Cómo será el mundo en 2013

Dante Caputo

El jefe de la Iglesia Católica dijo hace pocos días que “el bien está destinado a triunfar”. No aclaró cuándo se produciría tal victoria ni en qué consistía el bien. Podemos imaginar que se trata del bienestar general, aunque en boca del Papa puede querer decir otra cosa. Pero la indefinición que debería causar mayor inquietud es la vinculada al momento en que ocurriría tal suceso, porque para nosotros, mortales, seres con inicio y fin, el tiempo en que pasan las cosas tiene importancia.

Nada hay de seriamente criticable en el anuncio, puesto que triunfará el bien y no el mal, y sucederá alguna vez. De manera que si pasa, tanto mejor y si no, nada cambiará demasiado; seguiremos con la manera en que llevamos nuestros asuntos.



En cambio, hay una palabra que es dañina: “destinado”.

No hay destino, hay futuro. El futuro es el resultado de la construcción humana, en cambio el destino es el ineluctable despliegue en el tiempo de hechos decididos.

Como es sabido, en ocasiones nuestra creencia en que ciertas cosas pasarán nos conduce a dar los pasos necesarios para que sucedan; entonces, curiosamente, homenajeamos la grandeza del destino que se cumple en lugar de felicitarnos por nuestra persistencia para alcanzar lo que nos proponemos.

Macbeth, luego de que las tres brujas se lo anunciaran, creyó que en su destino estaba ser rey. En realidad, las brujas no deben ser congratuladas por haber sabido lo que iba a suceder, sino por poseer la capacidad para convencer. No anunciaron el futuro, convencieron a Macbeth para que lo construyera.

No habrá destino para 2013. Tendremos lo que construyamos, aun contra lo que se cree que va a suceder. La idea de destino desgasta la voluntad de las sociedades. ¿Para qué hacer o evitar lo que de todos modos acontecerá?
El futuro, 2013, será la combinación de la herencia recibida con las voluntades de quienes tienen poder, con los hechos del azar (forma para designar las causas que ignoramos) y, en gran parte, con lo que las sociedades buscan y creen. Esto último, difícil de definir o de describir, se refiere a un cierto espíritu social, a veces pasivo o vencido, otras veces inquieto y explorador, que deviene el escenario donde la herencia, el poder y el azar despliegan su obra.

Hoy los estadounidenses retoman algunos de sus impulsos con los que crearon la potencia de su sociedad; los europeos temen y dudan, con lo cual la incertidumbre domina su futuro, y los chinos agregan engranajes a la portentosa maquinaria que han creado, de la cual no dudan que nacerá su superioridad.

En estas tres sociedades, que están en la base de la actual trama de las relaciones mundiales, nadie cree (o casi nadie) que sus futuros se producirán independientemente de sus opciones y sus esfuerzos. Algunos temen y otros confían, pero todos tratan de luchar.

En este año China no tendrá involuciones. Acaba de atravesar el proceso de renovación de su dirigencia sin que se haya producido ninguna dificultad relevante. Lo que hace tres o cuatro años se suponía que sucedería, pasó y seguirá pasando. A su vez, el crecimiento económico se relanza, luego de la caída relativa de los últimos tres años. La previsión es un aumento del PBI para 2013 superior al 8%.

La identificación de algunas cuestiones que pueden entorpecer su desarrollo comienza a exponerse con crudeza ante la opinión pública. En particular dos: los altos niveles de corrupción entre los dirigentes y las brechas crecientes en materia de ingresos. Los regímenes autoritarios difícilmente son autocríticos; sin embargo, el caso chino no parece seguir esta regla. Un sistema político autoritario con capacidad de rectificación y control se convertirá en un serio competidor del sistema democrático.

Por lo tanto, la evolución china no debería medirse sólo en términos económicos y tecnológicos, sino en las novedades que puede introducir en los modos de organización política.

En Estados Unidos, como anoté más arriba, los cambios positivos que continuarán este año no son hechos espectaculares ni deslumbrantes. Se trata más bien de un lento y profundo proceso de reencuentro con su tradición transformadora. La reelección de Obama es un signo de esos cambios. En esta ocasión, en el voto no hubo romance sino razones. La mayoría se alejó de las peligrosas provocaciones del Tea Party, toleró los fracasos de su presidente, comprendió los avances, cambió los sueños de la transformación por una realidad un poco mejor. El país que durante un siglo y medio no tuvo guerras en su territorio sintió luego de mucho tiempo el inmenso impacto de la crisis económica en su interior.

Estados Unidos recuperará peso internacional y, seguramente, inaugurará modos nuevos de vincularse con el resto el mundo, más bien basados en el ejercicio diplomático que en la amenaza del uso de la fuerza. La OCDE estima en 2% el crecimiento de ese país para este año.

Los cambios en la política estadounidense permiten esperar que en 2013 tengamos menos guerras, con la excepción probable de Siria.

Europa seguirá convulsionada. De los tres grandes polos mundiales, en éste el pronóstico es incierto. La señora Merkel anunció que la situación económica será más compleja en Europa que la del año que concluyó. Puede no serlo, pero en este caso la herencia recibida y el escepticismo social pesarán mucho. La situación española es mala, con la posibilidad de la secesión catalana; no debería excluirse que 2013 concluya con el Reino Unido fuera de la Unión; Italia puede presentar un nuevo frente contra las políticas impulsadas desde Berlín, si triunfa la centroizquierda en las elecciones de febrero; Grecia sigue siendo un país al borde del estallido. Este año se prevé un aumento del PBI casi no perceptible: 0,4% en la Unión y 0,1% en la Eurozona.

Finalmente, el polo en las sombras. El poder fuera de los Estados y los territorios, al cual Benedicto XVI denominó en su saludo de fin de año “el capitalismo financiero no regulado”. Sobre su comportamiento, espero que comprenda, lector, por ahora prefiero incluirlo en el universo del azar.

América latina no debería recibir impactos negativos del mundo probable de 2013. Venezuela perderá peso político y Brasil lo aumentará. Iniciativas como Unasur atravesarán una etapa crítica en la que podrán sobrevivir con el prudente liderazgo de Brasil o ingresar al cementerio de proyectos, como solía decir mi colega Oscar.

El resto de nuestros países tendrán historias más divergentes que las de los años pasados. La proyección de Cepal para 2013 estima 4% de crecimiento del PBI para los diez países sudamericanos, entre ellos Brasil con 4% y Argentina con 3,9%. Nuestro país seguirá viviendo con síntomas de crisis en la década de más alto crecimiento de su historia.
En fin, lector, para conocer cómo será 2013 resultará más útil mirar a las sociedades que escuchar a las brujas.

Fuente: Perfil, por Dante Caputo, ex canciller argentino.