El enclave sin soberanía que casi nos venden

Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo3 “Piñera frenó enclave marítimo para Bolivia ofrecido por Bachelet” es el título de una publicación en la que se revela los resultados de una larga y muy reservada negociación entre los gobiernos de Evo Morales y de Michelle Bachelet.

Jamás me imaginé que el alivio, ante una posible claudicación –se trataba de una propuesta chilena de solución a la mediterraneidad de Bolivia sin soberanía-, viniera precisamente de un presidente de Chile, que había definido, antes de asumir el poder, que a Bolivia había que darle todas las facilidades de tránsito hacia el mar, menos un territorio con transferencia de soberanía.



En este nuevo culebrón diplomático, hay algunas revelaciones: la señora Bachelet, estaba a hurtadillas empeñada en “vender” a la actual diplomacia boliviana una fórmula contraria al sentimiento nacional: el de retorno al mar con acceso soberano. ¿Será que, con esto, la mandataria pretendía cobrar una factura por su parcialización con el actual régimen en el caso de Pando, cuando fue presidente de turno de UNASUR? ¡Vaya a saber la verdad que está tras esta insólita propuesta!

Pero hay más: la versión que se ha difundido, muestra que no se trató de una sorpresiva o inesperada iniciativa chilena. La fórmula “frenada” por el presidente Piñera, había sido largamente tratada en reuniones de los vice ministros de relaciones exteriores de los dos países, Van Klaveren y Fernández, que luego dio lugar a inspecciones técnicas, que se las hacía ya en el entendido de que un enclave –esa era la fórmula– no incluiría la transferencia de soberanía.

Entre las condiciones del gobierno de Bachelet, hubo una que resalta: en un enclave a ser cedido sin soberanía a Bolivia, se construiría un puerto, pero sólo para “para la salida de minerales de hierro y litio de Bolivia y una zona turística” y “no para el tránsito de carga general: de ese modo, no entraría en competencia con los puertos de Arica y Antofagasta. El punto fue aceptado por La Paz”.

Los seguidores de Bachelet, no tomaron en cuenta la advertencia de un diplomático chileno: “No nos echemos tierra a los ojos –alertaba Oscar Pinochet de la Barra–, no incurramos en la simpleza, la ilusión de creer que Bolivia a la larga se olvidará del litoral perdido. El país del altiplano continuará clamando por el mar. Ni es capricho suyo, es una cuestión de identidad, de patria, inolvidable, insoslayable, inmodificable” (OPB. “¿Un puerto para Bolivia? Revista “Qué pasa”. 09.01.2004). Se puede entender, sin embargo que nuestros vecinos hayan desoído lo anterior, pero no que el olvido provenga de nosotros mismos, de la ansiedad de buscar aliados para fines internos y, al fin, para pagar facturas políticas.

Pensar que muchos de los impulsores de estas negociaciones, son los sectarios que estuvieron, ya hace más de 35 años, entre los vociferantes opositores a las negociaciones de 1975 y que acusaban de traidores y “vende patrias” a los que las emprendieron; esas negociaciones que se orientaban, con decisión irrenunciable, a obtener un territorio soberano boliviano que nos vincule con continuidad al Océano Pacífico.

Pensar también que en octubre de 2003, el grito de guerra de muchos de los oficialistas de hoy fue ¡nada con Chile! y menos aún aceptar que se exporte gas boliviano por un puerto chileno.

Cuando una política exterior, como la que se siguió con Chile durante la presidencia de Bachelet, está supeditada a una facción partidaria, siempre es impuesta; nace del autoritarismo, pues se ignora el sentir de vastos sectores del pueblo.

No es para celebrar que no haya prosperado la fórmula casi concretada. Es para entristecernos y para darnos vergüenza.

Finalmente: “…hay algo que es más fuerte que la voluntad de los hombres y que acabará por imponerse: el imperativo geográfico… Complemento esencial de la montaña es el mar y hacia éste acaba de abrirse paso, aunque para ello requiera siglos, cuya duración, por otra parte, resulta relativa dentro del concepto de eternidad con que hay que considerar la vida de los pueblos…” (Alberto Ostria Gutiérrez 1897-1967).