La paja en el ojo ajeno

Emilio Palacio*

PALACIO El 27 de mayo del 2010, las autoridades del Ecuador, como si nada, prohibieron que atraviese su espacio aéreo el avión presidencial hondureño en el que viajaba Porfirio Lobo, de regreso a Centroamérica, luego de una visita oficial al Perú. El presidente Rafael Correa -que al inicio hizo cálculos políticos de no reconocer al gobierno de Lobo- admitió luego que se trató de “un error”, pero argumentó que no le consultaron.

(Tampoco le consultaron al primer mandatario ecuatoriano la emisión del salvoconducto para Edward Snowden. Con esos antecedentes, uno no puede dejar de preguntarse: ¿Qué clase de presidente es este, al que su cancillería no le consulta asuntos tan importantes?).



Un año más tarde, el 31 de mayo del 2011, el gobierno de Irán, sin sustos ni miedos, le retiró el permiso que ya le había concedido a la aeronave de la canciller alemana Angela Merkel para que sobrevuele su territorio, de paso a la India. El avión alemán debió dar vueltas sobre Turquía, varias horas, hasta que el gobierno de Mahmud Ahmadineyad decidió modificar su postura.

A fines del 2012, según el Diário do Poder de Brasil, la policía de Bolivia recorrió con perros entrenados por el interior del avión de las Fuerzas Armadas Brasileñas en el que viajaba el ministro de Defensa Celso Amorim, para cerciorarse de que no escondiese a Roger Pinto, un político de oposición que está a punto de cumplir catorce meses refugiado en la embajada de Brasil, y al que le han negado el salvoconducto para que tome un vuelo que lo saque del país. Ninguna fuente oficial desmintió ni confirmó esta noticia, pero no tendría nada de extraño que fuese cierta, ya que el espacio aéreo es parte del territorio de un país, y sus autoridades tienen derecho a concederle o negarle permiso a cualquiera para que circule por allí.

Honduras, Alemania y Brasil conocen estas reglas de la diplomacia internacional, y por eso no convocaron a una cumbre de jefes de estado para protestar por el atropello que supuestamente se habría cometido contra su “soberanía”.

Las dictaduras rojas son más astutas. Montaron un espectáculo internacional inmediatamente después de que algunos países europeos, preocupados por las declaraciones de Evo Morales -que anunció en Moscú que podría darle asilo a Edward Snowden-, prefirieron no autorizar que el avión presidencial boliviano atraviese su espacio aéreo, no sea que allí viajase el espía al que Morales deseaba proteger. Muy pocos presidentes de la región acudieron, pero un sector de la opinión pública democrática cayó en la trampa, se dejó convencer de que se había cometido un “gravísimo error”, y admitió la existencia de este extraño principio según el cual los aviones de las dictaduras rojas pueden volar por donde deseen, mientras que el resto de aviones presidenciales no.

Los antiguos romanos decían que lo que es lícito para Júpiter no es lícito para todos. No imaginaron cuántos Júpiter renacerían, varios milenios después, para propagar por el mundo el socialismo del siglo XXI.

Barack Obama ha tenido la inteligencia de no caer en la trampa de amenazar a Ecuador, Venezuela o Bolivia con sanciones económicas si llegasen a concederle protección al espía Snowden. Ha hecho muy bien, porque las sanciones económicas no castigan a los dictadores sino a los pueblos; no fortalecen a la oposición democrática sino que le dan un pretexto para redoblar su opresión a los gobiernos autoritarios; y no aíslan a los déspotas sino que desprestigian a quienes las imponen.

En cambio, Estados Unidos y los gobiernos democráticos del mundo harán bien cada vez que envíen señales políticas claras, como esta de negarle permiso al avión de Evo Morales, luego de que éste le ofreciese protección a un espía, puesto que así nos ayudan a denunciar como un peligro para la libertad a estos regímenes, que no respetan las buenas relaciones internacionales pero exigen impunidad para sus crímenes, y que pegan gritos por la paja en el ojo ajeno pero no mencionan nunca las vigas hediondas que cuelgan del suyo.

*Periodista ecuatoriano

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Diario Las Américas – Miami