Y creíamos que era sólo con los q’haras’

Maggy Talavera

TALAVERA La Marcha en defensa del TIPNIS se ha convertido en el espacio por excelencia para develar el verdadero rostro, sentir y orientación del Gobierno de Evo Morales. Ninguna otra movilización o conflicto social y político había logrado quitar tantas vendas de ojos que no atinaban a ver que el “rey-está-desnudo”. O, siendo más directa, miradas que no veían al verdadero Ser que encarnan Morales y sus colaboradores más cercanos.

Hasta antes del estallido del TIPNIS, la mayoría de esas miradas eran complacientes con el llamado “proceso de cambio” y sus inventores; admiraban sus ocurrencias y hasta adhirieron a sus estrategias, entre las que figura “robarle el alma a los q’haras”.



No sólo eran miradas complacientes las que provocaba Morales hasta antes del TIPNIS, también generó una suerte de batallones y grupos de choque dispuestos a todo para imponer su voluntad autoritaria y déspota, contando para ello con la complicidad de no pocos “opositores” locales y organizaciones internacionales. Los primeros creyeron salvar así sus almas, mientras que las otras juraron que apoyaban la “revolución” pregonada por el MAS, convencidas que éste era el Gobierno de los indígenas y de la defensa de los derechos de la Madre Tierra. Ni lo uno ni lo otro, tal como lo demuestra hoy la actitud del Gobierno frente al TIPNIS: ni le importa el territorio ni los indígenas.

Es más. Las acciones del Gobierno en relación con el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure han dejado en evidencia su apuesta no sólo por la eliminación de los “q’haras” y de todo lo que ellos representan, sino por la extinción de la faz de la tierra de cuanta voz ose contradecirle o reclamarle derechos, así sean indios o pobres. Y la eliminación no en sentido figurado, sino real. Una eliminación que pasa, si no por la muerte física, por la muerte del alma no sólo de los q’haras, sino también de los indios. Es la fórmula que el Gobierno está aplicando en contra de los dueños del TIPNIS, tal cual aparece descrita en el documento “Emancipación y contra hegemonía en Bolivia: Estrategias para destruir la dominación q’hara”, atribuida a Álvaro García Linera.

Según lo escrito allí, las armas para matar almas son la humillación, la infravaloración, el maltrato económico, la confiscación de todos los referentes sociales y culturales que constituyen las piezas del engranaje del poder que posee cada ser humano. Armas que logran quitarles “el sentido de vida, el sentido de existencia, haciéndolos manipulables y sin identidad. Desconocer la utilidad de sus servicios, conocimiento y experiencia es la mejor manera de matar su alma”, destaca el documento. ¿Acaso no son estas armas las que el Gobierno está usando contra los dueños del TIPNIS: humillación, maltrato y el intento de usurparles sus referentes sociales y culturales, afincados en su territorio?

Ya las había usado y sigue haciéndolo para quitarles el alma a sus opositores mestizos, como lo demuestra el caso de Leopoldo Fernández y de cientos de otros casos que ya dejaron de ser notas marginales en el escenario nacional y constituyen hoy denuncias de impacto internacional. La novedad que trae el TIPNIS es que el MAS quiere matar el alma no sólo de los q’haras-dominantes-del pasado, sino también el alma de quienes hasta hace poco le servían para adornar su discurso: los indígenas y la “Pachamama”. Y que no quede duda: su intención no es “descolonizar” ni “liberar” al país de los males que lo carcomen, sino hacerse del Poder total, por el Poder, nada más.

Lo que ya hizo con varios de sus opositores políticos y lo que está haciendo ahora con los indígenas del TIPNIS responde con claridad a su estrategia de Poder total, en la que la provocación y la agudización de conflictos constituyen armas vitales. Por eso va en aumento la conflictividad en el país, por eso el Vicepresidente dice que ésta “es la savia de la revolución”, por eso no hay voluntad política para acabar con la inseguridad y la incertidumbre, menos aun con la violencia. Todo lo contrario.

El interés del MAS está más bien en consolidar la violencia como la norma en Bolivia, porque bien saben sus ideólogos que “en una sociedad donde la violencia es la norma, uno no se indigna, simplemente aprieta los dientes”, como dice Boris Cyrulnik en Morirse de vergüenza.

¿Podrá el Gobierno finalmente alcanzar su propósito? Es decir, ¿podrá destruir y matar el alma de q’haras e indios, de manera indistinta (esto significa construir la carretera por medio del TIPNIS, aniquilar el alma de los indígenas), con el único propósito de anular toda voz disonante y eliminar todo obstáculo para la consecución de su objetivo final: el Poder total, por los siglos de los siglos, amén? Esto está en veremos. Mucho va a depender de la capacidad que tengamos los bolivianos de no dejarnos ganar la moral a fuerza de humillaciones, y de nuestra capacidad de indignación frente a cualquier y todo acto de injusticia.

Página Siete – La Paz