“Desmovilícese, en Navidad todo es posible”

Llamamiento_FARC_Navidad El Ministerio de Defensa colombiano llama al abandono de las armas con árboles de Navidad y pancartas.

"¿Qué ha sido esto? Suenas abandonado. Perdido y solo. El mundo a tu alrededor se ha pervertido". Es el comienzo de la canción Deserter de Matthew Dear, entre sonámbula y consoladora, que acompaña el vídeo documental de una maniobra inusitada del Ejército colombiano. Para la llamada Operación Navidad, varios contingentes contraguerrilla decoraron con luces navideñas árboles en diez de las principales zonas de abastecimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en medio de la selva. El vídeo se puede ver en Youtube con el título de la campaña: Desmovilícese. Por medio de un mecanismo, la iluminación detectará cuando los guerrilleros pasen por delante, y entonces se encenderá para alumbrar unas pancartas que los llaman a dejar las armas.

"Hemos tenido desmovilizados que permanecieron entre 20 y 30 años en la organización", cuenta Marcela Durán, del Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado. Hombres y mujeres que llevan un cuarto de siglo sin ver a sus familias y para los que la Navidad es solo otro recordatorio de su ausencia. "Fugarse de las FARC no es fácil, se debe buscar el momento oportuno y eso puede tardar meses. En la guerrilla el compromiso con la causa es de vida y cualquier traición puede costar la vida misma", explica Durán. Desde el 1 de enero hasta el 22 de diciembre, 2.435 miembros de las FARC han dejado sus filas ?1.829 hombres y 606 mujeres; 247 de ellos menores de edad?, según cifras oficiales, con dos variaciones llamativas. De 161 en febrero el número subió a 247 en marzo, y para Durán se trata de un efecto tardío de la Navidad de acuerdo con las entrevistas que hicieron a los ex combatientes. Otro aumento significativo, de 170 a 319, se registró de abril a mayo. "Está asociado con la celebración del Día de la Madre, ya que la mayoría de los muchachos que deciden dejar las armas son campesinos que dejaron a sus familias para ingresar a la guerrilla y en ese entorno, las madres son una figura fundamental", agrega.



Daniel se unió a las FARC cuando era un niño de 13 años y perteneció durante 14 al llamado Frente 44 de la guerrilla. El pasado 24 de octubre, con 27 años, se dio cuenta de que ya no podía más. "Es una vida sin futuro, demasiado difícil y en la que hay mucha injusticia. Quería recuperar mi vida, mi libertad", narra por teléfono desde Bogotá. Tenía una posición "de confianza" dentro del frente y, en ocasiones, esto significaba tener que "tomar decisiones importantes". Al final, "la desesperanza" de no ser el dueño de su propia vida y de "no volver a ver jamás" a sus tres hermanas, su hermano y su madre -él es el mayor- pesaron más que el miedo ante posibles represalias.

Para el Daniel adulto, esta será la primera Navidad que celebrará junto a su familia. "Para mí es una fecha muy sagrada. Pero en la selva es un día cualquiera, aunque hagas una carne asada y te tomes un traguito. Me dolía, nos dolía, porque cada uno pensaba en su familia". Ahora, lo que más desea es una vida normal aunque tenga que "luchar y luchar hasta sacarla adelante". El programa gubernamental de reintegración le permitirá estudiar dentro de poco y con lo que le pagarán por ello pretende apoyar a su familia, "como un hermano mayor".

Cree que las campañas de desmovilización en los medios de comunicación -existen desde hace cuatro años- son "muy útiles". "Es muy delicado decidirse a huir. No se lo puedes comentar a nadie porque igual a uno lo matan, lo torturan… Muchos de los muchachos quieren dejar las armas, pero necesitan que alguien les eche una mano".

Quizá ayuda saber que algunos altos mandos de las FARC también están cansados. "En el periodo 2002-2003, por cada diez guerrilleros rasos llegaba un mando, en este momento por cada tres uno", señala Marcela Durán. Como Ciro Cañón, un veterano jefe con mando sobre 200 guerrilleros, que se entregó en octubre a las Fuerzas Armadas en el departamento del Meta (centro sur).

"Tu vida solo será lo que quieras que sea", canta Matthew Dear.

El País – Madrid