Liu Xiaobo, el coraje del bien

Juan Claudio Lechín

JuanClaudioLechinWeiseFoto_thumb A Liu Xiaobo le dieron 11 años de cárcel por redactar y firmar una carta pidiendo democracia en China. Parece un cuento, pero es algo muy serio. Este profesor de filosofía, de 53 años, que participó en la protesta de Tian’anmen y activista de los derechos humanos no mató a nadie, no secuestró, no robó, ni estupró, simplemente pidió una reforma política a través de una misiva conocida como la Carta 08.

Ésta es la tercera condena de Liu Xiaobo. Anteriormente, cuando cometió sus primeros “errores”, lo mandaron a esas granjas de reeducación donde un fanático militante castiga a los desviados (en todos los sentidos) con una palmeta medieval hasta que aprendan a someterse. Cuando yo era niño, mi profesor Ballivián, que vestía guardapolvo para dictar clases, tenía una atemorizante regla en la mano pero con ella marcaba el ritmo de los dictados. Jamás se le hubiera ocurrido tocar a los asnos de sus alumnos que a diferencia de Liu Xiaobo lo hubiéramos tenido bien merecido.



Estas granjas de reeducación, a pesar de su opresivo primitivismo y frecuentes también en la Cuba de Castro, son parte de una época tenebrosa, cuyos infames detalles desconocemos en occidente. Fueron instauradas por Mao Zedong cuando creó las unidades agrícolas estatales, una copia de los sovjoses soviéticos, que le costaron a China varios millones de opositores ejecutados. Las granjas de reeducación acallaron a otros muchos millones. Con Stalin y Hitler comparte el despreciable sitial de los mayores carniceros humanos en la historia universal.

La matazón fue ejecutada por el partido comunista que gobierna hoy China con mano de hierro y que Liu Xiaobo propone reformar en lo político, pues el giro hacia la economía liberal ha comenzado, aunque con una extrema explotación de los trabajadores y sin legislación ni protección en materia laboral. Pero habiendo avanzado en lo económico, resulta lógico hacerlo en lo político. Cómo habrá resentido la solicitud democrática de la Carta 08 a la hierática burocracia del partido comunista —esa corte que se pasa el poder entre sus integrantes—, que además de darle un castigo infundado y abusivamente largo a su humanista redactor, lo condenan a una cárcel que, si se parece a la famosa tortura, también china, debe ser algo triplemente horrendo.

Acertadamente, la academia sueca le ha entregado a Liu Xiaobo el premio Nobel de la paz, por el coraje de enfrentar al fascismo más perdurable de la historia moderna. No lo ha podido recibir en persona porque sigue encarcelado. Es aleccionador que un héroe no enfrente a la Hidra con una espada, como Jasón, sino con la pluma, apelando a la invencible fuerza de la moral, usando la paz, arma poderosa que Gandhi nos recordó y que Cristo ya nos había enseñado.

Que Liu Xiaobo, hombre extraordinario con nombre de trabalenguas, del más distante de los países del mundo, la Cochinchina, reciba nuestro más profundo agradecimiento por luchar, a costa de su libertad y de su vida, por el más alto anhelo de la humanidad: la paz entre los hombres. Feliz Navidad para todos.

El Comercio – Lima