Contrabandos y verdades

Recuerdos del presente. Humberto Vacaflor Ganam

El presidente Evo Morales sugirió el viernes 24 que el Estado chileno está molesto con Bolivia porque ahora desde este lado de la frontera se impide el ingreso de contrabando procedente de ese país.

Esa es una verdad de Perogrullo porque, ¿de qué otra cosa podría vivir el norte chileno, sino del comercio, legal e ilegal, de y hacia Bolivia, además de la explotación de los recursos naturales asaltados en 1879?



Juan Ramón Quintana, a cargo de la autoridad de fronteras, asegura que en este momento hay 15.000 vehículos en Iquique impedidos de ingresar a Bolivia por el control que él hace en la frontera, ayudado por las Fuerzas Armadas. Y todos sabemos que, de contrabando, Quintana sabe mucho.

Es decir que el gobierno boliviano acaba de descubrir que el gobierno chileno no es honesto cuando habla contra el contrabando, porque sólo quiere que se frene el ingreso a Bolivia de los vehículos robados en ese país: los otros, los ilegales que llegan de todo el mundo, no serán frenados por las autoridades chilenas.

Estaríamos ante un hecho de doble moral, o de doble Standard, como se dice en inglés. El contrabando que entra a Bolivia desde Chile es bueno mientras no incluya autos robados en ese país. Grave problema moral para los chilenos.

Pero en estos días hay un problema moral también para los bolivianos. Uno que se presentó en las mismas horas en que se hablaba del contrabando chileno.

El gobierno boliviano decidió denunciar la Convención de Viena de 1961 porque clasifica a la coca como una droga en sí misma. En defensa de la hoja hay que defender a toda la coca que se produce en Bolivia, dice el gobierno del cocalero Morales.

Aquí también hay un contrabando. Sólo 20% de la coca que se produce en Bolivia sirve para el acullico, es decir el consumo legal y tradicional, y el resto de la coca sirve sólo para producir droga.

Si el gobierno fuera honesto anunciaría que está dispuesto a reducir la cantidad de coca que se cultiva en el país a la cantidad que demanda el consumo legal. Y lo podría hacer ahora mismo, aprovechando el censo que se avecina. Saber cuántos bolivianos consumen coca permitiría definir la cantidad de hectáreas que deben dedicarse a su cultivo.

Pero el gobierno de Morales no ha de tomar esta iniciativa porque sabe que todos los cocales del Chapare tendrían que ser eliminados, incluidas las 18 hectáreas del señor presidente.

Estas revelaciones muestran que si Bolivia quiere, de veras, una solución al encierro, debe cerrar las fronteras con Chile, incluidos lo hilos de agua. Llevar todo el comercio, de ida y vuelta, hacia el Perú no sería mucho problema. Los chilenos del norte tendrían que buscar de qué vivir.

Y si Bolivia quiere librarse de la pesadilla del narcotráfico y del peligro de convertirse en un refugio para todos los delincuentes del continente, debe eliminar los cocales ilegales. Todos los cocales, incluidas las 18 hectáreas mencionadas.