Educar para ser libres e iguales

maggy_talaveraMaggy Talavera – Urupesa urbana

Educación y salud son dos palabras que siempre están presentes en los discursos políticos, sobre todo en tiempos de elecciones. Lamentablemente, ambas terminan sirviendo apenas para cazar votos. Llegados al Poder, los políticos suelen olvidar ambas, tal como lo demuestran los presupuestos públicos en los que los ítems de Salud y Educación suelen representar porcentajes bajos, superados con creces por los que se destinan a Defensa y Gobierno. Es decir: mayor prioridad es asignada a los aparatos represivos del Estado, que a los servicios básicos que aseguran calidad de vida para la población.

¿Por qué los gobiernos repiten siempre esa misma fórmula, más allá de diferencias políticas que suelen quedarse apenas en el discurso? Incluso gobiernos que se proclaman revolucionarios, o portadores del cambio, como el del MAS, caen en el mismo esquema, a pesar de ser conscientes que el verdadero cambio sólo es viable a través de una sociedad sana y educada. Pero no sólo eso: también libre e igual, entendiendo la igualdad como “el principio que reconoce a todos los ciudadanos capacidad para los mismos derechos”. La respuesta a esa interrogante está cada vez más clara: a los políticos de turno no les interesa una población educada, consciente de sus derechos y a la que resulta difícil manipular.



Estas reflexiones toman hoy más fuerza a la luz del nuevo Informe de Desarrollo Humano del PNUD, que centra su preocupación en los niveles de desigualdad cada vez mayor en el mundo, a pesar de los avances importantes registrados por los países en su desarrollo. Otra vez, es el caso de Bolivia. Si bien hay indicadores que reflejan mejorías, como el de esperanza de vida que pasó de 45 a 65 años en los últimos cuarenta años o la tasa de alfabetización que saltó de 63% a 91%, otros índices siguen alertando sobre números rojos que ponen en peligro el desarrollo integral de Bolivia, como es el de una mayor desigualdad entre el 20% de la población más rica que concentra el 60% de la riqueza y el 20% más pobre que apenas usufructúa del 2% de la riqueza.

Esas cifras, solo por citar algunas. Una realidad que no es ajena a otros países de la región y del mundo, como bien refleja el Informe de Desarrollo Humano global del PNUD para 2010. Tan preocupante es esta realidad, marcada por desigualdades cada vez mayores, que el PNUD hace cuestión de insistir que el gran reto ahora es combatir la desigualdad. Una tarea que no depende apenas de acciones para paliar la pobreza en hogares cada vez más desintegrados, sino de otras que tienen que ver con la democracia, con la libertad y con la autonomía ciudadana para decidir sobre su presente y futuro, y para participar en la solución de sus problemas. Las tres –democracia, libertad, autonomía- golpeadas en la Bolivia del cambio según el MAS, que sigue desaprovechando una oportunidad histórica para cambiar, pero en serio, el rumbo tortuoso hacia la desigualdad que sigue transitando el país.

Lo dice el propio subsecretario de las Naciones Unidas, Heraldo Muñoz: “Para el PNUD, la igualdad importa en el espacio de las libertades efectivas; es decir, en términos de la ampliación para todos de las opciones de vida realmente disponibles para que puedan elegir con autonomía.” O como lo detalla el Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010 en su capítulo 5, “Del hogar a la polis: la economía política de la persistencia de la desigualdad”. “La democracia es considerada condición imprescindible para el desarrollo humano”, dice y añade: “La igualdad constituye uno de los fundamentos normativos del sistema republicano democrático, el cual se basa en la noción de que todas las personas tienen igual derecho a la ciudadanía.”

¿Acaso es este el camino que transita Bolivia de la mano del actual Gobierno? ¿Basta la inclusión de algunos sectores indígenas para garantizar que Bolivia es ya menos desigual? Vistos los hechos y analizando los datos abundantes que ofrecen los Informes del PNUD, sólo resta decir que falta recorrer aún un largo trecho antes de festejar logros duraderos en este ámbito. Un camino que debe contemplar la superación de algunas distorsiones que persisten en Bolivia y en la región, como “el clientelismo, la captura del Estado, la corrupción y la debilidad institucional, fenómenos que debilitan el funcionamiento de la cadena de delegación de funciones del sistema democrático, afectan los resultados de la política pública y contribuyen a reforzar la reproducción y la persistencia de la desigualdad”.