La “iranización” del presidente Evo Morales puede ser aún más riesgosa que la influencia del chavismo. Si esta última ha implicado una neutralización del potencial hidrocarburífero boliviano para no competirle demasiado a Venezuela, además de la adopción de un estilo de gobierno polarizador y autoritario, encarrilarse en los rumbos del integrismo islámico significa ingresar en el ámbito de los principales enfrentamientos internacionales de la actualidad. En ese contexto se producen las declaraciones del primer mandatario durante su visita a Irán, referidas a “destruir el imperialismo norteamericano” y coreadas por sus anfitriones al grito de “Muerte a Estados Unidos”. Esto debe convocar a una profunda reflexión sobre las definiciones de la política exterior boliviana, distorsionada por un radicalismo ideológico que la aleja de una defensa pragmática y realista de los intereses nacionales. ¿Hasta qué punto está dispuesta la administración de Evo Morales a seguir los pasos de Mahmud Ahmadinejad? ¿La provisión de uranio para el programa nuclear “pacífico” de Teherán está incluida en el menú? “Pondremos nuestra sangre para acabar con el imperio” no es precisamente una frase merecedora del Nobel de la Paz tan ansiado por el jefe del Estado Plurinacional. Posturas que merecen una alerta roja en la opinión pública nacional…