Carlos Mesa: ‘Primero el mar, luego el Silala y el Lauca’

Es uno de los ex presidentes que más convicción expresó a la hora de sumarse a la iniciativa de Evo Morales de acudir a tribunales internacionales por la demanda marítima. Aun así, con la distancia política que mantiene con el Mandatario, Mesa Gisbert es un duro crítico de las acciones de la administración gubernamental. Considera que para el Gobierno será difícil salir de la crisis política que se derivó  del decreto que en diciembre pretendió nivelar el precio de los carburantes.

image Alejado de la política, aunque pendiente de ella, comprometido ahora con la demanda marítima y mordaz con el Gobierno, Carlos Mesa Gisbert hace un repaso a las relaciones de Bolivia con Chile, de las que sigue pensando como el 2004, cuando le encaró a Ricardo Lagos en la Cumbre de Monterrey: Con Chile hay paz, no amistad.

Como varias ocasiones, el ex Presidente tiene serios cuestionamientos a la política chilena en relación a Bolivia, hasta raya en serios reparos con la diplomacia trasandina, a la que reclama trato igual que a Perú, país con el que mantiene un diferendo marítimo en tribunales de La Haya. Sin embargo, su convicción con el ansiado mar no cambia su percepción crítica respecto del gobierno de Evo Morales.



Así, cuestiona el frustrado ‘gasolinazo’ (según el Gobierno, la ‘nivelación’ de precios del diésel y la gasolina dictada en el Decreto Supremo 748, el 26 de diciembre del 2010), que en su criterio marcó un punto de inflexión entre el apoyo popular de antes y el descontento popular de ahora.

Como alternativa, considera que esa nivelación debería haber sido gradual, “en porcentajes razonables (10% ó 15%)” y en función de la realidad social. “Por lo tanto, la racionalidad económica ‘neoliberal’ puede funcionar en el escritorio, pero no en la realidad, tal es así que el presidente Morales tuvo que retirar la medida”, recuerda.

Descontento o no con el ‘proceso’ que encarna Morales, lo que sí Mesa Gisbert destaca del Presidente es su apuesta por la demanda marítima, hasta lo defiende del criterio chileno en sentido de que el anuncio del 23 de marzo de acudir a tribunales internacionales fue político, recurrente ante las crisis de popularidad.

— ¿Sigue pensando como el 2004 cuando le dijo a Lagos que con Chile hay paz, no amistad?

— La respuesta es muy evidente, dado que las cosas no han cambiado desde ese momento, y mi posición, tampoco.

— ¿Cómo debería actuarse tras el viraje estratégico del 23 de marzo?

— Como tú sabes, hemos tenido una reunión con el presidente Evo Morales cinco ex presidentes que fuimos invitados, y uno de los elementos que surgió como acuerdo de partes entre el Presidente y nosotros es que, por la naturaleza del tema y por cuestión de Estado, y lo delicado que es su tratamiento, de no hacer ninguna opinión en específico sobre lo que el Gobierno está haciendo y lo que va a hacer, hasta que el Gobierno no haga oficial su punto de vista. Y como todavía el Presidente, más allá de lo que dijo en su discurso del 23 de marzo, no ha adelantado ningún otro elemento complementario, hay que esperar lo que el Presidente, el Canciller o el director de la oficina de Reivindicación puedan decir.

— En Potosí plantearon el uso gradual de las aguas del Silala.

— Yo creo que una cosa que es evidente de manera general en las dificultades de relación con Chile el tema número uno es la reivindicación marítima, el número dos es Silala y el tres, el desvío del río Lauca.

Silala es un tema pendiente, muy sensible y muy importante de resolver. Creo que la posición boliviana ha vuelto al punto en el que estuvo en el origen, es decir, hay una cuestión pendiente de largo plazo.

Lo que plantea Potosí es una perspectiva y, como eso forma parte del paquete de negociación, Bolivia tiene que encarar eso de manera bilateral. Es un tema que Bolivia tendrá que resolver pero dentro de lo que el Gobierno está considerando como reivindicación general de sus relaciones con Chile. Por lo tanto, está tan embargada mi voz en el caso Silala como en el del río Lauca y del mar, en el sentido de voluntaria aceptación.

— Chile y Perú mantienen relaciones diplomáticas a pesar de la demanda en La Haya. ¿Considera que hay un tratamiento distinto de Chile a Bolivia?

— Por supuesto que sí. Me parece que la argumentación de Chile es endeble, en la medida en que no puede tener un criterio para su relación con el Perú y otro diferente para su relación con Bolivia. Sí está enzarzada en este momento en un diferendo en un tribunal internacional y eso no ha impedido no solamente una relación fluida a nivel bilateral, sino incluso una visita de Estado del Presidente (Alan) García hace unos meses a su colega (Sebastián) Piñera, no veo por qué Chile pretende excluir la relación bilateral fluida, que es lo que ha propuesto el Gobierno de Bolivia, a título de que Bolivia podría potencialmente ir a un tribunal internacional.

Yo creo que hiciste una pregunta correcta: Chile está haciendo una diferenciación que no tiene ningún sentido ni ninguna consistencia en lo que hace a una postura diplomática de un país en relación a sus vecinos, en este caso Perú y Bolivia.

— Usted siempre planteó multilateralidad. ¿Ha sido oportuno plantear el 23 de marzo esa postura a través del Presidente?

— Nuestra postura fue muy clara: creemos que Bolivia tiene todo el derecho de apelar a la bilateralidad, trilateralidad y multilateralidad de acuerdo a conveniencia e intereses del país en función de los mejores resultados. Ésa es una posición en la que me ratifico, y yo celebré que el presidente Morales recuperase el concepto de la multilateralidad y él mismo ha planteado que no desconoce ni niega la posibilidad de una relación bilateral y supongo que tampoco trilateral.

