De Malinches y ¿“tintirillos”?

Padece evidentes síntomas de paranoia y ve conspiradores y traidores por todo lado, excepto donde realmente están, es decir en su entorno más cercano. Al presidente Morales le basta que alguien asuma un criterio diferente al suyo para que inmediatamente le coloque el sambenito de traidor o de conspirador.

image Los cercanos colaboradores de Evo en una reunión celebrada el pasado mes de febrero; algunos ya no están en este privilegiado grupo y ahora son calificados como infiltrados o «conspiradores». (foto Abi)

Lo interesante es que en el último tiempo sus dardos se están enfilando hacia su propio partido que si tomamos en serio sus palabras, está plagado de traidores. El último conflicto en Potosí ha puesto en evidencia las serias debilidades internas en el partido gobernante, que como van las cosas, acabará destruyéndose desde adentro.



Malinche fue una indígena a la que entregaron como esclava a Hernán Cortez que le sirvió como intérprete y con quien engendró un hijo. Del tal “tintirillo” que mencionó también Evo Morales no tenemos la menor noticia pero suponemos que en realidad quiso referirse al indígena conocido como “Felipillo” y que también fue intérprete de Francisco Pizarro. Seguramente a Evo la memoria le jugó una mala pasada y no pudo acordarse del nombre que le sopló algún asesor y como no sabe de Historia le «mete nomás» cualquier nombre. La Malinche y Felipillo han pasado a la historia como el paradigma, tal vez muy injustamente, del sometimiento ante el poder extranjero.

Evo fue bastante duro con algunos de sus correligionarios al calificarlos como “malinches” y “tintirillos” y en las pasadas horas ha dado la instrucción de efectuar una purga que comenzará con dos diputados y un senador potosinos que se atrevieron a instalar una huelga de hambre pidiendo que se atienda las demandas de su departamento.

Evo no ahorró adjetivos contra ellos y sus respectivas progenitoras. Lo que ocurre es que el conflicto de Potosí lo sacó de quicio tal vez con mucha razón ya que no es arriesgado decir que este problema ha significado el punto de inflexión en la actual administración gubernamental y marcado un antes y después en su gobierno.

Evo no es una persona ilustrada pero eso si hay que reconocer que tiene un agudo olfato político, el suficiente para darse cuenta que en lo sucesivo las cosas se le pondrán algo difíciles ya que, por ejemplo, los campesinos, creyeron sus palabras y ahora quieren tener un poder real y efectivo, más allá de los discursos.

Ese es el problema de los gobiernos populistas que en muchos casos son víctimas de sus propios discursos y para salir del paso no encuentran una salida mejor que asumir un sesgo francamente autoritario.

Evo Morales sabe que su base social ha tenido un brusco descenso y está peleado con más de seis organizaciones indígenas y campesinas a las cuales usó electoralmente y ahora no puede contentarlos con espejitos ni discursos. Por ello, como ocurrió con el MNR en los años 60, busca aferrarse a las Fuerzas Armadas y a la Policía que están sufriendo un acelerado proceso de desgaste institucional porque son manejados como partido político.

En las Fuerzas Armadas cursa una instructiva para establecer dentro de sus “hipótesis de conflicto” una serie de convulsiones sociales que tendrían esta vez como escenario, ciudades del occidente del país y que tendrían como detonante demandas regionales insatisfechas.

Dentro de la “hipótesis” no se descarta una intervención militar para “restablecer el orden” según el desprestigiado término utilizado en las dictaduras del pasado.

Morales ha logrado virtualmente destruir a la oposición política mediante uso y abuso del Ministerio Público y el Poder Judicial para perseguir, encarcelar o forzar al exilio a sus oponentes. Sin embargo, no podrá hacer lo mismo con los pueblos que se levantan para exigir atención a sus regiones como lo hizo Potosí; es más ni siquiera podrá con los gremios «fuertes» y frente a esto tiene listo un plan de contingencia que incluye no solo a sus grupos de choque (que cada vez son menos) y a la  Policía, sino también a las Fuerzas Armadas. El problema es que la ejecución de este plan, por la violencia que podría desencadenar, afectará su imagen de caudillo y esta claro que no quiere pagar esta factura.