“Reducir los poderes”

Juan Marcelo Columba Fernández

COLUMBA Federalismo y Argumentación Discursiva en la Convención Nacional Boliviana de 1871

El año 1871, el presidente boliviano Agustín Morales promovió la realización de una Convención Nacional para debatir las transformaciones que habría de asumir el país después del sexenio de gobierno de Mariano Melgarejo. La discusión en torno a la organización política de la república era parte de las temáticas fundamentales en la Convención y el planteamiento federalista fue motivo de álgidos debates en oposición a la postura unitarista y conservadora de la época. Si bien esta última logró imponerse, los debates sobre descentralización del poder se extenderán hasta finales del siglo XIX. El siguiente ensayo pretende aproximarse sucintamente a los lineamientos argumentativos presentes en las alocuciones de prominentes oradores y hombres políticos de la época quienes planteaban una alternativa federalista de organización en el país. Mediante el examen de los discursos de Lucas Mendoza de la Tapia y Nataniel Aguirre (1), durante su participación en la Convención Nacional de 1871, se intentará comprender las perspectivas del proyecto federalista boliviano planteado en sus alocuciones.



En Bolivia, la pugna entre la adopción del gobierno federal y la continuación del gobierno unitario en la administración del poder se habría presentado en la Convención Nacional de 1871, a partir de una marcada influencia del federalismo norteamericano y el unitarismo francés al interior de las élites intelectuales locales (2). En ocasión de la Convención Nacional el diputado por Cochabamba, Lucas Mendoza de la Tapia, encabezaría una enérgica corriente de opinión que defendía férreamente el planteamiento de administración federal del país, señalando las bondades que este sistema aportaría a su estabilidad y progreso; avances que no había alcanzado una república prisionera del principio unitarista plasmado en el ordenamiento legal de la época.

Para Mendoza de la Tapia la constante inestabilidad política en Bolivia no se debía a los eventuales administradores del país, sino al fundamento unitarista presente en las diferentes constituciones e instituciones estatales:

Ninguna república (…) habrá hecho más constituciones que la nuestra (…) todas ellas han encerrado en su seno algún vicio radical, algún germen común de destrucción (…) no se puede suponer que todos nuestros estadistas hayan sido perversos (…) el principio corrosivo ha estado en el fondo mismo de nuestras instituciones y no puede ser otro que el principio unitario que ha sido el alma de todas ellas.

En el planteamiento del diputado cochabambino, el federalismo garantizaba la unidad nacional y la eficiencia en la administración del país, pues la separación de dos ámbitos de gobierno – local y general – no permitía la escisión, sino una mejor gestión de los intereses regionales como también de los nacionales; se generaba, así, una suerte de patriotismo localista nacido en la atención eficiente de las demandas particulares y, a su vez, se aliviaba de pesadas tareas al gobierno nacional:

Este gobierno lejos de romper la unidad nacional, la fortifica desarrollando y fortificando el sentimiento de la patria, que tiene su raíz en el patriotismo de campanario. (…) La soberanía local de los departamentos o estados, no los autoriza para separarse de la unión nacional, sino tan sólo para dirigir y gobernar su respectiva localidad sin intervención del gobierno general. (…) Exonerar al gobierno general de ese cúmulo de atenciones que hoy pesa sobre sus hombros (…) es el único objeto del sistema federativo (…) ¿Quién pondrá mayor esmero en las vías de comunicación vecinal que los mismos vecinos que las frecuentan día y noche?

Entre los destacados oradores que participan en la defensa ideológica de la alternativa federalista durante la Convención Nacional, encontramos al connotado escritor, abogado y diplomático Nataniel Aguirre quien, en la misma línea de Mendoza de la Tapia, denuncia el presidencialismo asfixiante que caracteriza al sistema unitarista boliviano; una forma de gobierno que ocultaría, bajo una máscara republicana, la concentración exagerada del poder generalmente en torno a un caudillo militar:

… pretendemos ser una república conservando todos los inconvenientes, abusos y hasta las formas del cesarismo y la monarquía; creemos que el título de Presidente que damos al que nos domina nos autoriza a llamarnos enfáticamente republicanos (…) con raras excepciones, los presidentes de Bolivia se elevan a la silla del grande Sucre por voluntad del Ejército de los pretorianos que aclaman al general de su elección (…) si él es el supremo dispensador de todo bien, el árbitro de la Nación, como que no puede fundarse un templo o construirse una fuente pública sin su orden, como que nadie puede ser Vocal de una Corte Suprema, portero del juzgado, Obispo o Sochantre, sin un nombramiento firmado de su puño.