Lo que yo sostenía no era una posición personal, sino una interpretación en la que siempre he creído: la preservación de políticas de Estado y ésa fue una política de Estado boliviana en el largo plazo, anterior a nuestro gobierno, y, por lo tanto, el que se haya recuperado me parece correcto, porque Bolivia no debe hacer es separarse de sus propias políticas del Estado.

— Amerita la unidad ante esa demanda de magnitud. ¿Estará Bolivia preparada para eso?

— El gesto que tomó el Presidente de convocar a cinco ex presidentes muestra una paso adelante por comprender que más allá de nuestras diferencias —que son muchas y muy grandes— hay criterios que están por encima de ello. Esa iniciativa marca un giro importante.

Yo quiero subrayar que es la primera vez en la historia que se produce una convocatoria de esta naturaleza. Algunos medios han dicho equivocadamente que en 1990 ya se hizo una convocatoria de ex presidentes, lo cual no es cierto. Entonces estuvieron dos personas, Hugo Banzer —que sí era ex Presidente— y Gonzalo Sánchez de Lozada —que todavía no había sido Presidente—, y la convocatoria no fue para ex presidentes, sino para jefes de partidos políticos.

Ahora, el país está muy polarizado, más allá de esa iniciativa, que todavía no se han reabierto los vasos comunicantes entre el Gobierno y la oposición, que las posturas, sobre todo en las iniciativas del Gobierno, no son lo suficientemente amplias. Creo que esto es una oportunidad que debiera ampliarse en el caso del mar, sino en el diálogo Gobierno-oposición. Todavía el país —esto tiene que ver con responsabilidades del Gobierno— no ha dado el salto de funcionar democráticamente en los elementos políticos de su vida cotidiana. En ese sentido, todavía no estamos preparados.

— ¿Considera que fue político el mensaje presidencial del 23 de marzo como lo perciben en Chile?

— Uno de los lugares comunes y típicos, y de un poco avezado comentarista internacional, es que los presidentes bolivianos apelan al tema del mar siempre que están en dificultades de popularidad. Quiero recordar mi caso, porque de algún modo se hace referencia a mi propio gobierno, cuando tuve el problema con el presidente Lagos en la Cumbre de Monterrey (enero 2004) mi respaldo popular era del 81%. Está difícil que se pueda considerar que yo apelé al tema en ese momento.

Cuando tuve dificultades —mi peor momento fue 50% de respaldo popular, en el final de mi gobierno— el mar no estaba en debate: yo no reivindiqué el mar para resolver la crisis de junio. Por lo tanto, simplemente son lugares comunes. Yo podría interpretar, en este caso, que hubo una coincidencia en un momento difícil del Gobierno, pero mi impresión es que el 23 de marzo no está libre de toda sospecha; es decir, si realmente hubiera sido un caso de popularidad, qué coincidencia cayó en 23 de marzo el discurso del Presidente; tuvo que esperar un año para su popularidad.

— ¿Cómo percibe la situación del país?

—Difícil, complicada, creo que estamos en un momento de inflexión. El ‘gasolinazo’ ha marcado un antes y un después del gobierno de Evo Morales, y ese antes y después no lo está resolviendo adecuadamente. El problema que enfrenta el Gobierno es que esa medida rompió un pacto no escrito entre el Presidente y los sectores populares, y de base de la sociedad, que era ‘podré hacer cualquier cosa en función política, podré cometer errores, pero nunca en contra tuya, a diferencia de mis antecesores’. Éste, el discurso que, por supuesto, yo no creo, porque fui parte de sus antecesores.

El ‘gasolinazo’ fue el golpe más duro que se haya dado en democracia, en términos de costo y fardo económico. Quiero subrayar algo: yo no acepto —me parece una barbaridad— que los periodistas acepten el denominativo de ‘neoliberal’ para el período democrático anterior a Evo Morales.

— ¿Acaso no era necesario el gasolinazo?

—El hecho de que fuera necesario hay que analizarlo en dos direcciones. Uno, suponiendo que lo fuera, el Gobierno aceptaría que las reglas de juego que tuvieron que aceptar sus antecesores fueron las mismas; las reacciones del Gobierno fueron exactamente las mismas que las de sus antecesores. Segundo, ni la suma total de los gasolinazos, desde Víctor Paz Estenssoro hasta Eduardo Rodríguez Veltzé, no hace el porcentaje de aumento que de una sola vez trató de imponer el presidente Morales. Eso da una idea de la desmesura de la idea.

A juicio del diputado Edwin Tupa

Dice que lo conoce a través de la televisión desde los 15 años. Edwin Tupa (38) es jefe de la bancada nacional de Diputados del Movimiento Al Socialismo (MAS). A él le encargamos el juicio a Carlos Mesa Gisbert

— ¿Cuándo conoció a Mesa?

— Yo lo conocí en los noticieros de la televisión, como un buen periodista y presentador de grandes documentales.

—¿Alguna vez le estrechó la mano ?

—En ningún momento.

—¿Cómo lo considera políticamente ?

—Él tuvo una gran oportunidad cuando estuvo en la silla presidencial (2003-2005), pero no supo manejarse políticamente; perdió la oportunidad.

—¿Su personalidad?

—Mis respetos y mi admiración como periodista. Es un buen referente, yo lo veía desde mis 15 años (tengo 38). Su aporte en ese gremio ha sido fundamental.

—¿Lo ve como candidato presidencial?

—No, no lo veo como candidato. Creo que ya ni aparece en los noticieros, no lo vi en el ámbito periodístico y no está dedicado a la política. Pero es un buen periodista, lo admiro bastante.

La Razón, Rubén D. Atahuichi López