“No, no, no”

Fernando Molina

fernando_molina Los últimos días, el centro de La Paz quedó intransitable. La principal avenida de la ciudad fue bloqueada por una protesta que demandaba más estatismo económico. El hecho rompe la monotonía, ya que fue justamente la promesa de estatizar la economía la que aupó a Evo Morales al poder.

Por cumplir esta su promesa, en los últimos seis años Morales nacionalizó las principales empresas del país y creó más de una docena de pequeños emprendimientos de dudosa viabilidad económica. Pero la expectativa estatista de la gente es tan alta, cada uno deseando que una compañía estatal se asiente en su pueblito y le dé empleo, que en algún momento el Gobierno tenía que tratar de parar la sangría.



Ahora se niega a construir un ingenio azucarero en Bermejo, cosa que inicialmente había prometido hacer, porque la región no cuenta con la caña necesaria para alimentar dos plantas (desde hace décadas que una privada funciona allí). Por esto el bloqueo de La Paz, a cargo de los descorazonados estatistas de Bermejo.

La lógica está del lado del Gobierno. Sin embargo, si se aplicara a sus anteriores iniciativas, la mayoría de ellas también tendría que ser detenida (procesadoras de leche donde no hay agua potable, fábricas de papel donde no hay celulosa). ¿Qué ha pasado? ¿Qué diferencia el tiempo, hace no mucho, en el que el Presidente prometía una nueva empresa estatal cada semana, y el momento actual, en el que se admite sin embarazo que el Estado no puede materializar, de la nada, la materia prima o las condiciones infraestructurales necesarias para darle viabilidad a un proyecto, esto es, cuando se comienza a obrar de acuerdo con una cierta “razón técnica”?

No hay que subestimar la importancia de los factores personales. La intervención de ministros y asesores con más conocimientos y escrúpulos explica parte del cambio. Ahora bien, ¿por qué estas personas, que siempre estuvieron en el oficialismo, adquieren de pronto importancia? La razón es que en general el Gobierno ha tomado un giro más conservador, aunque esto no siempre resulte evidente, pues se halla cubierto por la intemperancia verbal del presidente Morales (más ruido que nueces, como su reciente advertencia de “cerrar la Embajada de Estados Unidos” en un periodo en el que las relaciones con este país en realidad están mejorando).

En suma, el Gobierno comienza a cumplir un papel conservador respecto a la sociedad; a decirle “no” incluso cuando plantea demandas que antes eran causas propias. Pero no puede tener otro papel, ya no más, porque el ritmo de las exigencias sociales va mucho más rápido que su posibilidad de satisfacerlas.

Además del de Bermejo, decenas y decenas de conflictos están activos en estos días: Paros en El Alto en contra del alza de las tarifas de transporte. Protestas de los médicos en contra de una desmejora de su régimen laboral. Bloqueos organizados por las víctimas de las dictaduras militares, que quieren una renta compensatoria. Hace poco, grotescas movilizaciones de los discapacitados, que también querían su propia renta. Ocupaciones de pozos gasíferos, realizadas por agricultores que pedían la libre exportación de arroz, porque el control estatal de ésta había tirado los precios por el suelo’. Es decir, ¿qué más? ¡Si hasta hubo una protesta de índole liberal!

Por supuesto que esto nos recuerda la fábula del aprendiz de mago… Durante años, el oficialismo impulsó las expectativas de redistribución y captura de la riqueza nacional. Su mensaje fijo fue: “Pidan y obtendrán; si no por la buenas, probablemente sí por las malas”. Y también, complementariamente: “Tenemos plata” y “la Policía está prohibida de reprimir al pueblo”. Ahora está cobrando, en tempestades, los vientos que antes prestó. Todo el mundo quiere su tajada y, para colmo, sabe cómo conseguirla: poniendo contra la pared a un Estado que ya no tiene más que musitar, sin mucha convicción: “No, no, no”.

Mientras tanto, el presupuesto fiscal de 2012 ya es diez veces más grande que el de 2006.

Página Siete – La Paz