Reflexionando a Oppenheimer

Jéssica Echeverría*

JESS Gracias a la invitación de mi colega Vanesa Moreno tuve la oportunidad de asistir a la conferencia denominada Educación y conocimiento para gestionar el cambio, dictada por Andrés Oppenheimer, conocido columnista de The Miami Herald, analista político de CNN en español y autor del famoso libro Cuentos Chinos, quien gracias a las gestiones del periodista Julio Cesar Caballero se encontraba en nuestra ciudad para presentar su última obra –Basta de Historias– y hablar sobre educación.

Les transmito algunos apuntes y reflexiones que hago sobre lo que dijo Oppenheimer y la plural realidad boliviana. Oppenheimer decía que en América Latina miramos atrás, que nos gusta desenterrar muertos, citando el ejemplo del presidente Hugo Chávez, que el año pasado desenterró los restos del Gran Bolívar y los mandó a exhumar.



Recuerdo las actuaciones histriónicas de Chávez, mezclando versículos donde citaba a Lázaro con frases de Bolívar. Incluso culpaba del asesinato de Simón Bolívar a la oligarquía colombiana. Según Chávez, los tatarabuelos del ex presidente Álvaro Uribe habrían hecho este complot. Me causaba tanta gracia que dije: “a ver cuándo a Evo Morales se le ocurre desenterrar a Bartolina Sisa o Eduardo Avaroa y echarle la culpa a la oligarquía camba”. Es que en estas épocas donde la payasada suple la gestión nada asombra.

Chávez tuvo muchos motivos para hacer ese espectáculo macabro: la inflación, las denuncias hacia su gobierno y el escándalo de los vínculos con la FARC lo llevaron a una medida desesperada. Oppenheimer recordaba la frase de los opositores venezolanos, que decían que en vez de que Chávez le muestre los restos de Bolívar a Venezuela éste le mostró los restos de Venezuela a Bolívar. Ninguna diferencia con lo que podría ocurrir acá, decía dentro de mí, con un gobierno que se empeña en dividir la Bolivia republicana de Bolívar y la Bolivia Pluripuchera de Evo.

Oppenheimer citaba que los latinos tenemos una obsesión con el pasado y pienso que no es mentira, tal vez porque líderes y gobernantes incapaces de construir futuro recurren al pasado folclórico para distraer de la falta de políticas necesarias. Y ahí tenemos al MAS, que repite como credo la historia de los 500 años, mientras vemos un puchero que bautizaron como Estado Plurinacional, de amautas, bartolinas, kataris, whipalas, entronaciones y serpentinas, mezcladas con hojas de coca en aguayos y burguesitos trasnochados con casco de minero y stickers del “Che” Guevara en una tarima, repitiendo ante la masa las arengas de “Patria o Muerte”, mezclados con jallalas, levantando el puño y jurando por los próceres “nacionalizar” todo y gritar contra el capitalismo, el imperialismo y el neoliberalismo. Mientras, cambian fechas y nombres pero no logran ni una transformación real en la estructura vertebral del Estado.

Oppenheimer explicaba que en nuestros países latinos la educación no recibe la importancia que debería tener y que no es cuestión de ideologías, pues en un país como China comunista este gigante rojo avanza porque los chinos se la pasan estudiando y tienen inglés desde preescolares. Dudo que en nuestra Bolivia de cosmovisiones encontradas tal ejemplo se reproduzca, pues con un presidente que ha hecho de Estados Unidos su demonio, impediría que los bolivianos aprendan desde escolares esa lengua “imperialista”. A nuestro presidente poco le interesa que los bolivianos de las próximas generaciones se suban a la ola globalizadora; mejor tenerlos detenidos en el bloqueo del culto a la Pachamama, ¿para qué el inglés, si según el presidente los quechuas y aymaras enfrentaron no sólo al imperio romano sino también al británico?

Oppenheimer citaba que la llave de tal fórmula dependía mucho de los maestros. Nos contaba que en Finlandia los docentes son bien recompensados; el que es maestro es porque es el más inteligente, pero que sin embargo en nuestros países cuando alguien dice que es profesora en tono de lástima comentan: “pobrecita, no pudo estudiar derecho”.

Dentro de mi decía: si esta es la llave estamos fregados, con una ley que plantea que el docente debe ser un soldado del proceso de cambio antes que un maestro que enseñe, con un magisterio descontento que debe marchar por el sueldo miserable que no equilibra el costo de vida actual, con maestros rurales sometidos a dirigentes masistas que amenazan con expulsarlos si marchan contra Evo y con darles chicotes por espías de la derecha. Con Seducas paralelos que dan cargos a maestras con boinas, poleras del Che y puño levantado, antes que a las que ostentan un curso o diplomado en educación superior o psicopedagogía.

Oppenheimer decía que es débil el presupuesto que los gobiernos destinan a la educación. El mejor ejemplo es Bolivia, donde el gobierno destina 9 veces más a las Fuerzas Armadas que al Ministerio de Educación. En el Presupuesto General del Estado de este año presentado ante la Cámara de Diputados, se asignó Bs 2.054.668.012 al Ministerio de Defensa y Bs 227.118.658 al Ministerio de Educación. Se invierte 9 veces más en militares y en armas que en la educación de los niños bolivianos, y cuando se le cuestiona al gobierno responde que con el Bono Juancito Pinto ya se hizo suficiente.

Oppenheimer repitió varias veces que los gobiernos no priorizan el tema educación. Desde mi experiencia como parlamentaria que estuvo presente en el tratamiento de la Ley Avelino Siñani, puedo decir que a este gobierno no sólo no le interesa priorizar la educación sino que ésta significa un peligro para su “revolución”, porque implicaría tener una generación de bolivianos que no sean engañados con cuentos de la Pachamama y los 500 años.

Eso explica que el vicepresidente, quien alardea con haber leído miles de libros, declarara alguna vez que dentro de esta revolución los nuevos líderes no necesitarán ir a la universidad. Incluso se califica con el mismo puntaje tener un posgrado que pertenecer a un sindicato; vale los mismos puntos para ser candidato a las elecciones judiciales de octubre. Como si esto fuera poco, días atrás un viceministro hablaba de eliminar los grados profesionales para descolonizar el país y ahora nos anuncian que en el nuevo documento de identidad quitarán la profesión, sustituyéndola por el tipo de sangre para que no haya discriminación.

¿Por qué el hecho de tener profesión y dentro de esta títulos como maestría o doctorado tiene que ser discriminador y colonial? ¿Para seguir victimizando a quienes no accedieron a pisar las aulas universitarias? ¿Por qué no crear una universidad en el Chapare? ¿Por qué no entregan becas universitarias a dirigentes indígenas, campesinos, colonizadores y ponchos rojos para estudiar arquitectura, periodismo o medicina? No les interesa hacerlo, ya que la ignorancia es el combustible que mantiene vivos a los dictadores.

Oppenheimer concluía exhortando a los asistentes a iniciar un movimiento ciudadano por la educación. Ojalá estas palabras hayan caído en terreno fértil, porque es necesario priorizar la educación en la agenda ciudadana, ¡ya que al parecer en la agenda del gobierno nunca estuvo ni estará!

*Diputada nacional