidad y de lo que están soportando los venezolanos bajo el yugo de Chávez, porque se replicará en el país. Los bolivianos aun tienen la libertad de decidir con su voto, pero hay otros cuya actuación es crucial en estos momentos. Son los partidos y los líderes de oposición, quienes deben acabar con el carnaval de candidaturas y ofrecer un par de opciones democráticas que le  hagan frente al hegemonismo autoritario del candidato – presidente.