¡Es la democracia, estúpido!

Maggy Talavera, Periodista

Cada vez le encuentro más sentido al dicho que reza “no hay nada nuevo bajo el sol”, aunque en los tiempos que corren hoy, de grandes y permanentes cambios, parezca un contrasentido. Pero no lo es. No al menos si de analizar los graves conflictos políticos que a diario, y cada vez con mayor intensidad, se registran en Bolivia y en muchos otros países del mundo. Conflictos que ya vivimos otros años, pero que olvidamos con una rapidez espantosa. Es por eso, tal vez, que nos declaramos sorprendidos con una u otra actuación del actual Gobierno y de sus opositores. Abuso de poder, en el primer caso, e inoperancia política, en el segundo ejemplo. Nada nuevo bajo el sol, pues.

Faltos de memoria y presas fáciles al embrujo de los mandamases de turno, dejamos pasar entonces oportunidades extraordinarias para librarnos de los males políticos y económicos que nos aquejan. Oportunidades como las que ofrece la actual coyuntura, de crisis en la representación política, lo que trae una larga cola de consecuencias nefastas para las mayorías nacionales. No es lo que está ocurriendo en España, lo que ya sucedió en Egipto y Túnez, lo que promete pasar en el resto de Europa y Oriente Medio, donde los inconformes e indignados por las tropelías de los que gobiernan y sus opositores políticos han decidido rebelarse contra el orden establecido.



¿Por qué en Bolivia no sucede lo mismo? ¿Acaso no hay similitud entre las demandas que inspiran esas movilizaciones –la última, la del M15 en España- y las que exponen los bolivianos? Claro que las hay, más allá de las diferencias notorias en el desarrollo económico entre uno y otro país. Pero a esas similitudes escapa un factor decisivo: la toma de conciencia del problema principal. Y éste no es otro, como lo dice el primer comunicado del M15, que la falta de una democracia real, verdadera. Por eso el grito “¡es la democracia, estúpido!”, parangonando lo que hace años dijera Bill Clinton en su disputa electoral con George Bush, aunque entonces su problema era la economía.

Dicen los activistas del M15: “Democracia significa en primer lugar gobierno de todos y todas, participación abierta y directa en los asuntos públicos. Cuando se identifica democracia con la convocatoria de elecciones, con una Constitución, con el derecho a representación, ésta se hace equivalente de unas instituciones que pueden estar perfectamente vacías. Sencillamente, decir democracia es decir antes participación y discusión común de los asuntos públicos, que elecciones, leyes y delegación en profesionales de la política”. ¿No es lo mismo que se recoge de las protestas, quejas y demandas de los diferentes sectores de la sociedad boliviana? Claro que lo es.

El problema central, insisto, está que en España, Egipto, Túnez, han tomado conciencia plena de ello los sectores que, por excelencia, son casi siempre los motores de grandes cambios y revoluciones, como son los jóvenes y progresistas. Lo han hecho bajo un grito que no es nuevo –por eso digo “no hay nada nuevo bajo el sol”- como el de “¡es la democracia, estúpido!”, ya manifestado en 2008, en 2009, el año pasado en países más cercanos, como Argentina, a propósito de movilizaciones estudiantiles y de productores del campo, insatisfechos no apenas con el mal manejo de la economía, sino sobre todo por la ausencia de una democracia real en el manejo del poder.

Salvo algunas muestras excepcionales, no es lo que está ocurriendo en Bolivia. Jóvenes y otros no tan jóvenes, pero ciudadanos activos, al menos de nombre, no estamos siendo capaces de ver el fondo del problema y menos aún de articular acciones que nos permitan, por la vía pacífica, demandar a los gobernantes de turno que se dejen de abusar del privilegio que les concede el poder para pisotear libertades y garantías a las que todos tenemos derecho. Todavía estamos esperando que sean ellos, los del poder de turno, los que decidan cuándo y como atender estas demandas. Y cuando digo los del poder de turno me refiero a todos: a los que están en Palacio Quemado, así como a los que están en los gobiernos departamentales y municipales.

Tendremos que convencernos nosotros, sociedad civil, que es la democracia la que está en juego, que la demanda central es por democracia real y no apenas por una que otra ley que resuelva algún problema político, económico o institucional. Esto vale de manera especial, por la coyuntura, para las elecciones de magistrados previstas para octubre: no basta celebrar el cambio de un artículo que dizque repone el respeto al derecho a la libertad de expresión y al de prensa. Si de verdad somos conscientes que “¡es la democracia, estúpidos!”, estamos obligados a ir por más: hay que modificar más de un artículo en esa ley y asegurar una elección real de magistrados.

Fuente: Página SIETE/La Paz