Etnocidio censal

Juan Marcelo ColumbaCOLUMBA OKSemántica de la “desaparición” en el censo de población bolivianoMillones de indígenas y otros miles de ciudadanos bolivianos dejaron de existir, por fortuna no de forma física, sino en los registros oficiales del Censo de población y vivienda del Estado boliviano. Esta suerte de etnocidio estadístico ha provocado el surgimiento de un vocabulario de la “desaparición” cuya caracterización puede permitir comprender algunos elementos del debate público en relación a este particular.A manera de una brevísima red semántica, es posible precisar algunos sentidos del verbo “desaparecer” que cuenta con dos acepciones elementales, por un lado, “ocultar” y, por otra parte, “dejar de existir”, este último utilizado como eufemismo de “morir”. Por otra parte, el sustantivo derivado “desaparición”, remite a la “acción” de hacer desaparecer algo y al “efecto” o resultado de esta acción: la nada, la inexistencia, el no-ser. Si lo que ha desaparecido físicamente es un pueblo o comunidad humana, ese exterminio se designa mediante la palabra “genocidio”; en contraste, si una tal destrucción se presenta a nivel de la cultura de dicho pueblo, se denomina “etnocidio”; finalmente, no hay que olvidar que en América Latina el término “desaparecido” asume connotaciones particulares referidas al salvaje autoritarismo de las dictaduras militares durante el siglo XX.La desaparición en los resultados del Censo 2012 se expresó, específicamente, en el número de personas que se auto-identificaban como “indígenas”: 5.076.251 en 2001 y 2.806.592 en 2012. Asimismo, en los resultados oficiales del reciente censo “desaparecían” alrededor de 121 mil cruceños y cruceñas que, en resultados preliminares, permitieron identificar a Santa Cruz de la Sierra como el primer departamento, en relación al crecimiento poblacional.Las reacciones a estos resultados que desvanecen estadísticamente a miles de bolivianos, cuestionaron la credibilidad del Instituto Nacional de Estadística (INE) de Bolivia mediante representaciones satíricas en relación a un manejo “mágico” y “oculto” de un proceso que “borraba del mapa” censal a miles de ciudadanos. En otros casos, se atribuyó al gobierno y al INE un carácter etnocida y autoritario al exterminar estadísticamente personas o, más precisamente, haber eliminado los datos censales en los que parecían encarnarse, después de haber participado del empadronamiento con la esperanza de que éste refleje la realidad poblacional de las regiones.En relación a la interpretación sobre la “desaparición” de personas que se auto-identificaban como “indígenas”, los datos muestran una enorme veta de discusión en torno a las posibilidades políticas de la identidad cultural mestiza –basta referir al reciente discurso del vicepresidente boliviano con motivo del aniversario patrio, donde el “profesor” García intentó justificar la imposibilidad identitaria del mestizaje en el país. En este sentido, la reconfiguración de una macro-identidad mestiza, a pesar de ser excluida oficialmente y negada explícitamente por la actual administración, parecería ser asumida por las mayorías bolivianas como una alternativa identitaria a los artificiosos intentos de indigenización y atomización social que pretende imponer el Estado plurinacional. Al parecer, el verdadero etnocidio viene promovido desde las esferas de un poder que utilizó las identidades indígenas para llegar a ser gobierno y, ahora, las salpica con los vicios de la política, haciendo que quienes en algún momento se identificaron con esta causa, ahora tomen considerables distancias.