Solamente…

Cayetano Llobet T.

cayetano5_thumb_thumb En Bolivia las cosas siempre se expresan de un modo parecido. Cuando sus masas se irritan, las habitaciones de Palacio comienzan a prepararse para recibir a nuevos huéspedes. Evo olió su caída: las peleas de la gente en la calle, las colas por alimentos, la policía en despliegue máximo de recursos, las ciudades aprestándose a las movilizaciones, los mineros, ¡los mineros!, preparando su marcha sobre La Paz , son elementos más que suficientes para frenar en seco y retroceder en toda la línea. Evo supo del miedo. Perdió su condición de divinidad y se volvió Presidente. Un Presidente que pueden tumbar. Un Presidente más en la historia de Bolivia. ¡Sólo un Presidente!

Y es que nunca entendió lo que todo el mundo sabe: que esa combinación de falta de producción, de subvenciones, de incompetencia estatal, de contrabando incontrolable, de diferencia abismal con los precios internacionales, es una combinación perfecta para atentar contra ese monstruo implacable que nunca ha dejado de fijar sus reglas: el mercado.



Y el Vicepresidente ya lo ha advertido: “tarde o temprano, subirá el precio de la gasolina”… “En el futuro hay que nivelar los precios de los carburantes y eso es tarea de nosotros”. Álvaro García Linera es un hombre ilustrado. Su explicación y el manejo de sus cifras, han sido convincentes. Como, además, tiene vocación y experiencia docente, sus méritos pedagógicos para explicar lo que es el mercado, lo que es la necesidad de adecuarse a sus reglas, causaría la envidia del Director del Fondo Monetario Internacional. El propio Evo Morales ha venido insistiendo en que todo este tipo de medidas está pensado para el conjunto del país y no para un grupo de gente solamente: ¡eso es tener cabeza de un buen burgués que piensa en el fortalecimiento de la nación en vez de calcular su popularidad!

Evo Morales y García Linera, ¡por fin!, no tienen miedo de ser neoliberales, porque eso es gobernar según las reglas del mercado. “A largo plazo es insostenible mantener la política de subvenciones”… “Hay una brecha de precios en Bolivia y los mercados internacionales y una sangría de recursos públicos que hay que detener”… ¡Ni Margaret Thatcher lo hubiera explicado mejor!

Parece que han comprendido que no se gobierna con discursos, sino con gestión. Y los miles de cubanos que hoy están en Bolivia ya les han contado que el socialismo había sido la vía más directa para irse al divino carajo. Que desde este enero hasta abril, despedirán a 500.000 empleados del Estado y 1.300.000 hasta fin de año… ¡si eso no es fracaso!

Hay algo que sigo sin entender: si el propio Evo, en un alarde de caudillo orgulloso, se ha hecho responsable exclusivo –“me he jugado mi cabeza”- de la metida y de la sacada de pata, ¿a qué tanta acusación, a qué tanto juicio, a qué tanta amenaza a los que no tienen la culpa sino de ser opositores? La incertidumbre financiera, la corrida bancaria, el miedo de la gente a perder su plata, es culpa de todos aquellos ministros que se la pasaron mintiendo o diciendo medias verdades sobre el gasolinazo y sobre la verdadera situación del país. Si ni siquiera tienen el coraje elemental de avisar la verdad sobre nuestras reservas de gas.

El gobierno tiene que entender que con el matonaje político por la vía de la judicialización y las amenazas de cárcel no saca nada -otra vez vean a Cuba-. Sólo agravan las cosas y pueden volver, en un tiempo, a sentir el mismo miedo, o mayor, que el de hace unos días. El Presidente ya no es Dios. Es sólo Presidente… ¡y de Bolivia!