Ante la toma de conciencia de las contrariedades que provocaría el unitarismo, Aguirre aboga por una adopción inmediata del sistema federal para la organización política de la república; el ilustre escritor considera que, en aras del orden y de la libertad, el federalismo puede asumir cierta elasticidad y descentralizar el poder adecuándose a las características de la sociedad boliviana evitando, así, la adopción irreflexiva de modelos extranjeros:

… señores diputados, una vez sentida por todos la necesidad de reformar nuestras instituciones políticas, una vez que se comprende la ventaja de reducir los poderes a una esfera regular y armónica, no podemos vacilar por un momento (…) la forma federativa misma es susceptible de adaptarse a las necesidades de un pueblo (…) No queremos, no, colocar a Bolivia en el lecho de Procusto; no queremos hacerla “yanquee” (…) Queremos establecer una forma de gobierno que satisfaga las principales aspiraciones del pueblo; las aspiraciones de orden y de libertad…

Las ideas federalistas planteadas en el debate habrían sido objetadas, fundamentalmente, a partir del temor a la división y disolución del país expresado en el discurso de la oposición unitarista; aún así, la demanda por descentralización encontraría cabida formal en la organización de los municipios, pensados a manera de preámbulo al sistema federal, pero éstos también habrían de enfrentar otras resistencias posteriores, fundamentalmente, en lo que refiere a la administración de las rentas (3). Hacia el fines del siglo XIX en Bolivia, la palabra “federalismo” despertaría aún un sentimiento constante de reivindicación de autonomía local; los movimientos federalistas de 1877 surgidos en Santa Cruz y en Cochabamba, además de aquel suscitado en Chuquisaca en 1881, mostrarían esta tendencia profunda en el sociedad boliviana (4).

La segunda mitad del siglo XIX en Bolivia, estuvo profundamente marcada por demandas progresistas de descentralización del poder formuladas con un horizonte federalista. A pesar de la trascendencia y la tenacidad en la exigencia de autonomías locales, persistió el añoso orden unitarista y no fue posible establecer los consensos políticos necesarios para asumir la forma de gobierno federal. Las líneas argumentativas que apoyaban al federalismo destacaban su eficiencia y el sentimiento de unidad nacional que producía en los ciudadanos al momento de adaptarse dúctilmente a la satisfacción de sus necesidades particulares; por otra parte, la argumentación a favor de este sistema condenaba la inestabilidad política – asociada a los caprichos del militarismo – y la centralización excesiva del poder originadas en la organización unitaria de la república.

Cabe mencionar que las discusiones contemporáneas sobre la descentralización político-administrativa expresadas en las demandas de autonomía y la recurrencia de argumentos a favor de un sistema auténticamente descentralizado – como también de argumentos contrarios – son muestras inequívocas de la vigencia de la problemática anteriormente señalada. “Reducir los poderes”, como señalara a la época el insigne Nataniel Aguirre, es aún hoy una tarea irresuelta e insoslayable en la construcción de un mejor futuro para la sociedad boliviana.

Notas:

(1) En Diaz Machicado, Porfirio (1968). Antología de la Oratoria Boliviana. La Paz. Los Amigos del Libro.

(2) Valencia Vega, Alipio (2010). Teoría Política. Pensamiento Político en Bolivia y América – Teoría del Estado. Tomo II. 9° edición. La Paz. Editorial G.U.M.

(3) Rodríguez Ostria, Gustavo (1995). Estado y Municipio en Bolivia. La Ley de Participación Popular en una Perspectiva Histórica. La Paz. Ministerio de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente.

(4) Demelas, Danièle (1980). Nationalisme sans nation? La Bolivie aux XIX°-XX° siècles. Paris. Éditions du C.N.R.S.