Malos vientos

Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo_thumb1 Hace poco, un encumbrado funcionario que dirige la política monetaria nacional afirmaba en un discurso que a Bolivia no le ha llegado la crisis que aflige a Estados Unidos y a los países de la Unión Europea, porque la economía boliviana fue bien manejada. Los que lo han hecho mal –dijo– fueron los otros. Esta fue la tónica que predominó en la alocución y todos se mostraron felices de escuchar que tenemos una economía saludable y blindada para resistir las perniciosas influencias foráneas. Unos señores dedicados, sobrios y eficientes se atribuyen el logro.

Es más: se insistió también en que esta gestión económica de excelencia contrasta con los supuestamente malos resultados de los tan vilipendiados regímenes del neoliberalismo, a los que es cómodo –y muy popular– asignarles, junto a Estados Unidos, todos los males habidos y por haber.



Pero la realidad no se puede soslayar con eslóganes ni arengas. Hay malas noticias: en términos monetarios todo apunta a una caída dramática de los precios internacionales de las materias primas –‘commodities’– que, fuera del gas, constituyen un importante segmento de las exportaciones bolivianas. Los precios internacionales de los minerales y de la soya, por ejemplo, se van derrumbando y surge la duda de que la sola exportación del gas, ya comprometida por la disminución de las reservas y que tan pocos empleos genera, puede sostener la economía boliviana, sin contar con las otras materias primas exportables.

A todo esto se junta un difícil problema por resolver: el fin de las subvenciones –especialmente a los carburantes– que, por la torpeza de diciembre de 2010, cuando se pretendió un alza desmesurada de los precios de estos productos, se ha hecho ahora muy difícil de plantear a los ciudadanos una ‘nivelación’. Además, quedan como rémoras los bonos que solo apuntan a lograr adeptos políticos. Por último, hay gastos desenfrenados y emprendimientos de dudosa justificación, como el satélite de comunicaciones y las empresas estatales que operan a pérdida.

Con este modelo de dispendio es fácil imaginar las graves consecuencias que ocasionarían unos ajustes dramáticos como los que se ha visto obligado a imponer el régimen de la señora Fernández que, hasta hace poco, pretendía que su modelo era un ejemplo para todo el mundo. La mandataria argentina eligió el periodo poselectoral para hacer esos ajustes; ella, antes de ser reelecta, estaba bien enterada de que su modelo hacía aguas. Pero coincidía con la pretensión de los oficialistas bolivianos: lo hace bien y todos los demás mal.

El caso de la China, cuyo crecimiento ha venido causando el delirio de los críticos del ‘imperio’, muestra que no existen blindajes en la sociedad internacional globalizada. “El vice primer ministro Wang Qishan advirtió (…) que la recesión global ha llegado para quedarse, y que la debilidad de la demanda externa afectará a la economía china, dada su fuerte dependencia de las exportaciones. Wang insistió en que Pekín tiene que resolver ‘problemas estructurales’… La clave es comprender la situación y poner la casa en orden”.

En otros países, cuando el poder pretende eludir su responsabilidad, “los electores no perdonan. Desde que comenzó la crisis, los partidos (europeos) en el Gobierno han ido cayendo en las urnas…”. (Sara España en El País, Madrid, 21.11.2011). Esto les ha sucedido a los regímenes de Portugal, Irlanda y España.

Cuando asoma la crisis, no es sensato echarse incienso y desentenderse de ella.

El Deber – Santa Cruz