¡Viva la tortura carajo!

Álvaro Riveros Tejada

riveros_thumb Toda vez que por instancias presidenciales el día del mar fuera rebautizado como “El día del carajo” asumimos que todos los acontecimientos importantes que ocurran durante este mes de marzo, deberían llevar la misma denominación, De ahí que la insólita sugerencia del senador Eugenio Rojas, de instituir la tortura como forma de obtener información de los presos, si bien no es muy original, no deja de serlo al ser aplicada en el marco de un sistema democrático y digna de figurar en los anales de nuestra antología política.

Para una mejor comprensión de nuestro público lector, sobre la tipología y algunos rasgos característicos de este emulo aimara del Marqués de Sade, recordamos que se trata del líder máximo de los “Ponchos Rojos de Achacachi”, una etno pandilla que se caracteriza por atemorizar a sus coterráneos, mediante actos de barbarie cometidos generalmente bajo el influjo del alcohol, como el linchamiento de sus congéneres y en ausencia de estos, arremeten contra inocentes perros, a los que pasan a degüello en frente de millones de televidentes que observaron aterrorizados semejante salvajada.



Huelga recordar que la Constitución prohíbe taxativamente estos actos y sanciona a las personas, en especial a las autoridades o a los servidores públicos que los apliquen o consientan, bajo pena de ser destituidos, sin perjuicio de las sanciones que manda la Ley. Empero, el padre de la patria no desmaya en su propósito y alega: “A buenitas no, es por eso que tiene que haber presión por ejemplo la psicológica, para que puedan declarar”. Es decir: como en el caso Olorio, un ligero ajuste de huevos, seguido de una bolsa plástica que produzca asfixia en el reo y un deseo irresistible de cantar todo lo que sabe y aquello que no, o su lastimada imaginación lo invente.

A objeto de morigerar su propuesta y hacerla más piadosa frente al público consumidor, el senador de marras acude al expediente de la presión psicológica, como si ésta fuese menos dañina que la física. Se olvida que ésta puede realizarse mediante la humillación verbal o corporal que busca la ruptura de la autoestima y de la resistencia moral del detenido, con el objeto de que el torturador o verdugo (Léase el parlamentario proponente) acceda más fácilmente a sus deseos, sean éstos cuales fueren.

Lo cierto es que cuando los “demócratas” añoran la práctica más detestable de las dictaduras, cual es el caso de la tortura, como atroz antesala de la muerte, la única esperanza que nos queda a los ciudadanos es que ésta nos sorprenda confesados. Y, bajo esta óptica, de ser aceptada la sugerencia del proponente, solo nos resta manifestar que: ¡Viva la tortura carajo!