El Evo

Dante Pino Archondo

image Al principio sorprendía. Es que lo estábamos conociendo. Y sus palabras de vocabulario muy pobre, procuraban ser interpretadas, y hasta tenían que ser explicadas. Lo que quiso decir, era tal o cual cosa, corrían sus funcionarios presurosos para explicar todos los días. Y recuerdo que durante casi dos años, su Vicepresidente se la pasaba explicando sus ocurrencias y tratando de darles forma y si podía contenido.

Tantos intérpretes de su Excelencia eran necesarios. Ahora que han transcurrido cinco años, ya no es necesario interpretarle, y su Vicepresidente, cansado de hacer el ventrílocuo, ha decidido más bien comenzar a declarar de manera oficial lo que realmente pasa. Es decir ha decidido dejar de disimular y mostrar quien gobierna, más allá de las formalidades.



En Bolivia, “el Evo” ha dejado de ser sorpresa y se ha convertido en un personaje que ha pasado de la categoría de curioso a simplón. En el resto del mundo sucedió esto cuando se le ocurrió hablar de los pollos y los gays. Desde entonces las cosas comienzan a tomar otra dirección. El Evo habla y todos se ríen.  Y parece que aún no se “ha dado de cuenta” que en el mundo de la diplomacia lo escuchan por educación, pero sin ningún interés.

Eso de ¡Planeta o muerte, venceremos!, o aquello de aconsejarle al Papa que los curas dejen el celibato, o la otra de que el Presidente norteamericano debía pensar como él por ser negro y él un indio, terminó por configurar la realidad y alejar la fantasía. Esa que buscó pintarlo como un fenómeno político indoamericano, con rasgos de Estadista y oficiosos filmes de su vida, que debían ser el paradigma del esfuerzo, casi copiando a Fidel, su abuelito revolucionario, que nunca dejó de contar sus hazañas guerrilleras.

Nada sirvió. De todo el maquillaje quedó la final la ignorancia expuesta en toda su cruda realidad. No sabe de lo que habla, no entiende lo que le explican y cree que insultando le respetan, muestra sus caprichos como si fueran decisiones de Estado y sus decisiones deben convertirse en leyes. Su propio entorno susurra con conmiseración las “metidas de pata” y oran para que no sigan.

En este cuadro donde el que manda es como es, creer que las autonomías puedan existir es ser muy realista, pidiendo lo imposible. Lo cierto es que en Bolivia corre dinero que no puede trasponer las fronteras por su origen ilegal, la inercia se acaba y la verdad comienza a mostrar su cara. Precios que suben, escasez provocada por decisiones erradas de política económica, inversión pública corrupta, inversión privada nula y reclamos de sus bases para ocupar cargos públicos. Bolivia se hunde.

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