El naranjo: fertilidad y mestizaje

Susana Seleme Antelo“En El naranjo se reúnen mis más inmediatos placeres sensuales –miro, toco, pelo, muerdo, trago–, pero también la sensación más antigua: mi madre, las nodrizas, las tetas, la esfera, el mundo, el huevo…”, escribió Carlos Fuentes sobre ese su libro, que cierra el ciclo que llamó La edad del tiempo.Cuando supe de su muerte, recordé el gusto de haberlo escuchado en la Universidad Libre de Bruselas –a fines de 1993– en una charla sobre literatura. Ahí me hice autografiar El naranjo y vuelo a sus páginas a menudo para disfrutar de una prosa donde la vida en un mundo hasta entonces desconocido se cifra en la fertilidad y en el mestizaje. “Este nuevo mundo es más viejo que el europeo… pues las piedras que aquí hemos encontrado son tan antiguas como las de Egipto”, afirma el escritor.A partir de la condición circular del tiempo, Fuentes narra conquistas, luchas por el poder aquí y allende los mares. Ambos mundos “debieron construir un nuevo mundo a partir de la derrota compartida; de la historia del conquistador-conquistado y un nuevo poder: el poder de la palabra, hecha mujer.Ella fue Marina, la Malinche, “la mujer de las dos lenguas”, dice Fuentes, violada muchas veces, “lengua y amante”, madre del primer mestizo de América, Martín II, como Martín I, hijo de Hernán Cortés y la española Juana de Zúñiga.El mestizaje en Fuentes es recurrente porque sostiene que la fertilidad cambió la historia del mundo. Fue el origen del mestizaje biológico de donde proviene gran parte de la América morena, y la fertilidad se vuelve a reproducir en otro mestizaje: la hegemonía cultural del conquistador pierde al mezclarse con la otra y de ambas surge la identidad cultural mestiza.La ignorancia petulante del Estado ‘plurificciones’ me lleva a Fuentes, inevitablemente. El ‘vice’ García Linera afirma que “el mestizaje es una categoría biológica y no una identidad cultural”, para justificar la ausencia de la categoría mestiza en el censo 2012. Así desnuda la confusión en que vive; debería saber que sí existen identidades culturales mestizas, aunque sea por haber estudiado matemáticas en México.Un viceministro aimara, a su turno, exige que quienes se consideren mestizos sustenten “si existe un territorio mestizo, un idioma mestizo, una religión mestiza, una cultura mestiza…”. Ignora, desde luego, de dónde proviene él: por el estrecho de Bering, lo más probable, y desde la África antigua, seguro.Ninguno sabe de la Declaración y Programa Mundial de Acción contra el Racismo (Durban, Sudáfrica 2001), “para combatir la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia…”, de cumplimiento obligatorio por los países signatarios, entre ellos Bolivia. En su artículo 56 “reconoce la existencia en muchos países de una población mestiza con diversos orígenes étnicos y raciales… condenamos la discriminación de la que es víctima, especialmente porque la naturaleza sutil de esa discriminación puede hacer que se niegue su existencia”. ¿Sabrán que en Bolivia nos la niegan?Para desasnarse, las autoridades del Estado plurificciones deberían leer la Declaración de Durban, a Carlos Fuentes y a otros más sabios y eruditos que el ‘vice’, quien dice poseer 25.000 libros…El censo 2012, utilizado como arma política ideológica para hacer creer que Bolivia es un país mayoritariamente indígena, merece un próximo artículo. El Deber – Santa Cruz