Las declaraciones del ministro de la Presidencia, Oscar Coca provocan pavor por la forma desaprensiva con la que fueron lanzadas y por la falta total de tino y prudencia con la que amenazó lanzar a hordas campesinas en contra del pueblo potosino, que ha cometido el imperdonable pecado de exigir que se cumplan las promesas gubernamentales y que pide “vivir bien” según reza uno de los empalagosos clichés gubernamentales.
Desesperados y hambrientos. Cientos de personas hacen fila para obtener un plato de comida en una olla común en Potosí (foto El Deber)
Pero lo que sobrepasa los límites de la cordura es que el presidente Evo Morales, reeditando la experiencia pandina, dé el consentimiento para que los ayllus del norte de Potosí realicen un cerco a la capital departamental que por todos los antecedentes de estas organizaciones no será precisamente pacífico. Se debe recordar que estos ayllus se han visto involucrados últimamente en dudosas pero lucrativas actividades del narcotráfico y el contrabando de vehículos chutos con la evidente permisividad del gobierno que les dio impunidad pese al linchamiento (asesinato) de cuatro policías ocurrido en la región, y claro ahora está pidiendo la devolución de favores.
La semana pasada ya tuvimos algunos anuncios de las intenciones gubernamentales cuando este mismo grupos de ayllus, pidió constituir el décimo departamento. Claramente se estaban sentando las bases para el enfrentamiento. Pero hay mucha distancia entre pedir la creación de un nuevo departamento y el buscar un enfrentamiento que podría ensangrentar al pueblo potosino.
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Coca afirmó que las fuerzas policiales y militares no intervendrán para reprimir el movimiento cívico en Potosí pero si lo harán los campesinos. En esta frase se advierte con claridad meridiana cual es la verdadera impronta del gobierno. No se trata de una nueva estrategia. En realidad ya fue utilizada contra Santa cruz a fines de agosto de 2008 cuando grupos de campesinos comandados por Fidel Surco intentaron llegar a esa ciudad causando dos muertos. Los responsables, al tratarse de masistas, no han sido identificados y mucho menos sancionados.
Está claro que al gobierno no le importan los muertos si de alcanzar sus objetivos se trata. Con un Órgano Judicial a su disposición, los causantes de los muertos siempre serán los opositores contra quienes caerá en toda su majestad la “justicia” masista.
Evo se definió muy bien en una concentración en una población cochabambina. Abandonando el poco convincente discurso conciliador que había lanzado en Santa Cruz se mostró nuevamente tal como es y lanzó amenazas a diestra y siniestra además de calificarse como “cuerudo”, una característica que ya le conocemos todos.
Esgrimió nuevamente los gastados argumentos de las “conspiraciones” de la “derecha”, de los “partidos tradicionales” negándose a ver más allá de sus narices. Y si no afirmó que en Potosí están actuando grupos de la Unión Juvenil Cruceñista es porque varios de ellos ahora militan en el MAS.
Sin embargo, el ministro de Autonomías, Carlos Romero, cuya prepotencia fue determinante para entorpecer el dialogo en Sucre, se apresuró a echar la culpa a los comités cívicos de Santa Cruz y de Tarija señalando que al apoyar al Comcipo alientan «una estrategia de confrontación» entre los departamentos de Oruro y Potosí, ¡vaya cinismo! cuando es el propio presidente quien se reúne con los ayllus potosinos para dividir el movimiento cívico y hacer que los indígenas se enfrenten con la población de la Villa Imperial y de las provincias que apoyan el bloqueo.
Es cierto eso de que todo cambia. Evo cuando organizaba los bloqueos de caminos en la zona del Chapare que duraban varias semanas exigía que las autoridades gubernamentales vayan a negociar al lugar del conflicto y nunca levantó una medida de presión para dialogar con el gobierno de turno. A pesar de que frecuentemente mezcla sus funciones como presidente y como dirigente cocalero, ahora se niega a hacerlo y se muestra más soberbio que cualquier gobernante «neoliberal» olvidando su pasado como sindicalista.
Y no solo eso, sino que insulta la sensibilidad del pueblo potosino, yendo a Oruro a entregar obras o dedicándose tardes enteras a jugar fútbol en Quillacollo o en La Paz, en vez de atender la dramática situación que genera este conflicto, hambre y desesperación de la gente bloqueada en los caminos y en la propia ciudad de Potosi. Es entendible su miedo de ir a Potosí, pese a que un ejército de policías y militares habrían cuidado de su seguridad, pero podría haber ido a Sucre sin riesgo alguno, al menos a inaugurar la reunión y dejar a sus ministros para que sigan la negociación, sin embargo pudo más su arrogancia que la sensatez.
En las últimas horas bajo la amenaza del garrote de los ayllus que apalearon a periodistas y miembros de la comitiva potosina que retornaba a su región, obligándolos a volver a Sucre, se abrió la posibilidad de reanudar el diálogo con más ministros. No es la mejor forma ni el mejor escenario porque hay un sector -los civicos potosinos- que tendrán que negociar con la amenaza de los grupos de choque de los ayllus masistas sobre sus cabezas, y del otro lado, el gobierno que moralmente fracasó porque tuvo que recurrir a la fuerza para «dialogar».
Sin embargo, es de esperar que esta vez salga la solución porque hay cientos de ciudadanos que sufren, así el gran ausente, Evo Morales, se haga al ciego y le saque el cuerpo a los problemas.